—¡Ya está la mesa! —anunció Tommy. —¡Sí, ya podemos comer! —gritó Annie. Si los niños hubieran visto a sus padres de la forma en la que estaban, no habrían dicho una sola palabra, pero lo cierto era, que apenas chocaron cinco con su papá, se habían ido a terminar de arreglar la mesa, para tener su tan anhelada cena de Nochebuena. Los gritos de los pequeños sacaron a sus padres del estado en el que se encontraban, soltaron sus manos con prisa y dieron un paso atrás, como si su toque los hubiese quemado, aunque no estaban muy lejos de la realidad, pues la sensación de electricidad en sus manos era constante y no se detenía. —Será mejor ir a comer —sugirió Gia y antes de que Stephen dijera algo, se giró para ir junto a sus hijos, mientras que Stephen fue a la cocina, para alistar la ce