—Explícate mejor, Eva. No creo haber escuchado bien.
—He sido lo bastante clara, señor Bertino. Han sido tres años de matrimonio desde que cumplí la mayoría de edad. No exagero al decir que amé a su nieto incondicionalmente, incluso renuncié a mis sueños, me dediqué a ser la esposa perfecta, pero solo he tenido rechazo tras rechazo.
—Scott es un inmaduro, Eva.
—Scott tiene 26 años, señor Bertino. Aunque claro, la edad no define madurez, pero eso no quita que él ya haya tomado la decisión de ir tras Zoraida, de modo que… —dejé los papeles sobre el escritorio.
En ese instante, Arton entraba a la misma oficina. Al ser hermano de Scott, tenía esa misma frialdad al mirar.
—Arton, por favor dile algo. Se está divorciando de tu hermano.
—Los problemas de Scott me tienen sin cuidado, y si ella quiere irse, que se vaya. No es una niña para rogarle —fueron sus únicas palabras antes de dejar un folder en el escritorio de su abuelo y marcharse.
Aún no sé qué hice para que me odiara, pero imagino que es inutil preguntarle. Al parecer soy un imán para el odio de los hermanos Sartini.
—Déjame arreglar esto, mandaré a buscar a Scott y haré que regrese, por favor no te precipites, Eva.
—Lo siento mucho señor Bertino, pero no puede arreglar algo que cuando inició estaba roto —me aferré a mi abrigo y salí de la oficina del abuelo de los Sartini.
…
—Parece que la nieve no piensa detenerse —digo, tras miro por la ventana de la habitación que hasta hoy ocupé. Con una mano tomaba mi maleta y con la otra tomé a Amarok en mi brazo—. Mientras más pronto salga de aquí será mejor.
Bajé a la sala teniendo cuidado con los escalones, no pude evitar sentir algo de nostalgia al recordar los años en esta casa.
Llegué a mitad de la sala y observé todo lo que me rodeaba, recordando todo el esfuerzo que hice para ser una buena esposa, para hacerlo feliz, ¿y todo para qué? Al final nada de eso sirvió. Finalmente suspiré, levanté mi mentón y apreté con más fuerza el mago de mi maleta.
—Desde ahora me esforzaré, pero para hacerme feliz a mí, adiós casa, adiós matrimonio, adiós a los Sartini y adiós… Scott.
———————————
POV Scott
Las cosas no habían resultado como las creí, ¿cómo había sido posible semejante disparate?
—¿¡CASADA!? —grité incrédulo, cuando encontré a Zoraida recién casada.
—Tranquilízate Scott, por favor…
—¿Tranquilizarme? ¡Al demonio! ¿¡Qué hiciste Zoraida?!
—Amor mío, te puedo jurar que no es lo que piensas, yo… —ella trató de calmarme, pero los celos e ira hervían en mi sangre.
—¡No me expliques nada, maldición!
—Scott, solo te pido compresión, además… ¿qué me reclamas? Tú también te casaste, se supone, ¿qué se supone que yo haga?
—¡Esperar! Eso debiste hacer. Apenas el viejo ese estiró la pata al más allá, vine para buscarte, pero ¿qué encuentro? A mi mujer casada.
—Scott —ella estira sus brazos para tocarme, pero no se lo permito y pretendo marcharme de la puerta de su casa—. Es muy arriesgado que te ven aquí, pasa a la sala.
—¡Vaya! ¡¿Y no molestaré a tu esposo?!
—Scott, por favor déjame explicarte cómo sucedieron las cosas, solo dame cinco minutos y te juro que no te arrepentirás.
—¡De lo que me arrepiento ahora es de viajar largas horas para verte! —gruñí con las manos en puños.
Al final no sé qué truco utilizó Zoraida, y en los siguientes segundos me hallé sentado en su sofá.
—Si tienes algo que decir hazlo, no quiero estorbar en su casa "señora" —usando alto sarcasmo, descargaba mi rabia.
—En primer lugar, Scott yo te amo, te juro que este matrimonio no significa nada para mí —quiso ser convincente al tocarse el pecho—. Él es un hombre desahuciado, morirá en poco tiempo y…
—Y te aprovechaste de su situación.
—Era algo que no podía dejar pasar. Ese hombre no tiene ni familia —esta vez sus manos fueron a parar a mis hombros—. ¿Imaginas todo lo que podremos hacer juntos?
De un movimiento certero, me aparté y le dí la espalda.
—Scott…
—Creo que ha sido suficiente, creí que dirías algo más inteligente, pero no es así, me has decepcionado Zoraida.
A pesar de sus gritos, salí de esa casa. Pasaría solo una noche en este país y luego regresaría.
Conociendo a Eva, ella no diría nada, nunca ha tenido suficiente voluntad para tomar decisiones, lo más probable es que incluso bese mis pies para que yo me quede con ella, lo cual no sería una molestía. Eva es una mujer muy atractiva, de silueta agradable, pero hay un defecto que la arruina. Aquella marca en su rostro, esa mancha de nacimiento que se extiende desde su oreja hasta su mejilla, son como ramas puntiagudas o una araña en su rostro, lo que me provoca total asco al verla a la cara.
—Suficiente vergüenza he pasado en este miserable lugar. He hecho un viaje innecesario para buscar a Zoraida.
Nada podría ser peor, sin embargo…
…
Regresé luego de algunas semanas, apenas bajé del avión, me recibió el chofer de casa, a quien le había dado semanas de vacaciones hasta mi regreso.
—Bienvenido, señor Sartini —me saluda.
—Hola. Dime, ¿hay alguna novedad? Seguro en la empresa todo es un desastre sin mi presencia. Dime que Eva no se ha vuelto loca o anda encerrada en su habitación.
—Ehhh, no es así señor. De hecho…
Miré la expresión del chofer, que parecía tener noticias que me dejarían sorprendido.
—Llévame ahora a casa —ordené y él obedeció.
Quise no adelantarme a los hechos, pues lo que pasaba por mi cabeza no tenía ningún sentido. Era imposible, ella no sería capaz de…
Llegamos a mi residencia, tan pronto el chofer se estacionó, corrí dentro y empujando las puertas con fuerza encontré solo el silencio.
—Mierd@... —dije entre dientes.
—Señor, la señora… —el chofer trató de explicarme, pero no se lo permití.
—¡Eva! —exclamé—. ¡MALDITA SEA EVA, BAJA DE UNA VEZ! —grité a los escalones, pero ella no bajó.
—Señor… —volvió a intentar el chofer, pero esta vez subí los mismos escalones por donde ella siempre bajaba presurosamente para recibirme.
Al llegar a su habitación, abrí la puerta de un golpe con mi rodilla, solo para darme cuenta que sus pertenencias no estaban ahí.
—¡Mierd@! ¡Sal de donde estés, Eva! —grité furioso.
—Pierdes el tiempo con tus gritos, Scott.
De repente, encontré a mi abuelo detrás de mí.
—Abuelo… ¿qué?
—La estupidez siempre es causante de desgracias y eventos que llevan a la ineficiencia, y hoy es culpable de tu fracaso —con una mirada gélida, mi abuelo acortó la distancia, haciendo notar su enojo—. Tenías el timón de tu matrimonio, Scott, ¡tenías el maldito timón! Y te has estrellado…
—¿Qué tratas de decir?
—Miralo por tu cuenta —lanzando el documento que tenía en sus manos, lo aventó a mi pecho, lo abrí para descubrir su contenido, descubriendo la razón de todo esto.
—Era lo que quería decirle, señor —añadió el chofer—. La señora Eva se marchó de casa poco después de que usted se fuera.
Nunca la creí capaz de hacer algo así. Eva no tenía voluntad, ella era una cobarde, ¿cómo sucedió?
—Y ahora pide el divorcio —completó mi abuelo.
—Esto debe ser una broma, ella…
—¡No es ninguna maldita broma, Scott! ¡TE LARGASTE A BUSCAR A ZORAIDA! ¿¡QUE CREÍSTE?! —inesperadamente mi abuelo sujetó con fuerza mi camisa—. Las personas tienen orgullo, un límite… ¡Y tú provocaste esto! ¿¡QUÉ TENÍAS EN LA MALDITA CABEZA!?
—Esto tiene solución, Eva es capaz de correr a mis brazos apenas me vea.
—Pues más te vale solucionarlo, hay mucho dinero en riesgo, Scott. Por tu bien, más te vale que ella olvide lo del divorcio —dicho esto, mi abuelo se fue, dejándome con la ira acumulada en la palma de mi mano.
Desde que conocí a Eva fue una cobarde, sin nada de carácter, una mujer que hacía todo por complacer mis gustos, se esforzaba tanto, pero jamás me atreví a mirarla como lo hacía con Zoraida. Jamás podría tener sentimientos por una mujer imperfecta.
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POV Harper
—Buenos días, señora —me saluda la secretaria de mi esposo—. ¿Viene a ver al señor Simeón?
—Olvidó estos documentos en casa, pensé que podría necesitarlo —le sonrio, y ella se ofrece a hacerlo por mí, pero ciertamente deseo ser yo quien lo haga. Veo muy poco a mi marido, y eso me hace sentir una profunda soledad.
—¿Harper? ¿Qué haces aquí?
Al desviar la mirada, veo a Arton; mi primo. Es raro que me salude, siempre es callado y serio, muy poco sociable.
—Arton, más bien soy yo quien se sorprende, ¿qué haces aquí?
—Aquí trabajo, tuve que regresar de la última representación, gracias al inepto de Scott.
—Vamos Arton, no seas tan cruel. Ustedes son hermanos.
—Que sea mi hermano, no quita que sea un inepto e irresponsable.
—¿Lo dices por Eva?
—No hablo de ella. Es su esposa, y no me interesa lo que hagan.
—Pues a mí sí, fuí a su casa y ella no estaba.
—¿Y eso qué? Seguro se fue a algún club o a gastar su dinero en compras.
—¿Acaso no sabes que se está divorciando?
—Es imposible que ella haga eso. Está tan enamorada de Scott, que no tiene ojos para nadie más.
—Tal vez eso sea verdad, pero eso no quita que tenga orgullo. Ahora no está en casa desde hace tres días.
—¿Cómo dices? —por primera vez Arton parecía estar interesado en un tema.
—No sé nada de ella, realmente empiezo a preocuparme.
Arton no dijo nada, parecía pensativo, pero sacudió la cabeza y volvió a su expresión de indiferencia.
—Tengo que seguir con mi trabajo —Arton se apartó, y se fue tras entregar unas hojas a la secretaría de mi esposo.
—Oh cielos. Señora, ¿podría quedarse unos minutos? Este documento debo llevarlo a finanzas.
—Adelante, no te preocupes.
Al quedarme, decidí entrar a ver a mi esposo, ya estaba aquí, nada me costaba entrar a su oficina.
Sin embargo, cuando entré hubo un movimiento abrupto, encontré muchas hojas en el suelo, y a una mujer con el vestido desacomodado salió.
—Harper, ¿qué haces aquí?
—¿Q-qué está pasando aquí? —pregunté tratando de apartar los pensamientos que me invadían.
—Retírate por favor —le dice Simeón a la mujer que había estado aquí.
Ella sonrió y muy descaradamente salió sonriente.
—¿Simeón?
Él ni me escuchó, y volvió como si nada a su escritorio.
—¡Simeón te estoy hablando! —golpeé su escritorio con mi bolso y él solo se pasó las manos por la cabellera.
—Estoy muy ocupado Harper, si quieres decir algo, hazlo en casa.
—¿En casa? ¿¡Qué hacías con esa mujer a solas!? —mis labios temblaban y mis ojos se cristalizaron.
—Por favor, no empieces con tu drama. Hablaremos en casa, déjame trabajar.
—¿¡Qué hacías con esa mujer, Simeón!?
Molesto, se levantó de su asiento y se acercó hasta tomar mis brazos y mirarme a la cara.
—¿Qué estás pensando, Harper? ¿Crees que te engaño? ¿Eso crees?
—Me duele… Me lástimas…
—Vamos Harper —levantó mi barbilla con sus dedos—. Mírame, sabes que sería incapaz de ver a otra mujer que no seas tu.
—Pero yo vi…
—Estás malinterpretando las cosas, mi amor. Esa mujer, es una exportadora de tela, ella vino a hablar conmigo para solucionar los problemas que dejó Scott.
—Pero su vestido.
—Se enganchó con la silla, y yo la ayudé. Eso es todo.
—¿Me lo juras?
—Claro que sí, mi hermosa dama.
Sentí un gran alivio, pero me sentí como una tonta por desconfiar de él.
—Perdona por tener esos pensamientos, lo que sucede es que estoy algo nerviosa. Eva está desaparecida desde hace días.
—¿Eva qué?
—————
POV Eva
Un mes ha transcurrido desde que me fuí de casa de Scott. Parece mentira, pero he logrado mantenerme por mi cuenta, sin embargo, el dinero se ha ido, y la medicina para el cachorro no es nada barata.
—Toma esto, por favor —le pido a Amarok, dándole algo de medicina en su hocico, mientras que con una cinta celeste envolvia una de sus patitas—. Sé buen chico como hasta ahora y no salgas, en lo que yo me voy a trabajar, espero que te guste la cinta.
Besando su cabeza, decido ponerme un abrigo con capucha que cubre mi rostro y salgo a esas calles poco seguras.
Solo he tenido empleos temporales, desde cuidar niños, hasta lavar lozas. Es para lo único que he podido llegar, pues nadie quiere a una mujer que causa miedo como empleada.
—Encerrada no lograré nada.
Pasé toda la tarde buscando algo, pero cuando veían mi rostro, mostraban desagrado, y así transcurrió un día. El peor de todos, pues no había conseguido ganar ni una sola moneda.
Con el semblante decaído, regresaba a la vivienda donde vivía con Amarok, mas las cosas tomarían un rumbo distinto.
Ese día la nieve estaba peor que nunca, y mi espalda dolía de una manera intolerable, el viento golpeaba a mis mejillas, hasta que…
Una cinta celeste cayó a mis pies, no tardé en reconocerlo y me arrodillé a recogerlo.
—¡Atrápenlo! —eran algunos gritos de las personas que corrían de un lado a otro, levanté la mirada y fue como una pequeña bola de fuego apagarse en el invierno.
—Amarok… —titubié—. ¡Dejénlo! —supliqué, pero ninguno me prestó atención, de este modo mi pequeño amigo escapó lejos.
Muchas personas fueron tras él, incluida yo, sin embargo, debido al frío se rindieron y abandonaron su cacería, muy contrario a lo que yo hice, que no me detuve hasta encontrarlo.
Las horas transcurrieron y el crudo invierno se adentraba hasta llegar a mis huesos.
—No me voy a ir hasta encontrarlo, Amarok es lo más cercano que he tenido en mucho tiempo.
Agotada, me detuve a descansar cerca a un puente, apoyé mis manos en la fría baranda, y de repente, pude distinguir entre los desperdicios arrojados cerca, pequeños mechones pelirrojos.
—¿Amarok? —este alcanzó a mirarme antes de caer dormido. Asustada lo tomé en mis brazos, solo para descubrir que llevaba una herida sangrante en una de sus patitas, lo que provocó que mi garganta se cerrara en un nudo.
Traté de ubicar a alguien que me ayudara, vi un hospital, entré pensando que me ayudarían, pero nadie lo hizo. Estaba desesperada.
—Esta no es una veterianaria —fue todo lo que me dijeron.
—¿Qué tan difícil es vivir? —me pregunté con mis ojos cristalizandose—. Porque esto ya no es vivir, solo es sobrevivir… ¿Qué pecado estoy pagando? ¿Por qué todo lo que amé un día, ahora me ha abandonado? ¿¡Por qué!? —estaba tan enojada que mordí mis labios hasta hacerlos sangrar. Vi como la nieve se teñía con el color escarlata de mi sangre, mientras mi cuerpo golpeado por el cansancio se rendía.
No quiero esto, quiero vivir mi sueño, solo pido una segunda oportunidad, es todo lo que pido, una donde pueda ser feliz, solo una, y prometo aprovecharla hasta el último segundo, por favor…
…
Mi abuelo me platicó una vez sobre esa luz, aquella que aparece al final de la vida, algunos creen que esa luz es el paraíso, pero yo creo que es solo el inicio, el túnel es el camino de lo que hemos vivido en el mundo terrenal y la luz la oportunidad para cambiarlo, para volver y corregir los errores, ¿es esta mi nueva oportunidad? O quizás solo estoy alucinando.
—¡Uhhh!
Abrí los ojos de sorpresa, luego de que algo tocara mi nariz.
—¿D-dónde estoy? —me pregunté mirando el espacio cálido en el que me encontraba.
—¡Uhhh!
—Oh, Amarok —mi pequeño amigo estaba ahí, al parecer su herida había sido curada y no dejaba de mover su cola.
—Veo que ya despertaste. Empezaba a creer que no lo harías, un día más y te iba a mandar al hospital —dijo un hombre joven que entró a la habitación con la mano vendada.
—Supongo que usted fue quien nos ayudó, ¿cómo podré agradecérselo?
—Oye, no pido nada. Mi madre siempre decía que los favores se hacen sin esperar algo a cambio. Te vi en la nieve con esa pequeña bola de pelos.
—Mi pobre Amarok, agradezco que le haya curado su patita.
—La herida de tu pequeño amigo animal era superficial, la que me preocupó fue la tuya, ¿qué se supone que hacías en la nieve, niña?
—¿Niña?
—Un poco más y tus pulmones… Bueno… —se pasó las manos sobre su cabellera—. Tú misma debes saberlo. Ese pequeño animal tuyo no quiso alejarse de ti, incluso me mordió —me señaló su mano vendada.
—Oh cielos… Yo lamento eso.
—Ya no importa, eso es normal, solo te defendió. Imagino que creyó que era un atacante.
Subí a Amarok a mi regazo para acariciar su pelaje.
—Lo que sucede es que fue atacado, Amarok es un tipo de animal en peligro, solo estaba asustado.
—Pues hizo bien en atacarme, y vamos… No le guardo rencor. Pero cambiando de tema, pareces estar mejor, ¿quieres que llame a tu casa?
—Yo… yo no tengo casa.
—¿No tienes casa? —él se mostró incrédulo—. ¿Familia? Debes tener a alguien.
Entonces… Llegó a mi mente un solo nombre, no estaba muy segura, pues mi abuelo me habló de ella, y siempre la llamó una mala influencia, que como cuidadora no era buena, por eso fue mandada a vivir a lejos.
—T-tengo a alguien —contesté, sabiendo que nunca había visto a esa persona. Ni siquiera sabía si estaba viva, pues no estuvo en el funeral de mi abuelo. Recordé el número que mi abuelo guardaba en una agenda, de este modo el amable sujeto me prestó su teléfono.
Hice la llamada, pero no me respondió la persona, solo me mandó a un buzón, invitándome a su mansión para conversar personalmente con ella. Lo que indicaba que estaba viva.
—Muchas gracias —le devolví el teléfono.
—¿Te vas tan pronto? La nieve ha parado, pero en tu lugar no me confiaría.
—No se preocupe, estaré bien…
—Julen —me responde sonriente—. Sé que podré parecer confianzudo, pero si necesitas ayuda… Toma —me entregó una tarjeta—. Es mi número, y por si acaso —sacando de su billetera, me entregó unos billetes que no pude rechazar.
—Oh… Se lo agradezco.
Salí de esa pequeña casa con Amarok a mi lado, y observé el tenue brillo del sol que se asomaba entre las nubes.
Esta era la oportunidad que yo pedí. Sé que nada es una coincidencia en la vida, que todo es producto del esfuerzo. Quedarme de brazos cruzados no arreglaría nada.
Era hora de empezar esta segunda oportunidad.