Capítulo 6.1

1636 Words
Tras la muerte de Peter Clark, su esposa tuvo que recurrir a su hija mayor, Astrid, quien estaba casada desde hace unos cinco años atrás y vivía en Francia junto a su esposo e hijos. Benoit Lefebvre, un acaudalado empresario francés dejó a cargo de sus hombres de confianza sus negocios en su país natal para dedicarse junto a su esposa a manejar la fortuna que dejara Peter y no tuviera a quién entregar al estar Arthur encerrado por los delitos que cometió. Los Houston recordaban a Astrid como una niña muy dulce y amable, así como a su esposo, quien vivió un tiempo en Sisters cuando estuvo de novio de la hija mayor de Los Clark, pareciéndoles un joven encantador y muy bien educado, respetuoso y nada soberbio. Sin embargo, la llegada de la pareja no beneficiaría para nada a Los Houston. El testimonio de Ann fue el que confirmó la culpabilidad de Arthur en la muerte del muchacho hallado atropellado a las afueras de Sisters y la existencia del clandestino night club, por lo que era señalada por Madison Clark como la responsable de que su único hijo varón estuviera privado de su libertad hasta el día que le llegara la muerte. La Señora Clark culpaba a la joven Houston porque no quería aceptar que el monstruo en que se había convertido su hijo fue producto de haberlo alejado del hogar, de la protección y cuidados que ella y Peter Clark estaban obligados a prodigarle, permitiendo que un asqueroso pederasta lo dañara, rompiera su alma y su mente al llenarle la cabeza de mentiras que solo ponían a Arthur como único responsable de lo que ese pervertido hombre le hacía. Como ya había perdido a su padre, Astrid no quería ver morir a Madison, por lo que no le quedó de otra que ponerse del lado de su progenitora y convencer a su esposo de que Alfred Houston no podía seguir trabajando para los negocios de la Familia Clark. Al francés le pareció una injusticia, pero aceptó la postura de su esposa porque su suegra estaba a punto de perder la cordura por tanta desgracia que había caído sobre su familia de un día para el otro, ya que, en menos de un mes de haber sido apresado, Arthur fue sentenciado a vivir encarcelado ciento veintitrés años, matándolo en vida, y días previos de escuchar esa condena, Peter dejó este mundo de manera tan sorpresiva. Alfred Houston fue citado por Lefebvre al día siguiente de que acabaran los funerales de Peter Clark, los cuales se dieron tras la llegada a Sisters de Madison junto a su hija y yerno después de dejar a Arthur purgando su condena. Como comenté anteriormente, el empresario francés no estaba de acuerdo con el despido de Alfred, pero lo aceptó porque fue una exigencia de su suegra que su esposa vio a bien acceder por la salud de la madre Clark. El padre Houston se presentó a la cita manteniendo en todo momento la cabeza en alto, ya que él tenía muy claro que Arthur se había aprovechado de su posición para ganarse la confianza de su familia y poner a Ann en tan delicada situación, una que había dejado a la joven con notorios traumas por los eventos desafortunados que mantenía en su memoria, algunos que la atormentaban más que otros y que no sabían si en un futuro podría olvidar y sanar. Alfred sospechaba el motivo por el que le habían citado, así que no fue una sorpresa escuchar de Lefebvre que estaba despedido, que en dos días iba a recibir en su casa la visita del liquidador de la empresa para que firme la documentación requerida por el fin del contrato de trabajo y se le haga entrega de un cheque por el dinero que la empresa le debía al terminar la relación laboral con él. El padre Houston se iba a retirar sin decir ni una palabra de más, ya que el francés se había comportado con cortesía, y, además, recibiría un dinero con el que podría mantener a su familia mientras conseguía un nuevo empleo, algo difícil en Sisters al ser un pueblo pequeño; sin embargo, la presencia de Madison gritando insultos contra él, Ann y toda su familia, hizo que no se aguantara más y le lanzara en la cara las verdades que esta intentaba ignorar. Todos aquellos que pudieron presenciar ese deplorable momento para la viuda de Peter Clark le dieron la razón a Alfred, por lo que en los siguientes días el nombre de Madison estuvo en la boca de cada poblador de Sisters, quienes la señalaban como la culpable de la desgracia de Arthur junto a su fallecido esposo. Aunque quisieron evitar que Ann se enterara del despido de su padre, esta lo supo al escuchar la conversación que sostenía un par de señoras en la sala de espera de los consultorios donde iba todos los días a recibir el tratamiento psicológico que el juez indicó para ella. Al entender que su familia al final sí salió perjudicada de alguna manera, Ann rompió a llorar muy afectada y se alejó de Abigail, quien la acompañaba, sin un rumbo fijo. Al no ser un poblado tan grande, Ann desistió de ir dando vueltas sin sentido y se dirigió a la iglesia, donde una vez más cayó arrodillada enfrente del altar. Como si de un déjà vu se tratara, Bryan vio a Ann corriendo hacia la iglesia cuando llegaba desde el poblado de Bend para saludar al reverendo de Sisters. El joven misionero no dudó en ingresar a la iglesia y buscar a la joven que nuevamente recurría a Dios al sentirse desesperada. Como sucedió casi dos meses atrás, Bryan se acercó y tocó suavemente el hombro de la joven Houston, quien volvió a mirarlo con sus hermosos ojos azules llenos de lágrimas. - Ahora, ¿qué hiciste para estar llorando de esa manera? –Bryan sonreía con ternura para tranquilizar a la jovencita que no dejaba de lamentarse. - Que mi padre sea despedido y mi familia perdiera el principal sustento que paga los gastos –esas palabras más la voz quebrada de Ann le hicieron sentir una gran tristeza al misionero porque ella no era culpable de nada, pero aún no se daba cuenta de ello. - En primer lugar –empezó a decir Bryan tomándola del brazo para que dejara el reclinatorio y comenzara a caminar al lado de él hacia el exterior de la iglesia-, tú no eres culpable de nada. Lo que han hecho con tu padre es una injusticia porque, si él ha sido un buen empleado, no tendrían por qué despedirlo. Eso es más un acto de venganza por parte de aquellos que son familia de quien te dañó y es el verdadero culpable de todo lo ocurrido –Ann caminaba al lado de Bryan sin dejar de observarlo, escuchando atenta mientras él la guiaba con cuidado de no tropezar por las bancas de la iglesia hacia la puerta de salida. - ¿Hay un segundo lugar? –soltó Ann sin pensar e hizo que Bryan riera, algo que a ella le pareció una escena muy bonita porque no podía negar que el misionero era un joven varón muy atractivo. - Sí lo hay. Antes de ponerte a llorar por algo material, por algo que proviene de este mundo, recuerda que hay cosas más importantes que vienen de donde está Dios –Ann no entendió lo que quiso decir, así que Bryan prosiguió explicándose-. Desde mi punto de vista, me parece que es más fácil que tu padre consiga un nuevo trabajo a que tú consigas paz para tu consciencia si seguías ocultando las fechorías de Arthur Clark. Dios no desampara a sus hijos, mucho menos a los que siguen sus mandamientos y enseñanzas. Aférrate a Él junto a toda tu familia y verás que pronto llegarán buenas noticias para los tuyos. Bryan terminó su comentario con una sonrisa, la cual Ann sintió que empezaba a parecerle lo más bonito que podría encontrar en ese pueblo después de lo que había vivido. El misionero le dijo que podía acompañarla hasta su casa para asegurarse de que estaría bien y que en el camino podrían conversar sobre lo que ella quisiera. Ann no perdió la oportunidad de preguntarle su edad, de dónde provenía, si acaso quería ser un reverendo protestante o qué fin tenía el dedicarse a la misión. Bryan le respondió que tenía veintidós años, que hace unos meses atrás había culminado sus estudios de Economía enfocada en negocios en la UCLA, y que antes de iniciar su vida laboral quiso prestar un tiempo sirviendo a Dios, en agradecimiento por todo lo que le había dado desde que nació hasta que culminó la universidad. Indicó que su familia proviene de la ciudad de Salem y que solo son su padre, su madre y él, ya que no tiene hermanos. Ann le dijo su edad y le habló sobre su familia, sobre lo emocionada que estaba porque la bebé Emma naciera pronto y poder tenerla en sus brazos. Le contó que su cuñado era inglés y que por eso su hermana y sobrina partirían irremediablemente hacia Londres, donde Harold podía darles una mejor calidad de vida. Bryan notó la tristeza en los ojos de la joven Houston, por lo que le dijo que no debería lamentar que ellas se vayan a un lugar mejor, que solo debía esforzarse para poder viajar a visitarlas cuando quisiera. Ann mencionó que por eso es que aceptó iniciar una relación con Arthur, pensando que al ser millonario podría pagarle el pasaje de avión cada año para ir a ver a Alice y a su sobrina. Bryan detuvo la marcha y confrontó a Ann por ese detalle que acababa de confesarle.
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