Capítulo 8.4

1357 Words
- Emma, quizás tengas razón. Quizás sea Ryusei ese hombre que en todos estos años no llegó a mi vida. Quizás deba darme una oportunidad. Quizás tengo miedo de enterarme que él no siente lo mismo y sufrir lo que por años le he dado a todo aquel que se me ha acercado con intenciones románticas: rechazo. Es más complicado que solo aceptar que Ryusei Miura me gusta, que la paso bien a su lado y quiero saber si esto podría ser más que una amistad. El amor no es cosa de una sola persona, es de dos, y yo no tengo ni la más remota idea de si él siente algo por mí. Emma pudo ver en la mirada acuosa de su tía la verdad, la sinceridad, algo que estaba reprimiendo para no verse descubierta ante todos porque sus sentimientos siempre los había protegido y no pretendía que nadie los dañara. En eso se escuchó el insistente timbre de la puerta principal, y Emma supo que Ryusei había llegado y de seguro escuchado lo que su tía acababa de decir. La joven corrió hacia la puerta, y escondiéndose detrás de ella dejó el paso libre para Ryusei, quien ingresó sacándose los zapatos como pudo, caminando descalzo por el apartamento hasta llegar a donde se encontraba la hermosa rubia de cuarenta y dos años que a sus treinta le había robado el corazón. La presencia de Ryusei sorprendió a Ann, quien de un salto dejó su asiento y dio un par de pasos hacia atrás cuando lo tuvo enfrente. Emma aprovechó para dejar el apartamento, ya que la idea que tenía era que esos dos se quedaran solos y pudieran expresar sin temor lo que sentían. Ryusei tenía tanto amor en la mirada que solo un ciego podría no darse cuenta lo que Ann despertaba en él. Sin embargo, ella aún no estaba lista para enfrentar esa situación que se le hacía muy difícil por los prejuicios con los que había crecido y millones de personas en el mundo compartían con ella, personas a las que su historia de amor con un hombre menor llegaría porque tanto ella como él eran personajes públicos conocidos internacionalmente. Ella no estaba preparada para ser juzgada por amar bonito a alguien, por lo que, al tener enfrente el motivo de sus dudas, quiso alejarse de él, y sin razonar sobre si sus ropas le darían el abrigo ante una noche que se prometía lluviosa, Ann esquivó el agarre que Ryusei intentó asir a uno de sus brazos y dejó el apartamento en mangas de camisa, unos pantalones formales y babuchas de casa. Ann tuvo suerte de que ni bien apretara el botón del elevador, este abriera sus puertas. La imagen de Ryusei corriendo para alcanzarla quedaría grabado en su memoria, más porque él le decía: «No te vayas, podemos luchar y defendernos juntos». Él no se daría por vencido, así que corrió hacia las escaleras de emergencias para bajar por ellas, ya que el otro elevador demoraría en llegar. Ann salía corriendo, alertando al personal de la recepción porque no iba abrigada ni calzada correctamente. Al ver a Ryusei saliendo por la puerta de la escalera de emergencia, corriendo detrás de la periodista, no entendieron lo que pasaba, pero decidieron callar, ya que les pagaban para proteger la integridad física e intimidad de los inquilinos del edificio. Sin saber por dónde ir, la Houston decidió alejarse de la avenida en donde estaba el edificio y tomó la vía que la llevaba a las calles paralelas detrás de este. Ryusei pudo reconocerla gracias a que la falta de abrigo la hacía visible por ser diferente a los demás que caminaban por la calle en esa fría noche. A los pocos segundos que empezó la persecución, la lluvia comenzó a caer con la intensidad que la caracteriza en los meses de otoño. Si Ann ya sentía frío, con las gruesas gotas de lluvia golpeándola a una alta velocidad empezaría a temblar mientras intentaba no dejar de correr, pero las afelpadas babuchas que calzaba se tornaron inservibles para proteger sus pies al mojarse, por lo que decidió dejarlas y seguir descalza. Ryusei logró llegar a estar solo unos cuantos pasos detrás de ella. Él sentía que Ann necesitaba su espacio, pero no quería dejarla sola en la calle, en plena lluvia y con personas de dudosa reputación que en cualquier momento podrían salir a su encuentro. Él iba detrás de ella, viéndola llorar mientras de alguna manera la estaba protegiendo. Ann estaba llorando por dos motivos: porque sabía muy bien que estaba enamorada de un hombre doce años menor que ella, algo que de alguna manera traería varios problemas y momentos difíciles en su vida, y porque sentía que al amar a un hombre que no era Bryan, estaba faltándole el respeto al recuerdo que tenía de ese maravilloso hombre a quien amó con todas sus fuerzas. Ella caminaba sin prestar atención por donde iba, ya que estaba sumida en sus pensamientos, en sus prejuicios, en su culpa por sentir nuevamente amor por un hombre al que muchos señalarían como prohibido para ella. Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no se percató que estaba por cruzar la calle y que el semáforo ya había cambia de rojo a verde. Estaba tan ida con todo lo que le pasaba que no vio que un auto iba a más velocidad de la permitida a su encuentro, uno que hubiera sido fatal para Ann si no fuera por el oportuno Ryusei, quien con dos largas zancadas llegó a donde ella estaba, y tomándola por uno de sus brazos la jaló hacía él, evitando que sea brutalmente golpeada por un vehículo sin control. Con los ojos cerrados por el ruido del claxon que logró escuchar muy cerca de ella y por el fuerte remezón que sintió al ser bruscamente jalada hacia un cálido y musculoso cuerpo cuyo aroma reconoció, Ann estaba salva y segura entre los brazos de Ryusei. De a poco abrió sus azules ojos y se encontró con la mirada marrón y rasgada de aquel hombre del que pretendía huir. Sin embargo, al escucharle decir aquello que él llevaba días pensando confesar, harían que ella desista de su deseo de mantenerse alejada de él. - Si el problema es que no sabes lo que yo siento por ti, ahora te lo voy a decir: Me gustas, Ann Houston. Me gustas muchos, y desde el primer día en que te vi, en aquella entrevista de hace dos años atrás. Contigo me siento tan bien que soy libre de ser yo. Si me aceptas, te aseguro que no estarás luchando y defendiéndote sola por la relación que tendríamos porque seré yo quien me pare enfrente de ti y reciba todas las flechas de negatividad que el mundo nos lance. Si me aceptas, no estarás sola nunca más porque llevarás contigo mi corazón, uno que muero por entregarte por completo. Si me aceptas, recibirás no solo mi afecto, mi cariño, mi ternura y mi amor, sino que también te daré mi respeto, mi confianza, mi admiración… te daré todo lo que quieras de mí porque sé que eres una mujer que lo vale, y que al apostar por ti estoy yendo a ganador. Quizás el frío, o quizás el amor que entre ellos ya existía hizo que Ann se pegara más al cuerpo de Ryusei. Después de escuchar lo que él tenía que decirle, ella lloraba, pero de felicidad. Él no lo pensó más y bajó de a pocos la cabeza para acercarse a la de ella, quien lo esperaba expectante por saber el siguiente paso que él daría. Ella sería doce años mayor que él, pero ella quería un hombre que tomara la iniciativa, y él no la defraudaría. En ese abrazo tan íntimo, después de confesarle que llevaba dos años pensando en ella, Ryusei unió sus labios a los de Ann. Y con ese beso que ella no rechazó y él incrementó por la pasión que ella le despertaba, nació una nueva relación que muchos reprobarían, poniendo a prueba la seguridad y tenacidad de la pareja.
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