¿Qué es esto que estoy sintiendo? Sus labios me saben a caramelo; son exquisitos. Muero por intensificar este beso, muero por explorar cada rincón de su boca. Con muchas dudas mi lengua deja en claro mis intensiones, y creo que con las mismas dudas, ella me deja hacerlo. Puedo sentir como su cuerpo comienza a tensarse bajo las sensaciones de nuestro beso; no quiero que tenga miedo... no podría resistir su rechazo. Con mi mayor fuerza de voluntad, dejo de besarla y suelto su rostro. La observo intentando comprender que está sucediendo por su mente, pero solo veo confusión.
—Perdóname por favor. Le vuelvo a decir.
Tengo temor de haberla hecho sentir mal.
—¿Por qué lo has hecho? Me pregunta tocando sus labios con sus dedos y vaya que me gustaría ser yo quien lo hiciera.
—No lo sé. Te vi... no lo sé... solo sentí ganas de besarte. Perdóname por favor, te prometo que no vuele a suceder. Intento explicarle, pero la verdad es que ni yo entiendo lo que he hecho.
—Te perdono, pero no vuelvas a hacerlo por favor. Me dice en un hilo de voz.
Puedo notar como se ha angustiado, y a decir verdad no sé muy bien qué hacer.
—Por favor, dime que estas bien.
No me perdonaría haberla lastimado o haberle hecho revivir nada de lo que ella ha sufrido.
—Sí. Iré al supermercado a comprar las cosas para la parrillada. Me dice como si nada y se marcha.
No entiendo absolutamente nada, creí que me golpearía, que me gritaría... en cambio se ha quedado callada y solo me ha pedido que no vuelva a hacerlo. Es como si otra Jacqueline se hubiese poseído de su cuerpo y fuera una más sumisa, débil, y ¿con miedo?
No, no quiero ni siquiera pensar que haya provocado que mi beso a la fuerza le recordara a lo que aquel imbécil le hacía. No podría ni siquiera perdonarme el haberme parecido ni un segundo a él... Pero, es que deseaba tanto besarla... Fue imposible evitar querer sentir sus labios en los míos pero, ¿Por qué? Si es bellísima... solo eso... ¿o es que acaso me está pasando algo mas con ella? Necesito dejar de pensar en esto. Simplemente no puede ser y punto. Por ella, por mi... por todo...
Voy al garaje y comienzo a subir las maletas que hemos dejado allí a lo que será su habitación y la mía, aunque ahora que lo pienso no hemos hablado de eso. Mi sentido común me dice que elegirá la habitación principal, así que yo simplemente elijo la que está al sentido opuesto del otro lado del pasillo. Puedo imaginarme que después de lo que hecho hoy, ella no me querrá tener cerca; he sido un completo imbécil.
Una vez que termino con mi tarea, comienzo a recorrer cada una de las habitaciones de la casa y la verdad es que me llama muchísimo la atención que hay un cuarto que es un estudio. Entro y pareciera como si alguien hubiera estado aquí hace poco ya que hay un ramo de rosa dentro de un jarrón. Me acerco a las rosas y me percato que hay una nota en ellas. Tomo la nota y me llama la atención lo que leo
"Jackie,
Tal como lo has pedido aquí está tu oficina para que puedas seguir con tus labores.
Cuídate mucho,
Raymond."
¿Raymond? ¿Pero quién es este tío?
Un extraño ruido me interrumpe, y ahora es que me doy cuenta que en cada habitación hay un dispositivo que anuncia cuando alguien entra a la casa. Supongo que será ella. Rápidamente salgo de la habitación y bajo las escaleras para ir a ayudarle. La observo entrar a la cocina a través de la puerta del garaje cargada de bolsas.
—¿Te ayudo? Le ofrezco mientras tomo las bolsas.
—Por favor, hay más en el auto. ¿Por qué no vas por ellas mientras yo ordeno? Me propone y su actitud sigue siendo como si nada hubiese ocurrido.
—Vale.
Una vez que todas las compras están acomodadas ella va a su cuarto a colocarse su traje de baño, y yo hago lo mismo
[...]
La manera que está ignorando lo sucedido, me pone un tanto nervioso. No sé bien que esperar de ella. Solo puedo intentar concéntrame en preparar el fuego para la parrillada, mientras que espero a que ella salga.
—¿Todo en orden? La escucho decir a la vez que siento el ruido de la puerta de vidrio cerrarse.
—Si todo bien. Le respondo y al levantar mi mirada intento seguir igual de concentrado. ¿Por qué es tan hermosa? Ese traje de baño la verdad que le queda bellísimo.
—Fue divertido ir al supermercado. Me comenta así de la nada y sigo sin entenderla.
—¿Por qué lo dices?
—Es que los productos aquí son tan diferentes a los de Estados Unidos... quería traerme todo lo dulce. Dice riéndose.
¿Se le habrá borrado la memoria de lo sucedido? ¿O es que realmente el beso que nos dimos definitivamente no significo nada para ella? ¿Tan mal beso? No recuerdo que alguien me haya dicho eso antes...
—¿Y los trajiste?
—No.
—¿Por qué? ¿No te alcanzo el presupuesto? Pregunto intentando hacer lo mismo que hace ella; olvidarme.
—No, simplemente no quise traer comida de más.
—Eso es muy considerado.
—Sabes, vi una nota de nuestro casamiento en una revista. Me comenta de la nada. –Sí que eres famoso aquí eh...
—Algo, pero ¿te han reconocido a ti?
—Casi.
—¿Casi?
—Nadie espera que la esposa de Pablo Alboran vaya al supermercado. Creo que no se han dado cuenta que era yo. Lo sospecharon, pero tuvieron muchas dudas y creo que por eso no me han dicho nada.
—Ah ya, ¿y tu tampoco dirás nada? Le pregunto mientras la observo cómo se acuesta en la tumbona que está cerca de la parrilla y yo debo tomar aire.
—¿De qué cosa? Me pregunta como si no tuviera ni idea de lo que le estoy hablando.
—Rubia... no nos hagamos los tontos; hablo del beso.
—Pablo, es mejor que no compliquemos las cosas. Debemos aguantarnos tres meses.
—¿Y qué seria complicar las cosas?
—Seria arruinar lo poco que nos llevamos bien.
—¿Y porque lo arruinaríamos?
—Rubio, no nos hagamos... lo que sucede aquí es una simple atracción física a la que yo no pienso ceder. Me dice de una manera muy directa.
—Vaya... muy directa.
—Es lo mejor rubio. Son solo tres meses y luego tu seras libre de enamorarte de quien quieras y yo de ver que hago con mi vida.
—Todo por nuestra imagen. Añado.
—Más que por nuestra imagen, en mi es porque tengo que hacer que los benefactores sigan apoyando a las fundaciones. Lo de mi separación con Damian ha afectado mucho quieren dejar de hacer sus donaciones porque creen que no soy un buen ejemplo de vida; debo convencerlos de que tuve una buena razón para "cancelar" mi boda con él y casarme contigo. Dice y noto la preocupación en su voz.
Pienso en sus palabras y creo que tengo una idea que puede ayudarla.
—Creo que te puedo ayudar y de paso tu me ayudaras a mí. Le digo con una media sonrisa.
—¿Cómo puedes ayudarme?
—Bueno... yo soy padrino de una fundación de niños con cáncer llamada Luis Olivares... si gustas, claro está... yo tengo un evento al cual asistir la próxima semana. Creo que podríamos ir juntos. Además, quizás quieras ayudar. Tú los ayudas a ellos y nosotros pretendemos ser un matrimonio de verdad.
—¡Pero porque no me has dicho eso antes!
—¿Qué cosa? Pregunto confundido.
—De que eras padrino de una fundación con una tan bonita causa. Hubiese ido a verlos desde ayer.
—Eh... ¿llevamos tres días en Málaga?
—Tantas tonterías que me has dicho y no me dices las cosas importantes... claro que quiero ir. Me dice con una enorme sonrisa. –Pero no porque nos vean juntos, si no porque quiero ir a conocer a los niños y la labor de la fundación.
—Vale... iremos entonces. Le digo sonriente. —¿Te puedo hacer otra pregunta?
—¿Cuál?
—¿Quién es Raymond?
Creo que mi pregunta le ha tomado por sorpresa porque me mira con sus ojos abiertos de par en par y no sé si he hecho bien en preguntarle.