El Mercado De Los Secretos
El día siguiente amaneció con un cielo cubierto por nubes oscuras, como si Londres quisiera envolver a sus habitantes en un velo de misterio. Sofía, intrépida como siempre, decidió que ese sería el día perfecto para visitar el mercado persa del que Amir había hablado. Había algo en su forma de describirlo, en los detalles casi reverenciales con los que mencionó los aromas y los colores, que despertó en ella una curiosidad insaciable.
Después de recorrer varias calles y enfrentarse a la confusión de los mapas, finalmente llegó al lugar. El mercado estaba escondido en un callejón estrecho, casi como si quisieran que solo los que realmente lo buscaran lo encontraran. Al cruzar el umbral, Sofía sintió como si hubiera entrado en otro mundo.
El aroma intenso del comino y el cardamomo flotaba en el aire, mientras los colores vibrantes de las telas y los productos llamaban su atención desde todos los ángulos. Sin perder tiempo, Sofía sacó su cámara, decidida a capturar la esencia del lugar. Mientras enfocaba a un vendedor que ofrecía dátiles cubiertos de miel, una voz familiar rompió su concentración.
—¿Qué te parece? —dijo Amir con una sonrisa ligera, apareciendo junto a ella como si el mercado mismo lo hubiera convocado.
Sofía giró rápidamente, sorprendida pero extrañamente aliviada de verlo.
—Definitivamente vale la pena. Aunque debo admitir que estaba empezando a pensar que este lugar era solo una leyenda.
Amir rió suavemente y levantó una bolsa de tela con especias.
—Las mejores leyendas siempre tienen algo de verdad.
El Enigma De Amir
A medida que recorrieron el mercado juntos, Sofía notó algo diferente en Amir. Aunque seguía siendo amable y atento, había momentos en los que su mirada se perdía, como si algo lo atormentara. La llevó a un pequeño puesto de té donde el dueño, un anciano con una barba blanca como la nieve, los saludó calurosamente. Amir conversó con él en farsi durante unos minutos, y aunque Sofía no entendía las palabras, podía sentir que había una conexión profunda entre ellos.
—¿Qué le dijiste? —preguntó cuando se alejaron con una caja de té de regalo.
Amir dudó un momento antes de responder.
—Solo un poco de historia familiar. Él me recuerda a mi abuelo.
Sofía sintió que había algo más, algo que Amir no estaba dispuesto a compartir todavía. Pero decidió no presionarlo. En cambio, se dejó llevar por la experiencia, escuchando las explicaciones de Amir sobre los distintos puestos y los significados culturales detrás de cada objeto.
Cuando terminaron de recorrer el mercado, Amir la llevó a un lugar apartado, un pequeño rincón donde una anciana vendía libros antiguos. El aire aquí era diferente, más pesado, cargado de una energía que Sofía no podía explicar. Amir tomó uno de los libros y se lo mostró.
—Este es especial —dijo mientras lo abría. Las páginas amarillentas estaban llenas de ilustraciones y textos en un idioma que Sofía no reconocía.
—¿Qué dice? —preguntó, sintiendo un escalofrío que no tenía nada que ver con el clima.
Amir la miró, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de emoción y algo más profundo, casi un atisbo de miedo.
—Es una colección de cuentos que mi abuela me leía de niño. Pero también… algunos creen que contiene secretos que nunca deberían haberse escrito.
Sofía lo miró fijamente, buscando una señal de que estaba bromeando, pero Amir permaneció serio.
—¿Crees en eso? —preguntó, casi en un susurro.
—No es cuestión de creer —respondió él, cerrando el libro de golpe—. Es cuestión de entender que algunas historias tienen un poder que no siempre podemos controlar.
Sofía sintió un nudo en el estómago. Había algo inquietante en sus palabras, pero también algo que la fascinaba profundamente.
Un Encuentro Bajo La Lluvia
Cuando salieron del mercado, el cielo finalmente cedió y comenzó a llover. Amir, siempre preparado, sacó su paraguas y lo extendió sobre ambos. Caminaban en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos, hasta que llegaron a un puente que ofrecía una vista espectacular del Támesis.
Sofía se detuvo para tomar una foto, pero esta vez no pudo concentrarse. Las palabras de Amir sobre el libro resonaban en su mente. Finalmente, se giró hacia él.
—¿Por qué me mostraste ese libro?
Amir la miró, sorprendido por su tono directo.
—Porque creo que hay algo en ti… algo que entiende el valor de las historias. Y porque creo que las historias nos eligen, no al revés.
Sofía sintió que sus palabras cargaban un peso que iba más allá de la simple conversación. Antes de que pudiera responder, Amir cambió el tema bruscamente.
—Deberíamos regresar. Está empezando a hacer frío.
La acompañó hasta la estación de metro más cercana, pero esta vez la despedida fue diferente. Amir no le ofreció una tarjeta ni hizo promesas de un próximo encuentro. Solo la miró intensamente, como si quisiera decir algo que no podía expresar.
—Cuídate, Sofía —dijo finalmente, antes de girarse y desaparecer entre la multitud.
Sofía subió al tren sintiendo que algo importante había ocurrido, aunque no podía definir exactamente qué. Mientras el vagón se alejaba, miró por la ventana, preguntándose si volvería a verlo y qué secretos ocultaba realmente ese misterioso libro.