18— Perdóname Por Lo Que Voy a Hacer

998 Words
La observo mientras entra a lo que ella llama casa y creo que deberíamos buscar un diccionario para que ella aprenda las definiciones de algunas de las palabras que utiliza. Decido seguir sus pasos y entro con dos de las maletas que hemos traído. Entro a la sala y solo puedo mirar a mí alrededor; esta "casa" es enorme, la mía lo es, pero está definitivamente gana. —Quiero suponer que junto a las llaves de la casa, te han dado un mapa, ¿no? Al parecer mis palabras la han hecho reír bastante. –Sí que eres exagerado, eh... Dice y luego sigue riéndose de mí. Bueno, al menos la divierto un poco. —¿Exagerado? ¿Tú has visto el tamaño de esta casa? ¿Te has dado cuenta que es solo para dos personas? No se tu, pero yo no voy a invitar a nadie más para que viva aquí. Le explico queriendo saber qué es lo que está pasando por esa loca cabeza. —Yo tampoco, no te preocupes. Ya tengo suficiente con que estés tu aquí. Dice seria, pero después me lanza una sonrisa y sé que está jugando conmigo. —¡Perdón! Es que no me di cuenta que te quitaba espacio... seguramente ocupare mucho lugar aquí, tanto que no tendrás donde colocar tu ropa. —No te preocupes, me las arreglare de alguna manera sin el espacio que ocuparas tú. Me dice siguiendo mi broma. –Bueno, ¿quieres ver la vista del exterior? En las fotos que me han enviado se veía genial. —Vamos. Dejo las maletas a un costado y la sigo a través de la sala para después llegar a la cocina y allí hay un enorme ventanal que tiene una puerta de vidrio. Al salir a lo que la gente llamaría jardín; que para mí es mucho más que eso, me quedo atónito con la vista. —Precioso, ¿no? Me pregunta mirándome fijamente. —Esto es increíble.  La piscina es muy grande, el jardín tiene una vista al mar que simplemente me deja sin aliento, y me llama mucho la atención el pequeño techo de paja que hay a un costado con una especie de cama. —¿Y eso? ¿Acaso allí dormía el dueño del lugar cuando se peleaba con su esposa? ¿o es que no alcanzaban las habitaciones? Le pregunto señalando aquel lugar. Ella se ríe ante mis preguntas, mira la cama aquella, y luego vuelve a mirarme. –Creo que tenía un propósito un poco mas romántico. Me dice con una tímida sonrisa. —Lo supuse, pero en nuestro caso la utilizare cuando nos peleemos... ojala y no deba hacerlo. Le digo entre risas. —La casa es grande, no vas a tener que utilizarla. Ahora, vamos a instalarnos. —Como mande capitana. Le digo haciendo el saludo militar. —¡Pablo! Me grita. –No soy mandona. Me dice seria y yo prácticamente me muero de risa. —No, para nada... Le respondo con mucho sarcasmo. —Vale, entonces propón tu qué hacer. Me dice a modo de reto. —Bueno, yo propongo que entremos las maletas, tomemos nuestros trajes de baño y hagamos una parrillada aquí fuera mientras disfrutamos de este increíble día. —Sabes que tendríamos que comprar comida, ¿no? Me pregunta burlándose de mí. —Bueno, yo entro las maletas y tu vas al supermercado, si es que sabes lo que es eso. —¡Vives haciéndome bullying!  Me dice sin parar de reírse. –Ahora diré yo que el cruel eres tú. —No soy cruel, pero no me has dicho ¿sabes lo que es un supermercado, rubia? —Sé lo que es un supermercado. Me responde colocando sus manos sobre su cintura. —Entonces tu vas y compras comida y yo entro las maletas. —¿Y porque no vamos juntos? Me propone. —Rubia, yo iría, pero tardaríamos mucho. —¿Tan famoso eres que no puedes ir al supermercado? ¿o te estás haciendo el importante? —Digamos que para ponerme a tu altura es un poco de las dos. Además, tengo hambre. Ve dale. Le insisto. —Bueno yo voy, pero me das las llaves de tu auto. Aun no he comprado uno. Me dice de manera muy seria y ahora si que tengo miedo. —¿Tu? ¿Conducir mi auto? Mmmm... no sé si sea buena idea. —Lo es, ahora dame las llaves. Me exige. —Mejor te llevo y te espero afuera. —¡No! Ahora voy yo sola. ¡Dame la llave! Vuelve a repetirme y se acerca a mí. —Que no... creo que tú no sabes conducir. Le digo para hacerla enfadar. —¡Que si! Vamos, que vengo de Los Ángeles ¿sabes lo que es conducir allá? —Tú solo le das instrucciones al chofer. —¡Rubio, dame la llave! Esta vez ella se acerca más a mí y veo sus intenciones claramente. Ella sabe que he puesto las llaves en mi bolsillo y se dispone a buscarlas, pero sujeto su mano antes que lo haga. —¡Ni se te ocurra! Le advierto. —¡¿Por qué?! ¿Qué me vas a hacer? Me pregunta y mi mirada se cruza con la suya de una manera que me pone nervioso. —Rubia, no lo hagas. Le repito, pero ella no me escucha e intenta soltar su mano de mi agarre. —Vamos rubio, dame las llaves. Me dice como si fuera una niña pequeña. Su manera de pedírmelo hace que baje la guardia y cuando menos me doy cuenta su mano está en mi bolsillo tomando las llaves. —¡¿Pero qué haces?! Le reclamo mientras la persigo cuando ella intenta escapar y al alcanzarla la tomo por la cintura. —Tomo las llaves. Dice intentando zafar de mi agarre y bastante agitada por haberse echado a correr para escapar de mi. —¿Nunca me harás caso en nada? Le pregunto sin soltarla y también un poco agitado por haberla perseguido. —Lo siento, lo mío no es hacerte caso. Me dice de manera burlona y sus ojos se clavan en los mios poniéndome muy nervioso. Solo puedo mirarla y perderme en lo que sus ojos me dicen. Miro sus labios y muero por besarla... es en este instante que me percato de lo que me está gritando mi interior. —Perdóname por lo que voy a hacer. Le digo en un susurro. —¿De qué hablas me pregunta muy confundida? Sin darle una respuesta verbal, sujeto su cuerpo más fuerte contra el mío, luego llevo mis manos a su cuello y la beso como creo que he querido hacerlo desde que la vi en aquella cama.
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