Capítulo 5.2

1486 Words
Arthur encendió el auto y siguió manejando para dejar a Ann en su casa. Este no quería que notaran la abolladura que dejó la bicicleta en el parachoques del vehículo ante el primer golpe, así que hizo que la joven Houston se bajara en el parque, a dos cuadras de su casa, y luego emprendió marcha hacia el night club en donde esperaba que David le ayudara a pensar qué haría para ocultar una prueba del asesinato que había cometido. Mientras el auto del lunático Clark se alejaba, Ann caminaba hacia su casa en silencio. De lejos parecía un zombi, con ese vestido todo sucio, la cara llena de lágrimas y mocos, así como su cabello desordenado por los jalones que ella misma se diera al entrar en pánico ante la escena de ver el cuerpo sin vida de su compañero de clases debajo del auto de Arthur Clark. Al no poder dormir porque el tamaño de su vientre comenzaba a impedirle conciliar el sueño como era debido, Alice estaba sentada en el sillón que tenía en su habitación mirando por la ventana. Cuando vio a su hermana en ese deplorable estado en que se encontraba, fue a avisarle a su madre que algo malo le había sucedido a la menor de sus hijas. Abigail dejó la cama y bajó las escaleras antes que Alice para abrir la puerta de la casa y dejar ingresar a su hija. Cuando vio lo sucia que estaba y lo quebrada que se encontraba su alma, Abigail pensó que el estado calamitoso de Ann se debía a que Arthur intentó abusar de ella. Al llegar Alice con su enorme vientre al encuentro de su hermana, esta empezó a llorar junto a Ann, quien sin decir nada solo derramaba lágrimas al sentirse tan miserable y culpable por la muerte de ese muchacho. Madre y hermana la ayudaron a subir las escaleras y la llevaron al baño para ayudarla a deshacerse de sus ropas y se dé un reparador baño con agua caliente. Mientras Abigail lavaba los cabellos de Ann y Alice restregaba la esponja de baño por la espalda de esta, ambas intercambiaban miradas queriendo decirse la una a la otra las sospechas que tenían sobre lo que le había ocurrido a la joven Houston, pero ninguna se atrevía a abrir la boca delante de la herida Ann. Al llevarla a su habitación, la ayudaron a secar su cuerpo y cabello para que pudiera vestir el pijama. Al notar que no había sufrido un sangrado vaginal se sintieron aliviadas porque la joven no había sido abusada, pero al encontrar un moretón en su espalda y otro en el lado derecho de su cadera, pensaron que de seguro había sido víctima de alguna agresión por parte de Arthur. Abigail fue quien se atrevió a preguntar lo que sospechaba, así que fue directa al preguntar si había sucedido algo con Arthur, a lo que Ann respondió afirmativamente moviendo la cabeza. - ¿Acaso te quiso obligar a tener relaciones sexuales? –Alice preguntó de manera directa. - No –soltó Ann en un adolorido susurro. - Entonces, ¿qué ha ocurrido para que estés así? –insistió Alice, pero Ann solo negaba con la cabeza mientras más lágrimas caían de su azulada mirada. - Por favor, hija, dinos lo que te ha ocurrido –Abigail empezaba a sentirse muy angustiada al ver a Ann tan rota por dentro. - Solo hemos discutido –logró articular su respuesta la joven Houston. - Pero ¿por qué estabas llena de tierra y sangre? ¿De quién es esa sangre? –insistió levantando un poco la voz Abigail, a quien Alice debió calmar. Ann aprovechó que su hermana mayor discutía con su madre sobre cómo debían hacerle las preguntas para pensar en su respuesta. - Esta tarde estuvimos en el resort, y me molesté cuando vi a una foránea coquetearle y él no rechazarla. En mi cólera empecé a caminar sin rumbo y terminé por los jardines, donde me caí. Arthur fue detrás de mí, y al querer auxiliarme una rama rasgó su pantalón y lo hirió. De él es la sangre –a Ann le dolía aún más tener que mentirles a su madre y hermana mayor, pero era eso o que el lunático Clark planeara hacerle daño a Alice y a su bebé. - ¿Y por eso lloras tanto? –preguntó Alice con mucha ternura. - Sí. Es que por mi falta de confianza Arthur se hirió y por ello me siento terrible. - ¿Acaso fue grave lo que le sucedió? –preguntó preocupada Abigail. - No, pero no debió suceder. - Bueno, a veces las parejas discutimos, son cosas que pasan. Verás que mañana te busca como si no hubiera sucedido nada. El amor lo puede todo, Ann –lo dicho por su madre caló en la joven Houston. «Por amor a ustedes voy a soportar todo este dolor y ocultarlo en mi interior para que nadie les haga daño», se repetía en su mente la asustada Ann, quien empezó a llorar con más sentimiento aún al imaginarse que Arthur arremetía contra su hermana y cumplía con su amenaza de hacer que Alice pierda a su bebé. Esa noche no se encontraban en casa Alfred ni Harold por lo que no se enterarían de lo ocurrido, más aún cuando Ann había asegurado que fue algo sin mucha importancia. Alfred estaba ausente porque tuvo que ir a la granja de Los Thomson para verificar la calidad de la carne que comprarían para abastecer el supermercado, algo que tomó más tiempo del pensado, haciéndose tarde para volver, por lo que aceptó la amable invitación del patriarca de esa familia a pasar la noche en su propiedad. Harold había viajado a Portland para asistir a la cita que tenía en el consulado inglés para ver el tema de los documentos de Alice, para que su ingreso y vida en Londres se den sin contratiempos. Al despertar por la mañana, Ann no quiso salir de la cama. Abigail y Alice no la obligaron a hacerlo, ya que entendieron que podía sentirse un poco triste por lo sucedido la tarde anterior. Mientras la madre y la hija mayor tomaban desayuno en el comedor, alguien tocó la puerta de la casa insistentemente, era la hermana mayor del muchacho que Arthur asesinó. Estaba recorriendo el poblado junto a sus padres buscando a su hermano, quien salió de casa después del almuerzo del día anterior. Ann pudo escuchar lo que hablaban al sentarse en el último escalón de la escalera. Aferrada a sus piernas empezó nuevamente a llorar porque ni siquiera podía decirles a dónde debían ir para encontrar sus restos y darle una adecuada sepultura. Justo cuando la hermana mayor del fallecido muchacho se retiraba triste, llegó Arthur pidiendo ver a Ann. Como la joven había dicho que no quería dejar la cama, Abigail permitió que el joven Clark subiera al dormitorio de su hija. Ellos confiaban tanto en él que empezaban a facilitarle el andar por cualquier habitación de la casa. Al escuchar la voz de Arthur, la joven Houston regresó a su alcoba y se tapó con la colcha de tal manera que hasta su cabeza quedó cubierta por completo. No quería ver a Arthur porque le temía más aun de lo que ya lo hacía. Él golpeó suavemente la puerta del dormitorio de Ann, y al no escuchar respuesta ingresó sin más. La joven temblaba debajo de su colcha, lo que hizo sonreír lleno de macabra satisfacción al lunático Clark. Este se sentó en el borde de la cama y empezó a hablar. - He venido a confirmar que no hayas abierto la boca, y me alegra ver que así ha sido, sino tu madre no me hubiera recibido con la amabilidad y alegría que siempre me ofrece –la burla era notoria en la voz de Arthur al referirse a lo engañada que tenía a la familia de Ann con respecto a quién en verdad era él. - Entonces, ya te puedes ir –soltó Ann aún debajo de la colcha. De un tirón Arthur quitó lo único que impedía que la joven lo mirara a la cara y de un jalón la hizo sentarse a su lado. - Escúchame bien, niña estúpida. Aprendes de golpe a controlarte o yo haré abortar a tu hermana de uno muy certero en su vientre –la amenaza hizo que Ann empezara a llorar y a negar moviendo desenfrenadamente la cabeza-. Ya sabes, que tu familia no sufra depende de ti, así que sé niña buena y acompáñame a desayunar con mis padres, quienes reclaman verte al no haber ido a visitarlos en las últimas dos semanas –Arthur dejó la habitación y a Ann no le quedó de otra que asearse y cambiar sus ropas para seguir actuando en la mentira que él dirigía y producía.
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