Capítulo 9.2

1546 Words
Al recordar que tenía un hermoso ejemplar del sexo opuesto en su baño, completamente desnudo, o quizás ya ataviado con una sábana, Ann se acercó a su walk-in closet y vistió unos pantalones sueltos y una camiseta de manga larga; secó su cabello y se lo amarró en un moño alto; colocó rímel en sus pestañas y un poco de brillo en sus labios, y salió hacia el ingreso de la vivienda para tomar una de las babuchas más grandes que tenía para las visitas. Para no toparse nuevamente con el cuerpo desnudo de su amado japonés, algo que le gustó ver, pero que no podía demostrar al no tener ni un par de horas de haber confesado su amor, golpeó la puerta del baño para saber si podía pasar. Sin ninguna muestra de vergüenza, Ryusei salió del baño vestido con la sábana. Con nudos que realizó estratégicamente había creado una especie de overol, con pantalones cortos y una pechera. Sus brazos y espalda estaban descubiertos, por lo que Ann podía ver sus perfectos músculos detallados como si hubieran sido cincelados en mármol, ya que la piel del japonés era muy blanca. Con una amplia sonrisa en el rostro, el japonés modeló su creación ante su amada periodista, y esta no pudo evitar el reír a carcajeadas por lo gracioso que se veía ese hombre tan alto y guapo vistiendo una simple sábana. - ¿Cómo se te ocurrió? –preguntó, aún atacada por la risa, la Houston. - De niño me aburría con facilidad, así que me gustaba simular que era un personaje, como un granjero o un guerrero griego para jugar todo el día. Con mi hermano menor hacíamos los disfraces usando las sábanas de nuestras camas, pero al saber que nuestra madre nos retaría si las cortábamos, aprendimos que haciendo algunos nudos podíamos tener un pantalón, una camisa o una bata. La verdad es que nunca me imaginé que ese conocimiento me serviría alguna vez en mi vida adulta –Ryusei se acercó a la rubia y bajó su cabeza para que quedaran sus miradas a la misma altura-. ¿Te divierte mucho verme así? –ella asintió mientras reía. Ryusei se acercó al rostro de la rubia y dejó un beso sobre la punta de su nariz. Ese gesto hizo que Ann se calmara al pensar que su héroe la besaría-. ¿Esperabas un apasionado beso? –él empezaba a coquetear, a acercarse más, por lo que rodeó la cintura de la Houston con sus brazos. - ¿N-no? –pronunció nerviosa. - ¿Me preguntas o afirmas? –Ryusei acariciaba las mejillas de Ann con la punta de su nariz. Ese toque estaba haciendo que el corazón de la periodista latiera desbocado. - Ryusei, ¡deja de provocarme! –exclamó Ann notoriamente excitada. - Lo siento mucho –dijo el japonés sonriendo porque pudo comprobar una vez más que la periodista gustaba de él. Después de dejar la ropa de Ryusei secando, fueron a la cocina para preparar algo caliente. En eso, el fuerte ruido de un trueno hizo recordar a Ann que no sabía dónde estaba Emma. Ryusei la tranquilizó al revelarle el plan que habían armado, y que al llegar avisado por la joven White, esta salió del edificio para irse en el auto que manejaba su agente a pasar la noche en el apartamento del japonés. - ¿Al lado de tu agente? –Ann estaba parada, de brazos cruzados, mirando intimidantemente a Ryusei. Este sabía que no podía bromear con ella en ese momento. - Mi agente es todo un caballero, incapaz de faltarle el respeto a Emma –comentó de inmediato Ryusei. - Ella es joven y podría caer en la palabrería de alguien experimentado –agregó Ann. - Conozco a Emma, me he acercado a ella por mi interés por ti, de ahí que ahora somos amigos –Ann se sonrojó al pensar que había sido una tonta al creer que Ryusei y Emma se podían acercar porque entre ellos estaba naciendo el amor-, y a ella no le interesa alguien como mi agente. - ¿Cómo puedes estar tan seguro? - Porque tu sobrina, dentro de su juventud, sabe muy bien lo que quiere y a qué tipo de hombre le quiere dar su corazón, y mi agente no está catalogado dentro de esa variedad –Ryusei sonreía para calmar a Ann que estaba dispuesta a ir por Emma en este preciso instante-. Mejor es que nos sentemos a conversar y lleguemos a un acuerdo entre tú y yo, eso es lo que Emma quiere, por eso nos dejó a solas. - ¿Llegar a un acuerdo? –Ann no entendía a qué se refería el japonés. - Además de que seamos una mujer y un hombre que se atraen, somos una periodista y un actor reconocidos mundialmente, por lo que la manera en que vamos a vivir lo nuestro tiene que considerar todos los posibles panoramas. No solo podemos desear dar inicio a una relación entre nosotros, sino que debemos tener en claro a lo que nos vamos a enfrentar por ello –Ann asintió con la cabeza, ya que estaba de acuerdo. No podían solo dejarse llevar por los sentimientos que tenían uno por el otro, sino que debían acordar cómo iban a comportarse ante el público y la prensa. - Debo ser muy sincera contigo –empezó Ann mientras invitaba a Ryusei a sentarse sobre uno de los sofás de la sala-. Tengo un gran prejuicio sobre la diferencia de edad entre nosotros –el japonés la miró con tristeza porque sabía que ella no era la única persona a la que le preocupaba ese detalle-. Discúlpame si estoy siendo demasiado sincera contigo, pero creo que, si pensamos en seguir lo que nuestros corazones dictan, debemos ser claros y directos el uno con el otro. - No te preocupes, que yo pienso igual, sobre que debemos ser sinceros. Para mí la edad no es un problema. Te lo dije el día que me entrevistaste, hace dos años atrás: para mí es importante que la mujer con quien me uno en una relación formal y exclusiva me ame, respete y confíe en mí –Ann recordó lo que le dijo durante ese programa en vivo. Ahora era capaz de entender el brillo en su mirada. Él no le estaba dando esa respuesta para que el mundo se entere de su opinión, sino que se lo estaba diciendo a ella para que sepa lo que él necesita de una relación. - No quiero que por ese detalle sufras –soltó la Houston mirándolo consternada. - Solo sufriré si es que tú te sientes incómoda y no eres feliz a mi lado porque no aceptas mi edad –Ryusei la miraba fijamente, y por un momento Ann vio en él la expresión de Bryan cuando se lo topó por primera vez, en la iglesia, y le dijo que solo la gente la puede dañar si ella así lo permite-. Yo solo quiero hacerte feliz, y si mi edad es un impedimento, será mejor que nos alejemos. No valdría la pena iniciar algo que no va a prodigarte de alegría y gozo. - ¿Hablas en serio? –preguntó Ann sintiendo mucho miedo al pensar en la posibilidad de no volver a ver a Ryusei. - Sí. Yo puedo soportar que el mundo critique nuestra relación por la diferencia de edad entre nosotros, pero no podría disimular que todo está bien entre nosotros si veo que estás insegura, incómoda y no eres feliz –los marrones ojos de Ryusei destilaban sinceridad, miedo, tristeza, pero también había esperanza, fe en que ella pueda deshacerse de ese prejuicio. Ann dejó el sofá en que se había sentado y se acomodó al lado de Ryusei. - ¿En verdad me amas lo suficiente para pensar primero en mí antes que en ti? –preguntó Ann tomando las manos del japonés entre las suyas. - Te amo, no sé si es lo suficiente o no, solo sé que te amo, y por ello quiero hacerte y verte feliz. La muralla que esa creencia prejuiciosa había alzado en el corazón de Ann cayó por completo al encontrarse con el amor verdadero que le ofrecía Ryusei, uno tan puro y real como el que una vez le dio Bryan. Ann no dudó sobre si era correcto o no lo que iba a ser, solo se sentó sobre las piernas del actor japonés y con suaves caricias tocó el rostro del a******o. - Si tu amor por mí te hace capaz de no prestar oídos a lo que dirán a nuestro alrededor por el simple hecho de que soy doce años mayor que tú, el mío hace que destruya cualquier idea malsana que pretenda que me aleje de ti –sin que el japonés se lo esperara, Ann unió sus labios a los de él, marcando el primer acuerdo: entre nosotros, la edad no importa. - Por cada acuerdo al que lleguemos, ¿me darás un beso? –preguntó juguetón Ryusei, a lo que Ann afirmó con un movimiento de cabeza-. Me parece lo más justo –el japonés sonreía complacido y embobado al perderse en los ojos azules de la periodista.
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