Capítulo 5.4

1568 Words
A Ann solo le bastó escuchar esa respuesta de Bryan para darse cuenta que podía confiar en él, al menos para descargar su garganta de aquello que le dolía y la habían obligado a ocultar. Al decirle que tenía un grave secreto que confesar, que no podía soportar más esa pesada carga que habían puesto sobre sus hombros, el joven misionero la llevó a la oficina del reverendo en donde la esposa de este le había dicho que podía esperarlo hasta su regreso. Ahí la joven Houston le contó todo lo sucedido hace unas cuantas tardes atrás y el misionero entendió el por qué estaba padeciendo tremendo sufrimiento: no solo había visto como un inocente muchacho era asesinado sin sentido alguno y con total sangre fría, sino que estaba ocultando la identidad del responsable de tan horrendo crimen. - Debemos denunciar a Arthur Clark, es nuestro deber no solo como cristianos, sino como ciudadanos de bien. No es posible que dejemos andar como si nada a tan peligroso personaje –dijo Bryan y Ann empezó a negar moviendo frenéticamente la cabeza. El miedo que sentía por el lunático Clark era notorio. - No, por favor. Mi hermana mayor está embarazada, y él me amenazó con hacerle algo a ella y al bebé si yo hablo. Él tiene mucho dinero y puede comprar las consciencias de la policía, del juez, del pueblo entero. Además, mi padre trabaja para su familia y temo que le pueda hacer daño, algo más grave que quitarle su empleo –Bryan entendió que ese abusivo hombre se había ocupado de conocer bien a la familia de Ann y que tenía medios para hacerla sufrir dañando a los que ama. - No te preocupes, diré que yo presencié el crimen, que me había perdido entre los caminos para llegar a Sisters y al subirme a un árbol para encontrar la ruta correcta, porque no había señal para usar el GPS, pude ver lo que ocurrió –Ann lo miraba con duda de si hacían bien o no en mentir de esa manera-. No temas. Sé que está mal mentir, pero solo lo haremos para ganar tiempo para proteger a tu familia. Ahora has uso de toda tu capacidad de memoria y descríbeme hasta el más mínimo detalle de lo sucedido: cómo iban vestidos ustedes y el muchacho, el tipo de bicicleta que llevaba, el auto de tu novio. Necesito todos los datos que me puedas brindar para presentarme a la policía con notoria seguridad –Ann empezó a contarle lo que le pidió y Bryan tomaba apuntes de ello. - Bryan, mejor desistimos de esto. Arthur Clark es muy poderoso, no vamos a poder contra él –el misionero sonrió a Ann y llevó hacia detrás de la oreja de la joven Houston unos cabellos que se habían escapado de su peinado. - No temas, tengo quien me respalde. Todo saldrá bien –después de terminar la conversación, Bryan le pidió que se marchara a casa y que le siguiera el juego al lunático Clark, ya que no debía sospechar que pronto sucedería algo que lo pondría en notoria evidencia. Al llegar a casa, Ann notó a sus padres muy preocupados. Arthur había llegado buscándola, y al no encontrarla se había retirado notoriamente molesto. La joven Houston explicó a sus padres que antes de venir a casa quiso pasar por la iglesia a orar por el alma de su compañero de clase, para que descanse en paz y puedan dar con quien le hizo tremendo daño. Las lágrimas volvían a caer de los ojos de Ann, y se dio cuenta que esta vez la tristeza ya no pesaba de tal manera que sentía que se quedaba sin aire. Mientras sus padres la abrazaban, ella agradeció a Dios por poner a Bryan en su camino; tenía una fuerte corazonada de que ese misionero la iba a ayudar a sacar de su vida a Arthur Clark. Una semana después, la policía estatal tocaba la puerta de la casa de Los Houston. Al hablar con Alfred le informaron que habían recibido un testimonio anónimo en que inculpaban a Arthur Clark sobre el asesinato del muchacho hallado atropellado a las afueras del pueblo, y que su menor hija estaba siendo llamada como testigo de lo sucedido. Ann había escuchado la llegada de los policías y mientras su padre hablaba con ellos fue bajando las escaleras. Cuando el oficial a cargo de ir por ella terminó de hablar, ella ingresó a la sala y le pidió a su padre que le permitiera dar su testimonio. Al ver que eran los estatales y no la policía local, Ann se sintió más segura de que nada le sucedería a ella y a su familia, ya que Los Clark no podrían comprar las consciencias de todo el Departamento de Policía del Estado de Oregon para proteger a su hijo. Al llegar a la delegación de policía local que había sido tomada por los estatales para el desarrollo de las investigaciones, un abogado la estaba esperando. Ann miró a su padre quien de inmediato le dijo que él no conocía a ningún abogado, así que no sabía cómo llegó ahí. El abogado le dijo que no se preocupara por quién pagaba sus honorarios, que lo único importante era que ella dijera la verdad y que él se preocuparía de cuidar que la policía siga el correcto proceso con ella, ya que al ser una menor de edad no podían hostigarla como sí lo harían con un ciudadano adulto. Arthur fue detenido y llevado a Portland, en donde se realizaría el juicio, ya que Ann no solo confesó lo del asesinato de su compañero de clase, sino también la existencia del night club, ese fraudulento negocio en donde Arthur permitía la comercialización de drogas ilícitas y la práctica de la prostitución sin un debido control de las autoridades. Además de estos dos delitos, se le agregaría uno más que había cometido hace ocho años atrás: el asesinato de su exprofesor del internado. La policía solo pudo hallar una huella dactilar en toda la escena del crimen del maestro pervertido, pero al no contar con la identidad del asesino en su base de datos no pudieron seguir con el caso. Al haber ingresado a Arthur a la cárcel mientras se desarrollaba el juicio que determinaría su sentencia, sus huellas fueron anexadas a la base de datos de la policía, por lo que pudieron confirmar que esa única huella dactilar le pertenecía al lunático Clark. Peter y Madison Clark no podían creer que su hijo fuera un monstruo que todos estos años los había engañado. Cuando la pareja quiso hablar con él, y le pidieron que les dijera la verdad porque no podían creer lo que los policías estatales confirmaban al encontrar pruebas en su contra de haber cometido todos esos delitos, Arthur le escupió en la cara a sus padres el odio que sentía por ellos al haberlo enviado a estudiar a ese maldito internado en donde fue abusado repetidas veces por ese pervertido maestro. Madison lloraba mientras le pedía perdón a su hijo por no haber sido una mejor madre y haber permitido que un miserable pederasta lo dañara. Peter quedó en shock al saber lo que había sucedido con su hijo y la clase de persona en la que se convirtió al no contar con la adecuada guía y apoyo para superar el trauma que sufrió en su niñez y adolescencia. Madison le pidió a su esposo que dijera algo, pero este no pudo y cayó inconsciente al suelo. La fuerte impresión le había producido un paro cardiaco fulminante, acabando con su vida en ese instante. El juicio concluyó declarando fundada cada una de las acusaciones que cayeron sobre Arthur Clark. Por unanimidad los miembros del jurado que participaron en el juicio lo señalaron culpable de los tres delitos que se le indicaron. Al haber cometido dos asesinatos, el castigo que se le debió dar al lunático Clark era la pena de muerte, pero al haberse probado el abuso que sufrió por las investigaciones que se hicieron alrededor del comportamiento del maestro asesinado en el barrio rojo, el juez desistió de dicha pena y le confirió una determinada cantidad de años de restricción a la libertad por cada asesinato, más el negocio ilícito del night club. El juez dictó un acumulado de ciento veintitrés años de pena privativa de la libertad en contra de Arthur Clark, y sin derecho a que le rebajen la condena porque los asesinatos que cometió lo hizo con plena consciencia de lo que estaba haciendo. Con esa sentencia, Arthur nunca saldría de la cárcel y moriría entre los barrotes de la prisión. El abogado de Ann pudo probar con los informes que los estudios psicológicos arrojaron que su defendida fue una víctima más de Arthur Clark y no su cómplice como en algún momento la fiscalía propuso. Ella era menor de edad, y las amenazas que este le hacía a cada momento, además de la presión psicológica que ejercía al tenerla en constante expectativa de protegerse al recibir maltrato físico, sirvieron para que sea absuelta de cualquier cargo. Sin embargo, el juez dictaminó que Ann Houston debía pasar por una larga terapia psicológica para superar el trauma sufrido por los maltratos que Arthur Clark le infirió y por haber sido testigo del brutal asesinato de su compañero de clase.
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