Los ojos de Gia y Stephen recorrieron los dibujos regalados por sus hijos, en ambos estaban los cuatro juntos, en uno de ellos estaban en Las Vegas y el otro era ahí en Montana. —Están hermosos, mis niños —dijo Gia con los ojos llenos de lágrimas, porque en los dibujos se notaba la ilusión que sentían sus pequeños al estar todos juntos. —¿De verdad les gustaron? —preguntó Annie con tono bajo. —Muchísimo, hija —respondió Stephen y se acercó para dejarles a cada uno un beso. Gia también se acercó a sus hijos para darles un beso y abrazarlos con fuerza. Una vez los soltó, sus ojos volvieron al regalo de sus pequeños y detalló con detenimiento cada uno de los dibujos, hasta que una gran sonrisa se formó en su rostro. —Annie, ¿y esto de acá? —le preguntó a la pequeña, mientras le seña