Capítulo 5.1

1564 Words
Ann pensaba a diario en cómo podía deshacer la relación que tenía con Arthur. En algún momento llegó a la conclusión de que podría hacer que él se canse de ella al mostrarse mimada y malcriada ante los demás, pero esa estrategia solo le sirvió para que este le propinara buenos golpes en el abdomen o espalda. Arthur nunca golpeaba la cara, brazos o piernas de Ann porque no quería que nadie sepa del maltrato al que sometía a la joven. Al ver que su plan falló, a la joven Houston no le quedó de otra que callar y solapar a su “novio”. Ella temía que algo le pudiera pasar a su familia, más allá de que su padre se quede sin el empleo que era el principal sustento. Por ello, Ann llegó a la conclusión de que lo único que podía hacer era sacrificarse por su familia, esperando que algún día pudiera ser libre y vivir muy lejos de Arthur Clark. El tiempo pasó y dos meses después de que supiera la verdad sobre la clase de persona que era su novio, Ann era nuevamente conducida hacia ese clandestino lugar donde siempre que la llevaban se la pasaba encerrada en el baño por voluntad propia, ya que no quería que nadie la obligue a drogarse o beber alcohol, mucho menos que vayan a abusar sexualmente de ella. La verdad es que la primera vez que vio a Arthur besándose con David con desesperación y lujuria vomitó al sentirse asqueada de que esa boca que alguna vez la besó también besaba a otro hombre, y desde ahí no quiso volver a toparse con esa imagen o alguna peor, ya que por más que se tapaba los oídos llegó a escuchar a esos dos gemir con mucho placer, lo que hizo que sintiera una fuerte nausea al imaginarse lo que pudieran estar haciendo. Encerrada en el baño oraba y le pedía a Dios que la ayude a salir con bien de ese lugar, que Arthur no quisiera golpearla por nada y que al llegar a su hogar pudiera fingir muy bien, evitando así las sospechas de su familia y que en algún momento quieran reclamarle algo al lunático de Arthur Clark. Sin embargo, esa tarde no llegaría al night club. Arthur había adquirido la costumbre de atormentar a la joven Houston sin motivo alguno. Este disfrutaba verla temblando de miedo, cerrando los ojos con fuerza y tensando todo su cuerpo a la espera de un golpe que no llegaba. Ese desgaste emocional que estaba sufriendo Ann era peor que el ser golpeada, sumergiéndola en la total sumisión, y el lunático Clark lo sabía, por lo que no perdía la oportunidad de infundirle miedo. Mientras manejaba hacia el clandestino negocio que gestionaba al lado de su amante, Arthur iba amenazando a Ann con que no quería enterarse que estaba encerrada en el baño, que por último se pusiera a atender mesas o a ayudar en el bar. Al ir distraído no pudo frenar a tiempo cuando una bicicleta apareció de improviso por el camino secreto que llevaba del resort al night club, por lo que atropelló al conductor de esta. Al sentir el impacto de algo contra el vehículo y escuchar un fuerte quejido, Ann se puso en alerta. Cuando Arthur detuvo el andar del coche, la joven Houston bajó de este y corrió hacia la parte trasera, encontrando tirado en plena pista a un jovencito de su misma edad, un compañero de su escuela que por andar practicando con la bicicleta algunas maniobras que había visto en un programa de televisión sobre deportes extremos había decidido alejarse del pueblo. El muchacho reconoció a Ann y le sonrió al pensar que sería ayudado. El colapso con el vehículo le había ocasionado la fractura de ambas piernas. El dolor era terrible, pero al saber que no sería abandonado se sintió reconfortado. Ann se arrodilló enfrente de él y le pidió perdón por el error que acababan de cometer, pero este no pudo responderle al tratar de controlar el dolor que sentía y evitar gritar, ya que como hombre debía ser fuerte y no demostrar sufrimiento. Ann le pidió a Arthur que bajara para que ayude al muchacho a subir al auto y llevarlo al hospital más cercano, pero el lunático Clark le pidió que se aleje del muchacho, que suba al auto para poder ayudarlo. La joven Houston no entendía la necesidad de subir al auto para que Arthur pueda auxiliar al jovencito, pero por la insistencia de este, decidió hacerle caso y se alejó del atropellado para ir hacia la puerta del lado del copiloto y tomar su puesto en el auto. Antes de que pudiera tomar la manija de la puerta y abrir el vehículo, Arthur puso reversa y en tercera arremetió contra el muchacho que yacía herido en la pista. Ann solo tuvo tiempo para girar la cabeza y ver el auto de Arthur pasando por encima del muchacho, no una vez, sino dos más, matándolo. - ¡PERO ¿QUÉ HAS HECHO?! –gritaba Ann con todas sus fuerzas al ver la terrorífica escena. Las llantas del auto de Arthur estaban encima del cuerpo de quien fuera su compañero de clase, en un charco de sangre que empezaba a crecer. - Sube al auto –pidió Arthur muy tranquilo, como si lo que acababa de hacer no fuera un acto tan desalmado para perder la calma. - ¡¿POR QUÉ?! –gritaba Ann jalándose los cabellos, tirándose al suelo para ver si aún ese muchacho, que solo quería hacer las piruetas que los deportistas extremos hacían con sus bicicletas, seguía con vida. - ¡Te he dicho que subas al maldito auto! –escuchó la exigencia de Arthur y al verle el rostro desfigurado en esa mueca macabra que le asustaba tanto, decidió hacerle caso. Este arrancó el auto y continuó manejando, pero ya no irían al night club, sino de regreso al pueblo de Sisters. - ¿Por qué lo mataste si él no te había hecho ningún mal? –preguntó Ann cuando Arthur se estacionó a un lado de la carretera, a escasos diez minutos de llegar a la casa de Los Houston. - Eres una niña estúpida, por eso no eres capaz de entender mi reacción –empezó a hablar Arthur mientras encendía un cigarro-. Tras el primer golpe que le di le había roto las piernas. Si lo llevaba al hospital su familia iba a aprovecharse de la mía, alegando que al tener tanto dinero pensamos que podemos hacer lo que nos plazca, y con ese argumento no solo harían que paguemos los gastos médicos, sino una pensión de por vida para ese mocoso porque agregarían que con las piernas llenas de tornillos de metal ya no podría hacer realidad el sueño de ser una estrella del BMX. Esa familia lo hubiera utilizado para dañar a la mía, para sacarnos el dinero que no se merecen, algo que no es justo. En cambio, si muere, será una tragedia que alguien tan joven perdiera de esa manera la vida, y al no contar con los recursos para los funerales, porque simplemente nadie está preparado para enterrar a un mocoso que estaba sano, mi familia aparecería como el ángel salvador pagando todos los gastos que fueran necesarios, quedando como los héroes en esta historia. ¿Ahora entiendes por qué lo hice o no tienes el cerebro suficiente para ello? Ann quedó muda tras escuchar tan estúpida manera de analizar la situación y de fantasear con un futuro que ni Arthur ni nadie era capaz de conocer. Las lágrimas empezaron a caer como nunca antes habían aparecido en los ojos de Ann, tan gruesas y tan pesadas que en cuestión de segundos mojaron la falda del vestido de la joven que estaba manchado de tierra y sangre. Ella intentaba encontrar en la mirada del lunático Clark una chispa de lucidez, de humanidad, pero no pudo. - Eres un monstruo –soltó con la voz quebrada por el sufrimiento en que había caído al ser testigo de tan horroroso crimen. - Sí, lo soy, la vida me hizo así, y yo no me niego en aceptar lo que me ha tocado ser –afirmó Arthur sonriéndole con un insano deleite de verla completamente destrozada por lo que acababa de ver. - Algún día alguien te hará pagar todo el mal que has hecho –vaticinó Ann y de inmediato Arthur apretó las mejillas de la joven Houston con una de sus manos, haciéndola callar. La fuerza que ejercía era tanta que parecía que quería romperle la mandíbula, pero Ann no manifestó dolor ante esa brusca forma de mantenerla callada. - Puede ser que así ocurra, pero esa persona no serás tú, ni tu padre u otro m*****o de tu familia. Si sabes lo que te conviene, te quedarás callada, sino los tuyos perderán algo muy preciado, algo más importante que el salario de tu padre. Tu hermana Alice ya está bordeando el sexto mes de gestación, sería una pena que perdiera al bebé. Si he sido capaz de matar a un estúpido mocoso pasándole mi auto por encima, ¿qué crees que sería capaz de hacerle a tu hermana con tal de sacarle del vientre a su hijo? Te conviene callar y seguir como hasta ahora lo has hecho.
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