Yo no tengo dueño

2976 Words
Pavel me repasa con sus intensos ojos azules mientras arquea una ceja, sopesando mis palabras. Ambos nos retamos con la mirada, ninguno cede y yo no soy la que va a perder en esta pequeña batalla silenciosa. Hasta que lo veo resoplar y girar los ojos, en un gesto tan infantil que cualquiera diría que no es un hijo de puta capaz de cometer los crímenes mas atroces. Satisfecha por haber ganado este pequeño duelo de miradas me doy media vuelta para entrar en mi cabaña. Necesito ir en busca de mi teléfono para comunicarme con mi segundo al mando, para que se prepare para el viaje. Escucho los pasos de Pavel resonar en el suelo de madera, anunciando que viene detrás de mí. —Estás loca si crees que me voy a llevar a estos hijos de puta —comienza a quejarse y yo resoplo con fuerza; ahora soy la que gira los ojos con irritación—. Tú te vienes conmigo, pero ellos se quedan. Sonrío mientras tomo mi teléfono y le dejo un mensaje a Andrei, quien es el que cuida mi espalda en este lugar, para que venga hasta aquí y poder informarle. —¡Maldita sea, Malika! ¡Te estoy hablando, carajo! —insiste. —Y yo te estoy escuchando, dijiste que soy loca y eso es algo que es obvio, además que no quiero que se te olvide. Sobre todo porque estoy tan loca como para meterte un tiro en la frente justo ahora —murmuro con pereza mientras sigo mirando la pantalla del celular. Presiono el botón de enviar antes de que él me lo quite de la mano—. Pero, ¿qué puta mierda te pasa? —Te dije que solo tú vienes conmigo. Nada de llevarte a ningún bastardo de los que tienes aquí. Haznos el favor y deja tu maldita terquedad para después y ya vámonos, que un avión nos espera. Está molesto, puedo notarlo, pero a mí me importa una mierda lo que él diga. Pavel da un paso hacia mí, cerrando la distancia entre nosotros. Estamos tan cerca, cara a cara, que puedo sentir su respiración en mi rostro. Una vez más nos encontramos mirándonos y retándonos. Si el hijo de puta cree que puede llegar aquí e imponer sus decisiones, está equivocado. Puede que sí, que su plan sea bueno, pero no puede pretender llegar, matar a mi jodido entretenimiento, cogerme y después darme órdenes como si yo fuera su mujer o uno más de sus perros. —Okey, entonces no voy contigo. —Me encojo de hombros, quitándole mi móvil de su mano y guardándolo en mi bolsillo—. Es como digo o no habrá nada. Yo no estoy para seguir cada paso y orden que des, no te equivoques conmigo, Pavel. Pasa la mano por su cabello y luego por su cara en un gesto lleno de frustración, mientras que yo me le quedo mirando. Abre la boca para decir algo, pero después la cierra y respira profundo antes de volver a insistir. —No confío en ellos, ¿te es tan difícil entender eso? —Prácticamente me gruñe. Y no me importa que el hombre frente a mí sea un asesino, un hombre retorcido que podría someterme a las peores torturas solo por morbo. Yo también soy una asesina, soy un arma tan letal como él. Y sí, podría torturarlo solo por morbo y placer. —Y yo no confío en ti y en quienes sean esos con los que te hayas aliado —suelto relajada y me encojo de hombros; puedo ver algo diferente en su mirada al oír esas palabras. —¡Ouch! —Se toca el pecho—. Eso dolió, Bebé. Pensé que confiabas en mí. —¿Qué te duele? —me burlo—. ¿Tu corazón hecho de piedra?, ¿que te digan la verdad a la cara? —Me vuelvo a acercar a él—. Te dije que no estoy para juegos, Pavel. Tú fuiste quien llegó aquí con esa actitud de mierda. Slanislav me traicionó por ambición. Mis tíos igual. ¿Cómo me cuestionas mi falta de confianza en ti cuando eres un hijo de puta igual de ambicioso que ellos? —Doy un paso más, sin quitarle los ojos de encima, sin bajar la mirada, porque no pienso humillarme ni una puta vez por él ni por nadie—. Su traición no me dolió, sé la clase de ratas carroñeras que son, la tuya sí me dolió en su momento. —Termino de acortar la poca distancia, al punto de que nuestras narices se rozan; respiro profundo y lo siguiente que quiero decir, decido hacerlo con calma—: Soy la puta heredera de la mafia roja de toda Rusia. Soy la que algunos dan por muerta y otros, están buscando para matar de verdad, porque quieren ver mi cuerpo hecho cenizas. Justo ahora, no confío ni en mi sombra, así que aceptas que me lleve a mis hombres o te largas. Yo veré cómo resuelvo mis asuntos sola. Decídete ya —presiono. Pavel no me quita los ojos de encima, puedo sentir la tensión emanando de su cuerpo, pero yo me mantengo firme, no pienso ceder. —Cinco de tus hombres, no hay suficiente espacio en el avión —habla, apretando los tienes, rabioso. —Diez. —Lo fuerzo a aumentar la cantidad, probando sus límites—. No es mi jodida culpa que no hayas traído un avión más grande para tu Bebé. Pavel niega, lleno de frustración, pero sus palabras me demuestran lo contrario. —Está bien, después veremos cómo nos acomodamos —accede. No sé si lo hace porque quiere ganarse mi confianza y hacer que baje mis defensas, pero habiendo probado mi punto, cinco de mis mejores hombres son suficientemente letales para enfrentarnos a cualquier problema y poder, al menos, salir de allí huyendo hasta reagruparnos. Doy un paso hacia atrás sonriéndole abiertamente, para que sepa lo satisfecha que estoy por haberme salido con la mía. —¡Andrei! —grito, porque ya oí los pasos cerca y quiero que se apure. —миледи —me saluda con una pequeña inclinación y no levanta su rostro, hasta que tomo su mentón y lo hago mirarme. Puedo ver de soslayo como Pavel se cuadra y alza su mentón con este simple gesto. —Prepara a cuatro de los mejores hombres, el momento de partir ha llegado. —Volteo a ver a Pavel, quien mira con una ceja enarcada y yo le respondo con una sonrisa. Si creía que no había previsto que él viniera hasta aquí, buscando alguna especie de alianza, está equivocado. Conozco sus pasos, conozco hasta dónde puede llevarlo la ambición, la sed y el hambre de poder. —¿Algo más, señora? —me pregunta mi siervo más leal, viéndome con esa mirada de adoración, esa mirada que me dice que moriría por mí y por mi causa de ser necesario. Una parte de mí me dice que confíe en él, pero la vida me ha tratado como a una perra y me ha enseñado que ni siquiera el que parece más leal, es merecedor de tu confianza al completo. Mi linda y dulce Malika King lo vivió en carne propia. Esa parte de mí que cuido y protejo con recelo se le declaró al maldito de ojos azules a mi lado, ¿y qué le dijo el hijo de puta? ¡Suficientes mierdas he tenido que afrontar esta semana como para lidiar con tus estupideces y cursilerías también, cuando lo único que hacemos es follar! Pavel Romanov apuñaló con sus palabras a mi dulce Malika, que no me joda ahora con que le duele que no confíe en él. —Necesito que tú te quedes —ordeno y Andrei frunce el ceño, pero no me contradice. A mi lado puedo oír el pie de Pavel repiquetear con impaciencia—, no confío en nadie más para que cuide a mi mascota. Andrei asiente y puedo oír una risa baja de Pavel, cosa que me causa curiosidad. —¿Ya acabaste con esta mierda? —Nos señala a ambos—. No tenemos tiempo para esto. —Tengo que dejar instrucciones. No puedo irme así como así solo porque a ti te sale de los huevos estar apurado. Deja tus celos inútiles de mierda. —Yo no estoy celoso —espeta furioso, pero mi expresión le da a entender que no voy a estar hablando de eso delante de nadie—. ¿De verdad sigue viva? —Puedo notar la sorpresa en su voz cuando cambia de tema. —¿Por qué lo dudas? Pavel suelta una risa seca, para nada divertida. —Conociéndote como lo hago, ya la daba por muerta. —Niego mientras lo escucho. —No creas que me conoces —hablo con seriedad mientras lo apunto con mi dedo índice en el hombro, luego sonrío, para aligerar el ambiente—. ¿Quieres verla? Creo que pueden esperarnos unos minutos. ¡Esto te va a gustar! —Sonrío mientras él se encoge de hombros. Mientras camino hacia el sótano puedo sentir los pasos de los dos hombres detrás de mí y de reojo veo cómo Pavel, con una simple mirada, causa que Andrei se detenga para él entrar primero. Abro la puerta y el olor a putrefacción es lo primero que me llega a las fosas nasales, después viene ese aire gélido que se cuela desde el suelo y se acumula debido a la falta de calefacción. Bajo las escaleras a pesar de la oscuridad, porque este es un lugar que conozco bien. Cuando llego al lugar donde quiero y siento que Pavel está a mi lado, presiono el interruptor que enciende la única luz que ilumina esta fría habitación. Puedo oír a Pavel cuando silva por lo bajo al verla; la mascota que él mismo me regaló y que sirve para aplacar mi sed de venganza, de tortura, para saciar un poco a los demonios que hay en mi cabeza y que dejen de clamar por la sangre de los que tengo en mi lista, de momento. Miro con satisfacción, hasta ahora, mi mayor muestra de dominio propio. La detallo mientras está dormida o casi muerta, cualquiera de las dos, realmente no me importa. Sé que no ha muerto del todo porque puedo ver su lenta respiración. Encerrada en esa pequeña jaula, tan pequeña que tiene que estar acostada para caber allí. Por diversión, sus manos están atadas a grilletes que no la dejan moverse, al igual que sus pies. Está desnuda en el frío suelo, rodeada de su propia mierda. Su piel pegada a los huesos, llena de las heridas mal curadas alrededor de su cuerpo. El olor de putrefacción proviene de una de sus piernas, una herida, aún abierta y ennegrecida en los bordes. «Lástima, tendremos que cortarla», pienso para mí. —¿Por qué la mantienes con vida? —pregunta Pavel mientras la mira con repulsión. —Aquí vengo cuando no puedo dormir. —Me encojo de hombros—. Me ayuda a mantenerme cuerda. Hacerle pagar a esta escoria humana me recuerda que hay otra escoria parecida que también debe pagar igual o peor que ella —susurro con los pensamientos en otra persona. Me acerco hasta el balde de agua que pido siempre esté disponible aquí y lo tomo para echárselo encima. Cuando lo hago, ella reacciona, ahogándose primero, gritando como loca después, aunque su grito es apagado. Cosa que me recuerda que debería destrozarle la garganta o algo, para que no haga ese molesto sonido cuando la despierte. Me agacho cuando se calma, para que ella pueda verme y yo disfrutar de la rabia, angustia y dolor que hay en su mirada sin esperanza. —Me voy de viaje, Deby, pero volveré para seguir desquitándome contigo, no podría abandonar a mi juguete favorito. La perra se atreve a gruñirme y mostrarme los pocos dientes que le quedan en la enorme boca que le he dejado gracias a los cortes perfectos que hice en sus mejillas. Me levanto y pateo la jaula donde está encerrada. —Shhh… tenemos visitas, contrólate o tendré que tomarme el tiempo para recordarte cómo debes comportarte. Me volteo hacia Andrei y Pavel, que está con una sonrisa puesta en su jodida cara mientras se relame los labios. Podría jurar que el jodido bastardo debe tener la v***a dura con solo ver cómo disfruto de su regalo. —Durante mi ausencia nadie puede tocarla, pero sí, puedes usar las pinzas y la batería para activarla con un poco de electricidad cuando la veas apagada. Comida tres veces por semana, las sobras, como siempre y agua una vez al día, en el suelo como la perra que es, ¿entendido? —Andrei asiente—. Recuerda, nadie más que tú debe jugar con ella, porque si te pasas de la raya y la matas, ten por seguro que serás tú quien ocupe su lugar. O morir. Seré benevolente y te dejaré escoger tu castigo —le amenazo y veo cómo traga grueso, sabiendo que mis palabras no son solo una amenaza, son una promesa—. ¿Están listos mis hombres? Andrei me lo confirma con un sí en ruso y decido que no hay más tiempo que perder, que es hora de partir. Busco el bolso que ya tenía preparado para este momento, bajo la mirada de Pavel, como si temiera que fuese a marcharme a otro lugar. No soy una maldita estúpida, sé lo que me conviene y no puedo dejarlo atrás, no ahora. —Ya me voy contigo, ¿puedes dejar de estar pegado a mí como una maldita garrapata? —le escupo antes de salir. —Tú también vas a tener que acostumbrarte a muchas cosas, entonces, de ahora en adelante. —Sale de la cabaña primero que yo, recordando las palabras que le dije antes. Tomo una fuerte bocanada de aire antes de salir y me encuentro con los mejores hombres que Andrei pudo conseguir, armados, con entrenamiento militar, mercenarios todos y leales a mí. Porque saben quién soy, porque saben de quién era hija, porque saben muy bien el poder que tendré cuando tome lo que me pertenece. Y sobre todo, porque reconocen y son conscientes de que soy una psicópata, manipuladora y egoísta que usa todo a su alrededor para conseguir exactamente lo que quiere. Un paso en falso, un error que cometan y suplicarán por una muerte rápida. Me siguen en silencio y yo, a su vez, sigo a Pavel hacia unas camionetas. En una, por supuesto, solo vamos nosotros dos. Y él conduce. —¿Voy a tener que soportar esa ridiculez todo el tiempo? Que todos esos hijos de puta te miren con… ¿adoración? —Explota apenas estamos solos—. ¿Se te olvida que eres mía, Bebé? —Suaviza el tono de voz. —¡Y una mierda! Ni tuya ni de nadie. No te confundas, lo nuestro es solo placer y negocios, nada más. Con mi vida hago lo que se me dé la gana y si ellos me miran así, es por eso, porque adoran cada paso que doy, de alguna forma me idolatran y eso, me gusta. —Me encojo de hombros. —Maldita ególatra… —murmura. —¿Celoso porque quieres que te miren a ti así? —me burlo de él. —¡Vete a la mierda, Malika! El frenazo es inmediato. Casi me estampo contra el tablero y me consta que se escucha un rechinar de cauchos detrás de nuestro transporte. Pero a Pavel eso no le importa. De repente tengo su mano en mi cuello y la presión me levanta en peso, además de que me toma desprevenida. Me hace saltar por encima de la separación entre los asientos y cuando logra ponerme a horcajadas sobre él, sus dedos me cortan la respiración y la vista ya la tengo repleta de puntos negros. La excitación me recorre al sentir su poder, su dominio, pero la rabia me corroe al sentir que choca con la mía. Mi cuerpo grita que lo mate y mi mano se mueve hasta el cuchillo que él lleva en la cinturilla de su pantalón sin que note siquiera lo que estoy haciendo, concentrado cómo va en verme a los ojos y mostrar sus estúpidos celos. —Entiende esto de una puta vez, Malika. Tú...Eres...Mía...Nadie más que yo puede verte con adoración, nadie más que yo puede desearte y el ingenuo idiota que ose ir en contra de mis deseos, conocerá la muerte de mi mano, luego de vernos follar como solo tú y yo sabemos. Me libera un poco de su agarre y yo respiro entre dientes, casi al borde de la inconsciencia. Pero ya tengo en mano lo que necesito. Llevo su propio cuchillo a su cuello. Pavel se sorprende al verlo, al sentir su filosa punta presionar en su garganta. La sangre brota, crea un fino camino que se cuela por dentro del cuello de su camisa. —Entiende esto tú de una vez...no tengo dueño, no quiero dueño, viviré para liderar, para dar órdenes y verlas siendo cumplidas. Ni tú ni nadie cambiará eso...y si osas ir en contra de mis deseos, conocerás la muerte de mi mano, solo que yo te follaré mientras te esté degollando. Quito mis ojos de los suyos. Pavel casi no respira. Me inclino un poco y paso mi lengua por ese hilillo rojo que mancha su blanca piel. Me relamo los labios antes de volver a mi lugar. —Podemos irnos. —Hiciste un pacto de sangre conmigo, Malika —Me recuerda en un tono que no me pasa desapercibido—. Yo soy Dazhbog. Y ambas cosas no te conviene olvidarlas.
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