Solicitud de divorcio
La nieve caía fuera y hacía que mi cuerpo se estremeciera, pero no más que las palabras de mi esposo.
Acabamos de regresar del funeral de mi abuelo, la única persona que tenía en el mundo se había ido para siempre, y ahora yo necesitaba más que nunca el consuelo y brazos de mi esposo, el hombre que tanto amaba, pero…
—Voy a buscarla.
—No puedes hablar en serio, Scott ¡Por favor dime que es una horrible broma! —le pedí con los ojos llorosos, sujetándolo de su camisa.
Él no mostró ni una sola emoción en el rostro, solo me miró con esa frialdad a los ojos.
—La única razón por la que acepté compartir mi casa contigo y hacerte mi esposa fue por el acuerdo de nuestros abuelos, pero ahora el tuyo está muerto. Ya no hay nada que me obligue a tener que tolerarte y ver esa cara todos los días de mi vida, ¿por qué tener que seguir soportando a alguien como tú?
Avergonzada, dejé que el mechón de mi cabellera rubia cubriera la marca de nacimiento que tengo en mi mejilla izquierda.
—Scott, no me dejes sola…
—No voy a dejar pasar un solo día más —entonces visualicé un boleto de avión que traía en el bolsillo de su abrigo—. Ella está esperando por mí.
—¡No! ¡No! ¡No! Por favor, no puedes hacerme esto —le supliqué aferrándome a su brazo. Yo soy tu esposa…
—¡Pero ella es el amor de mi vida! —sacudiendo su brazo con fuerza, se deshizo de mí—. ¡Ella es mi prioridad, cosa que tú nunca serás! —dijo estás últimas palabras cerca a mi rostro.
Acto seguido dio media vuelta, subió las escaleras y sin pasar ni cinco segundos, bajó con una maleta. Al parecer ya tenía planeado todo esto.
—Scott…
El timbre en la puerta sonó y Scott respondió un mensaje en su celular.
—El taxi ha llegado —dice, luego de confirmar lo que esperaba.
Caminó a la puerta, y al abrirla, se quedó bajo el marco de esta, dejando ingresar todo el frío posible, mientras me daba la espalda.
—No me llames, no se te ocurra ir a buscarme, porque te juro que seré capaz de hacer alguna locura.
Mis brazos quedaron congelados, mientras una lágrima resbalaba por mi mejilla y veía al hombre que amo irse tras la mujer que lo volvía loco.
Mi corazón se rompía en mil pedazos, sangraba con tal fuerza que casi podía sentir lo salado en mis labios, mas no hice ningún movimiento, era como si la nieve afuera me hubiera congelado por completo. Mis ojos parecían no tener pupilas, todo se iba haciendo borroso, hasta que…
*Hic* *Hic*
Mis labios se fruncieron, tapé mi boca con mis manos, pero era peor, me hiperventilaba, me faltaba la respiración y la ansiedad se apoderaba de mi cuerpo. Toqué mi pecho y mi garganta era como si algo quisiera salir, pero no podía.
Hasta que caí de rodillas y tomé una gran cantidad de aire por mi boca para finalmente soltarla en un grito que desgarró mis cuerdas vocales.
—¡¡¡DIOS!!! —fue lo único que pude gritar, mientras miraba al techo y las lágrimas caían una tras otra por mi rostro humedecido en llanto.
…
Fuí educada en una familia adinerada, mis padres murieron cuando yo era una bebé y quedé bajo el cuidado de mi abuelo; él a pesar de ser estricto, buscaba lo mejor para mí, aunque nunca mostró sus sentimientos reales. Me llamó Eva, y siempre lo obedecí, fuí una joven educada y estudiosa, mis calificaciones eran las mejores, así que mi abuelo creyó conveniente educarme en finanzas y administración, jamás dije que no. Todo lo que debía hacer era decir "sí", renunciando a mis verdaderos sueños.
Pero había un problema, al ser mujer creyó que volvería a cometer el mismo error que antes ocurrió en su familia.
Sin dudarlo, me comprometió con el hijo mayor de la familia Sartini, ¿coincidencia? Aquella familia era líder en la industria de la moda, no iba a estar tan alejada de mis sueños.
Aunque no lo conocía, en un año yo tendría la mayoría de edad, y por decisión de nuestros abuelos, yo sería la esposa de Scott. Nuestras fortunas se unirían, yo sería la típica esposa bien educada y amable que debía ser, entonces, ocurrió.
Estando en el altar, él hizo su aparición, mi corazón se aceleró y mi respiración se detuvo. Aquel joven de cabellera azabache y bellos ojos azules me hizo abrir los ojos a un mundo desconocido.
No podía apartar mi ojos de él, no podía mirar a otro que no fuera él. Me enamoré desde el primer instante y juré amarlo por el resto de mi vida.
Al decir nuestros votos frente al juez, me tomó delicadamente de la barbilla, pero notó que uno de mis mechones rubios cubría mi mejilla izquierda, entonces al tratar de quitarlo, descubrió la marca que traía, no pudo ocultar el asombro, mas no me soltó y cerró los ojos antes de acercarse lentamente y florecer un sentimiento que estaba ahogado en mi corazón, solo con unir nuestros labios en ese beso que sellaba nuestro matrimonio.
Ahora me pregunto, ¿por qué creí que eso era una muestra de amor? ¿Por qué pensé que sería correspondida?
…
Desperté al amanecer con algo de dolor en mi cuerpo, me había quedado dormida en el sofá de la sala. Traté de enderezarme, pero un dolor agudo invadió mi espalda, tensé la mandíbula.
—Otra vez no, por favor —me dije, respirando muy despacio—. Debo ir a mi habitación —me dije con el sabor salado en mis labios, mas al poner un pie en el suelo, sentí que todo mi cuerpo se desmoronaba—. Vamos Eva —me dije dándome ánimos—. Ahora no está el abuelo para ayudarte.
Fue un intento inutil, al resbalar y caer pesadamente en el suelo, mis ojos estaban hinchados e irritados, quería cerrarlos, pero…
—Uhhh —un lamento que venía desde afuera, hizo que mantuviera los ojos abiertos.
—¿Es un cachorro? —me pregunté—. Y como si mis fuerzas retornaran por breves segundos, logré ponerme en pie y a pesar del terrible frío salí.
Seguí los lamentos del pequeño cachorro, tal vez se había perdido de su amo, y fue cuando hallé entre la nieve unas manchas de color rojizo, evidentemente estaba herido.
Tomé a la pequeña y frágil criatura en mis brazos, la pegué a mi pecho, sintiendo como trataba de meterse en mi calor.
—¿Estás solito también? Ya no te preocupes, yo cuidare de ti hasta hallar a tu amo.
Regresé a casa y encendí la chimenea, pero el humo llegó a mis pulmones y empecé a toser con fuerza, estaba muy cansada como para seguir en pie, mas cuando miraba al cachorro se encogía mi pecho.
Al fin el calor invadía la sala, me encargué de curar la heridas superficiales del cachorro, pero ¿quién curaba las mías que eran internas?
—A él no le gustaban los animales —tomé al cachorro y lo dejé sobre mis piernas, ambos estábamos lastimados de maneras distintas, pero había una conexión.
…
Durante los siguientes días, no recibí noticias de Scott, mi depresión crecía, todas las noches sollozaba esperando que llamara, pero no lo haría, él ya había elegido su camino.
Ni siquiera sé qué hago en este lugar, no es mi casa, y lo más seguro es que cuando él vuelva, venga acompañado de ella, y a mí me eche de una patada.
—No puedo seguir así —me dije, sentada sobre mi cama—. Tal vez si…
Escuché un ruido en la sala, bajé de inmediato y encontré al pequeño cachorro en el suelo. Había tratado de alimentarlo en esos días, pero apenas y comía.
De repente, oí el timbre en la puerta, salí a responder, algo dentro de mí creyó que se trataba de Scott, pero no fue así.
—Harper —dije al verla con un abrigo carísimo. Ella era la prima de Scott, sin embargo el ser una Sartini no la hacía igual que él, por el contrario, diría que es la persona con las mejores vibras que hubiera podido conocer.
—Oh por amor a Dios —de inmediato ella quedó asombrada al ver mi expresión ojerosa—. Querida Eva, cariño —mira cómo estás
—Harper —ni pude completar mi frase, pues ella tocó mi frente y mejillas—. ¿Estás enferma, querida? ¿Dónde está Scott?
Al parecer no lo sabía.
—Él…
—Hace días que no se ha presentado a trabajar, Simeón me lo contó, y empiezo a preocuparme.
Supuse que ocultarlo no tendría ningún sentido, así que bajando la mirada con resignación la invité a pasar.
—¿Eva? ¿Pasa algo?
Antes de contárselo, me coloqué en cuclillas para tomar al cachorro en mis manos.
—Pobrecillo, ¿está enfermo? —pregunta Harper, acercándose a verlo.
—Lo encontré fuera de casa, estaba herido, pero no quiere comer.
—Es raro… No parece un cachorro común, es más como un… ¡Eva! —exclama asustada con las manos en los labios—. No es el cachorro de un perro.
—¿Cómo? —me quedo incrédula—. Creí que era un Husky.
—Estoy casi segura que no. ¡Por todos los cielos, cómo llegó a este lugar del mundo!
—¿Sabes lo que és? —necesito saberlo.
—Su pelaje, la forma de su cuerpo, es la cría de un lobo.
—¿L-lobo? —digo casi titubeando.
—Pero no de cualquier lobo. Es una cría de lobo rojo, procedente de Norteamérica, es un animal casi extinto.
Miré al pequeño animal que estaba muy mal y comprendí la conexión, yo nací en América, aunque tras la muerte de mis padres, mi abuelo me trajo a este lado del mundo.
—¿Cómo habrá llegado hasta aquí?
—Probablemente haya sido sacado de su hábitat, es un animal en riesgo crítico. Lo mejor será llevarlo ante las autoridades.
Tomé al pequeño y lo levanté frente a mi rostro, y este lamió la punta de mi nariz.
—¿Y qué harán con él?
—No lo sé, querida, pero ellos se encargarán.
—Está solo, si lo liberan volverá a correr el riesgo de ser cazado.
—Es un animal salvaje, Eva, no pretenderás quedártelo.
—Por alguna razón llegó hasta mí, y no voy a condenarlo a vivir encerrado o a que vuelva a ser amenazado. Es el único ser que me queda.
—¿A qué te refieres? —pregunta confundida.
—¿Cómo podrás ver? Scott no está, él se fue.
—¿Se fue? ¿A dónde?
—Ojalá lo supiera, pero sí sé la razón —respiré hondo y caminé con el cachorro hasta sentarme en el sofá—. Se fue a buscar a Zoraida.
—¿¡Qué!? No, esto tiene que ser un error, no puede…
—No es ningún error, Harper. Scott se fué después del funeral de mi abuelo… —acariciando al cachorro en mi regazo, mis ojos se humedecieron, pero me negué a derramar más lágrimas—. No sé cuántos días han pasado, pero… ya no tiene caso.
—En este momento voy a llamar a Arton, él es su hermano, seguro que podrá convencerlo.
Me reí sin fuerzas.
—No tiene sentido, además él me odia, seguro se reirá cuando lo sepa. No quiero más humillaciones.
—Pero Eva…
—Estoy cansada… Solo quiero descansar —estaba resignada a la decisión de Scott.
—¿Y qué pretendes hacer? Aún están casados.
—Estoy segura que en cualquier momento me mandará los papeles del divorcio, y no pienso negarselo. Aceptaré mi destino.
…
No era la primera mujer que se divorciaba en el mundo, y menos en mi familia.
Me encargué de cuidar de la cría del lobo rojo, Amarok; así lo llamé, averigüe lo que comía, y esperé a que estuviera relativamente sano, en lo que también esperaba que llegaran los papeles de divorcio de Scott, mas nunca lo hizo.
Este lugar me estaba consumiendo, no puedo vivir en una casa que no fue, ni será mía.
Así que, como último acto de amor, decidí dejarlo libre.
—¿Qué es esto? —me cuestiona el abuelo de Scott.
—Son las llaves de la casa.
—Eso lo sé perfectamente, Eva. ¿Pero qué significan estos papeles?
—Su nieto ya tomó la decisión. Yo solo estoy haciendo lo correcto, señor. Me cansé de llorar, de rogar por amor, de sufrir por un hombre que jamás me miró como mujer. Me cansé —dije resignada—. Así que hoy estoy ante usted, para presentarle mi solicitud de divorcio.