Capítulo 11.2

1814 Words
Su chofer la dejaría en el teatro junto con la canasta de delicias para su amado. El agente del actor japonés la recibió con una enorme sonrisa al imaginarse el premio que recibiría su amigo esa noche por haber terminado con éxito su primera temporada en Broadway. Ann estaba nerviosa, pero se obligaba a no perder la postura de mujer segura y fuerte que la caracterizaba como periodista renombrada. Al llegar al camerino de su amado japonés, sin que nadie la viera, se sentó a esperar que este llegara para darle la sorpresa. El retumbo de aplausos fue la señal de haber acabado la puesta en escena. Era cuestión de minutos para que Ryusei cruzara la puerta, y ella empezaba a estar más nerviosa aún. Al escuchar risas y palabras de felicitaciones, supo que su amado japonés ya estaba a nada de estar con ella en la misma habitación. Escondida detrás de un perchero del cual colgaba el abrigo del japonés, Ann esperaba para sorprenderlo. Ryusei cruzó la puerta que cerró sin seguro porque al encender el foco fuera de su camerino todos entendían que él estaba ocupado cambiándose o descansando, y si alguien quería ingresar debía primero pedir permiso. Al sentarse en la silla enfrente del tocador, notó la canasta con varios de sus delicatessen favoritos. Buscó una supuesta tarjeta con el nombre de la persona que le regaló la canasta, pero no encontró nada. Al mirar el japonés hacia el suelo, pensando que pudo haber caído, Ann salió de su escondite y sin su abrigo para sorprenderlo. - Si miras por acá encontrarás lo que buscas –dijo Ann y Ryusei se golpeó la cabeza con el tocador al querer levantarse rápido para confirmar que su novia se encontraba en su camerino. La Houston apresuró su paso para ayudar a sentarse propiamente sobre la silla a su amado japonés, y a acariciar ese lado de su cabeza que impactara con la dura madera del tocador. - ¿Ann chan? Pero me dijiste que no vendrías. Amor, ¡qué alegría! –dijo Ryusei abrazando a su amada periodista. Él no se había dado cuenta de la clase de vestido que lucía esa noche la Houston, hasta que reparó que sus manos estaban tocando la piel de Ann. Al estar sus manos sobre la espalda de su novia, no se esperó sentir la suave piel de la rubia, por lo que puso atención a lo que tocaba y pudo notar el gran escote en la espalda de la periodista. Al querer ver cómo iba vestida, soltó el abrazo y retrocedió un par de pasos. Al notar la abertura en la pierna, que llegaba hasta lo más alto del muslo izquierdo de la Houston, lo ceñido que estaba el vestido en la cintura, en cómo armaba perfectamente su busto y dejaba sus hombros y brazos desnudos, rodeó a Ann para ver la parte de atrás del atuendo de su novia, abriendo los ojos de par en par al sentirse fascinado por la vista que tenía-. Ann chan, estás hermosa –dijo Ryusei con un tono muy ronco de voz, lo que le hizo saber a la periodista que su plan estaba yendo por buen camino. - Gracias. Me vestí así solo para ti -ella lo miraba algo avergonzada, pero muy satisfecha por la expresión que él tenía en el rostro. Ryusei tragaba saliva y se relamía los labios al mirarla extasiado-. ¿Te parece que luzco bien? –preguntó con coquetería, a lo que el japonés respondió afirmativamente moviendo la cabeza. - Más que bien. Estás hermosa –el actor no podía dejar de recorrer con la mirada el cuerpo de su amada periodista, deseando poder hacerlo luego con sus manos. El deseo empezaba a despertar en Ryusei, pero no quería incomodar a Ann, por lo que empezó a respirar profundo mientras trataba de refrescar su calentura abanicándose con las manos. - Ryusei –lo llamó Ann, quien caminó hacia él, pegando su cuerpo al del japonés y descansando sus manos sobre el pecho de su amado-. No te reprimas. Si estoy aquí vestida así, es porque creo que ya debemos dar un paso más en nuestra relación –una sonrisa llena de deseo se marcó en el rostro del actor. - ¿Estás segura? Yo solo haré lo que tú quieras hacer –preguntó el japonés para tener bien en claro que lo que pudiera pasar entre ellos esa noche era porque ambos querían y estaban dispuestos. - Sí, lo estoy. Te amo y sé que me amas. Alargar este momento está de más –y Ann inclinó su cuerpo sobre el de Ryusei para que este se animara a besarla. El japonés se animó a más que darle un beso. Por la pasión que sintió por tocar la espalda de su amada, hasta llegar al inicio de su trasero, Ryusei le subió el vestido y la cargó tomándola de los glúteos. Ella gimió ante ese contacto y él jadeó encantado de escucharla disfrutar de lo poco que recién le hacía. Para tener libres las manos y poder usarlas como mejor le plazca, el actor sentó a la periodista sobre el mueble de tocador. Ella empezó a desabotonar la camisa de Ryusei y él a meter sus manos por debajo de la falda del vestido de Ann, buscando los sedosos y blancos muslos de su amada. Al soltar la boca de la periodista, ella empezó a gemir por el placer que sentía gracias al suave tacto que le brindaba el japonés. Este bajó hacia el cuello de la rubia para llenarlo de besos. Al tornarse un poco incómodo profundizar las caricias por la parte baja del vestido, llevó sus manos hacia los hombros de su amada y empezó a bajar los delicados tirantes que sostenían la parte delantera del atuendo. Él la miraba expectante, y por momentos se enfocaba en los pechos de ella, los que esa noche quería conocer. Estaba a punto de caer la tela del vestido y dejar libres el par de senos de la Houston, cuando se escuchó la puerta del camerino abrirse y la voz iracunda de una mujer reprendiendo al japonés. - ¡Pero ¿qué es esto?! ¡Ryusei! ¡¿Qué estás haciendo?! –dijo Harumi en japonés y lanzó con violencia el ramo de flores que traía en sus manos sobre la espalda de su hijo, quien ya estaba sin camisa. - ¡Madre! ¡¿Qué haces aquí?! –soltó sorprendido Ryusei en su lengua materna, y de inmediato regresó los tirantes del vestido de Ann sobre los hombros de la rubia. El miedo en la mirada del japonés era evidente, por lo que la Houston supo que la situación se tornaría vergonzosa y que también sería insufrible. - Vine a conocer a la mujer con la que mantienes una relación, pero veo que no es muy decente al permitirte que le hagas esto en el camerino –respondió Harumi molesta, pero aumentaría su ira cuando se diera cuenta que la mujer que Ryusei tenía sentada sobre el tocador, con la falda levantada hasta la cintura y las piernas abiertas para que él pudiera acomodarse entre ellas, no era Emma White-. ¿Quién es esta mujer? Ella no es tu coprotagonista. - Madre, por favor, baja la voz y sal del camerino. Deja que nos cambiemos para luego ir a un lugar más privado para conversar –pidió Ryusei, pero Harumi no aceptaría la solicitud de su hijo. - ¡No puede ser! ¡Es Ann Houston, la tía de tu novia! –Harumi reconoció a la periodista, ya que al leer sobre Emma se enteró que era sobrina de la periodista de espectáculos más renombrada en los Estados Unidos, así que también memorizó el rostro de la Houston-. ¡Esa mujer es doce años mayor que tú! -Harumi empezaba a perder los estribos. - Madre, por favor, ¡cálmate! –pedía nuevamente Ryusei. - ¡¿Cómo quieres que me calme?! Si te encuentro siéndole infiel a tu novia con su tía, una mujer mucho mayor que tú –reclamaba airadamente Harumi. - Madre, Emma White no es mi novia. La mujer que amo es Ann Houston –escuchar la confesión de su hijo hizo que Harumi perdiera todo rastro de cordura y que se lanzara a querer golpear a la periodista. - ¡Asquerosa vieja robacunas! ¡Cómo te atreves a meterte con mi hijo! ¡No voy a permitir que te aproveches de él ni que lo corrompas! –gritaba Harumi a la vez que pretendía llegar a jalar los cabellos o la ropa de Ann, pero Ryusei no se lo permitía al permanecer parado enfrente de la Houston, protegiéndola. - ¡Madre, por favor, deja de insultarla! –exigió Ryusei elevando la voz. - ¡Eres detestable! ¡Una mujer sin moral! ¡Peor que esa basura que apodan La Loba! –lo último dicho por Harumi haría que Ryusei ya no sea más condescendiente con su madre. - ¡YA BASTA! –el grito de Ryusei hizo que Harumi se quedara congelada en el lugar en donde estaba parada-. ¡No te permito que le hables así a Ann chan! Ella no se merece ninguna de las horrendas palabras que has dicho porque ella no es esa clase de persona que estás imaginando. - Sostienes con ella una relación secreta que te ha llevado a mentirle al mundo, a tu familia, ¿qué bueno puede tener una mujer así? –acotó Harumi con los ojos llenos de lágrimas porque esa fue la primera vez que Ryusei le levantaba la voz. - Fui yo quien le pidió manejar nuestra relación en reserva porque sabía que te pondrías así si te enterabas que ella es la mujer a la que le he entregado mi corazón –Harumi no pudo aguantar más las lágrimas y empezó a llorar tras escuchar lo que decía su hijo-. Tienes que entender que ya soy un hombre, que tengo treinta años y que puedo decidir a quién le entrego mi amor y con quién quiero unir mi vida. Ni Ryusei, Ann o Harumi se habían percatado de que la puerta del camerino había quedado entreabierta y que miembros del elenco y de la producción estaban escuchando lo que ocurría, claro que nadie entendía ni una palabra porque madre e hijo estaban discutiendo en japonés, pero se imaginaban que no era nada bueno por el tono de voz que ambos utilizaban. El agente de Ryusei llegó a las afueras del camerino, y al entender lo que sucedía, fue a buscar a Emma. La joven White acababa de terminar de cambiar sus ropas, por lo que pudo salir corriendo para ayudar a Ryusei y su tía, ya que el agente del japonés le explicó el plan de Ann y que habían sido descubiertos por la madre del actor.
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