—Rubia, despierta... hemos llegado. Le vuelvo a repetir intentado despertarla ya que se quedó dormida en el auto.
—Mmmm... Es lo único que murmura y lentamente intenta abrir sus ojos.
Quien la viera diría que es un angelito, pero no tiene nada de angelical. Viendo que vuelve a cerrar sus ojos decido bajar del auto e ir hasta su lado. Abro la puerta del pasajero y me agacho.
—Jackie, vamos anda. Sé que estas cansada, pero es solo cuestión de entrar a la casa. Le digo como un tonto que intenta convencer a una niña, pero mire por donde la mire no encuentro a la niña.
—Ya va... Dice aun dormida y la verdad es que me mucha risa.
—Vale, déjame ayudarte. Le propongo y le quito el cinturón de seguridad. Bastante dormida ella baja del auto, pero casi se cae al hacerlo y no sé si es tan solo el cansancio o el champagne sumado al cansancio. —Mejor, te ayudo. Digo dándome por vencido y rindiéndome ante la torpeza con la que se mueve.
La levanto entre mis brazos y con ella de esta manera entro a la casa. Pensé que pesaría mas, pero a decir verdad es muy liviana, seguramente se la pasa haciendo dieta como todas las mujeres de su clase social que prefieren morir de hambre por miedo al que dirán. Su vestido se sube un poco más de la cuenta haciendo que tenga que hacer un esfuerzo muy grande por no perderme en sus piernas... no sé muy bien a quien estoy queriendo engañar, pero esta mujer me parece tan pero tan hermosa... Sus manos están enredadas en mi cuello sujetándose de mi mientras subo la escalera y el sentir su respiración sobre mi cuello me está gustando más de la cuenta. No debe sucederme esto. Lo nuestro ha empezado muy mal y dudo que vaya a mejorar en algún momento; a lo único que podemos aspirar es a una amistad porque la diferencia entre los dos son demasiadas. Se lo he asegurado, no me enamorare de ella.
Como puedo abro la puerta de su habitación y cuidadosamente la recuesto sobre la cama. La cubro con el edredón intentando tapar sus perfectas piernas a penas cubiertas por la tela del vestido, y me quedo observándola desde el final de la cama. Me es imposible no pensar en lo poco que se de ella, pero que tan doloroso es. ¿Cómo es posible que un hombre pueda haberle hecho tanto daño? Si ella fuera mía jamás permitiría que alguien le hiciera daño.
¡¿Si fuera mía?! ¡¿Te has vuelto loco?! Me grita mi subconsciente. Definitivamente debo dejar de tomar alcohol en presencia de esta mujer, creo que ella aumenta los efectos del alcohol y me hace decir estupideces. Ahora que lo pienso, no puedo dejar de preguntarme si aquella noche fui yo quien le propuso que nos casáramos... Con solo imaginarlo me da algo en el estómago, ¿nervios? No puedo imaginarme proponiéndole matrimonio en medio de un bar o de la calle a esta mujer. ¡Dios, sí que me habré visto ridículo!
Es mejor que salga de aquí, si sigo parado pensando en lo que sucedió y en la cantidad de estupideces que pude haber cometido en unos pocos minutos aquella noche, no dormiré. Aunque, igual no creo que pueda hacerlo, no con su imagen en mi cabeza. Esta noche le confesé que si habíamos hecho el amor y afortunadamente ni ha insistido en saber porque lo sabía y ni se lo ha tomado a mal. Me hubiese dado mucha vergüenza explicarle gráficamente porque me di cuenta que si la había hecho mía aquella noche a pesar de que no recuerdo nada. Entro a mi habitación, me quito la ropa, y entro a mi cama para intentar descansar. Realmente lo necesito.
Al día siguiente
Me he despertado demasiado tarde, pero supongo que es normal; anoche hemos llegado muy tarde. Entro a la cocina para poder desayunar algo y me sorprende verla ayudando a mi madre a cocinar. ¿Acaso sabe cocinar?
—Buenos días. Las saludo sorprendiéndolas.
—Hola hijo, ¿has descansado?
—Si madre, ¿Qué hacen? ¿Le estas dando clases de cocina a Jackie? Le pregunto y creo que, si ella hubiera tenido un cuchillo en la mano, me lo lanzaba.
—¡Hey! ¡Creí que no me atacarías más! Me grita de manera divertida haciendo que hasta mi madre se ría de nuestra pelea.
—Perdón rubia, pero nunca me hubiera imaginado encontrarte aquí. Supuse que ni sabias lo que era una cocina. Le digo entre risas.
—No creas, a veces iba de turismo por la cocina de mi casa y tomaba fotografías. Me dice de manera sarcástica.
—Vaya ustedes dos. Nos comenta mi madre. —No sé si preocuparme o reírme de sus peleas.
—Elena, no se preocupe... Aparentemente su hijo y yo no nos podemos entender de otra manera, pero aun no nos hemos matado y hasta que no firmemos los acuerdos de separación de bienes no lo haremos. Le dice sonriente.
¿Acuerdos de separación de bienes? Perfecto, me he enterado de algo nuevo.
—Mmmm... creo que deberíamos de hablar de eso, ¿no? Le pregunto un poco confundido.
—Si claro. Antes que me digas nada... me llego el email esta mañana. Se defiende.
—Vale...
—Bueno hijo, y respondiendo a tu pregunta... no, no le estoy enseñando a cocinar; todo lo contrario, ella me está hablando de los cursos de comida internacional que ha hecho.
—¿Cursos? ¿Comida internacional? ¿ella? Pregunto algo impactado.
—Si hijo, es muy buena. Así que cuando se muden estaré tranquila de que no morirán de hambre. Dice riéndose y ahora si que estoy pensando en que no tengo ni la más mínima idea de quién es la mujer con la que me he casado. Bueno, pero supongo que eso es normal ¿no? Me case ebrio...
—Hasta que al fin le veo el lado positivo a estos tres meses de casamiento. Le digo en broma.
—Veremos si yo puedo encontrar algun lado positivo también, ¿no? Dice con una media sonrisa y una cara que me deja saber no está diciendo lo que está pensando.
—Veremos... Mientras tanto desayunemos, ¿sí?
—Si, mejor a ver si con el estómago lleno dejan de matarse ustedes dos. Acota mi madre haciendo que Jackie y yo nos miremos para luego reírnos. Definitivamente dudo que alguien comprenda esta manera en la que nos llevamos, a penas lo hacemos nosotros...