Dos semanas. Dos semanas han pasado y todo ha transcurrido con... ¿Normalidad? Nada se ha sabido de rebeldes ni de federales, todo se ha calmado demasiado. Sinceramente, extraño estar enterada de todo lo que realmente pasa. Mi padre me dijo que Bruno sí organizó la salida de los que habían encarcelado antes, no me dejo ir, pero todo salió bien. Ni siquiera lo anunciaron en la televisión. No he hablado con Bruno, pero necesito verlo, quiero preguntarle cómo es que nos encontraron la última vez. Por suerte hoy lo veré.
Hoy habrá una reunión en mi casa, es 28 de septiembre lo que significa que mi hermano William cumple veintidós años. Mi papá insistió en que cenaremos todos juntos, invitó a Charlie y sus padres (que son buenos amigos del mío) y a Bruno, a éste último más que nada porque, según mi papá, necesitaba hablar conmigo. También se supone que William traerá a una novia suya, pero no me interesa conocerla, si mi hermano quiso algo con ella será porque ha de ser igual de idiota que él y en esta familia no necesitamos otro.
— ¿Quieres que te ayude, Kira? —pregunta James.
Tengo que preparar la comida de esta noche. La pasta ya está lista y el pavo está en el horno, sólo me falta el pastel y en este momento estoy batiendo el chocolate, esa es la razón de que mi hermano se ofrezca a ayudarme.
—Si con ayudar te refieres a chupar la cuchara y comerte todo, no gracias, así estoy bien —le contesto.
—Yo sólo quería ser todo un caballero, hermana —me dice abriendo mucho esos ojos grises característicos de los hombres de la familia Mitchell.
—Te agradezco muchísimo tus intenciones, de verdad. Pero este pastel debe llegar entero para cuando llegue tu cuñada —le dijo y hago una cara cuando enfatizo la palabra "cuñada".
James ríe por mi expresión.
— ¿Crees que sea igual de... aburrida que Will? —pregunta.
Mi respuesta sería que sí, pero yo soy alguien que no se fía muy fácilmente de las personas, no confío en la mayoría y soy algo dura con los que apenas conozco. No creo que sea algo bueno ser tan cerrada, así que prefiero que James se cree un concepto propio de ella.
—Cuando la conozcas lo sabrás.
Tocan la puerta y James se levanta para abrir. Unos segundos después entra riendo con Charlie.
— ¿Qué es tan divertido? —pregunto.
—Dice que no lo dejaste chupar la cuchara —me informa Charlie—. Le dije que a mí sí me dejarás, ya que estás enamorada de mí.
Pongo los ojos en blanco y no les hago caso, sigo trabajado en el delicioso pastel que prepararé.
— ¿Y tu papá?
—Sigue en el trabajo, es sábado y sale a las seis —le contesta mi hermano.
—Oh, cierto. Bueno... —se frota ambas manos y me dice:— ¿Qué quieres que haga?
—Los trastes sucios te están esperando —le digo sonriendo y señalando el montón de platos, cacerolas y cucharas que hay para lavar; él frunce el ceño, pero aun así se levanta las mangas del suéter.
El resto de la tarde se pasa rápido. Charlie me ayuda con los trastes mientras mi hermano trata de distraernos para robar el chocolate. Mi papá llega a la seis y ayuda a poner la mesa del comedor que casi nunca ocupamos.
Ha pasado media hora desde entonces y los papás de Charlie ya han llegado al igual que Bruno. No me ha dicho nada acerca de lo que tenía pensado decirme, pero cuando platica con mi padre en algunas ocasiones bajan la voz y me observan. No sé de qué se trate, pero sé que tiene que ver conmigo y no creo que me agrade.
— ¿Qué se traerán? —me susurra mi mejor amigo.
—No sé, mi papá mencionó que tenía que hacer algo o participar en algo, pero no me dijo nada más.
—Se me hace muy, muy raro que tu papá quiera que estés involucrada en cosas así tú sola.
—¿Y si también te dicen a ti?
—No creo. Bruno y tu padre quieren hablar contigo, no conmigo. De todos modos, ya te enterarás.
Asiento con la cabeza, pero no digo nada más.
Se escucha que la puerta de la entrada es abierta y mi hermano mayor anuncia su llagada.
—Buenas noches a todos —saluda—. Les presento a Karla González, mi novia.
Detrás de él sale una mujer muy guapa de cabello castaño y piel bronceada. La conozco —me digo— al parecer no es tan parecida a William. Sé que mi cara se ilumina y trato de ocultar una sonrisa porque me parece muy divertido que Will haya escogido a la persona más diferente a él. Lo divertido pasa cuando analizo la situación.
Es una rebelde. La he visto como dos veces en las reuniones, no creo que sea mala persona, pero creo que está engañando a mi hermano y eso jamás lo permitiré. No creo que William sepa que su novia, vestida tan correctamente con un fino pantalón y una blusa blanca sin arruga alguna, está en contra de lo que él tan firmemente cree.
—Es un gusto conocerte al fin, Karla —dice mi padre, alarga su mano hacia ella—. Soy William Mitchell.
Sé que él también la reconoce, así como Bruno y Charlie, pero ninguno da señal alguna de hacerlo. Ella se estrecha la mano con mi papá y se gira a mi hermano pequeño, le sonríe y dice:
—Tú debes de ser James.
—Hasta donde sé, sí —le contesta el listillo.
—Will me ha contado mucho de ti —le dice con la voz más dulce. Dirige su vista hacia mí y me sonríe también, yo le contesto levantando mi ceja izquierda—. Kira ¿cierto?
Veo que mi padre me está dando esa mirada suya donde dice que me calme. Relajo mi rostro y trato de sonreír.
—Sí. Es un placer —alargo mi mano y la estrecho—. Te me haces conocida, Karla. ¿No nos hemos visto antes?
—Ella trabaja en los juzgados, está como asistente del juez mayor, tal vez la has visto por ahí —dice William muy orgulloso del trabajo de su novia (si tan sólo supiera) y la salva de que se note más la incomodidad que le causó mi pregunta.
—Tal vez sea eso —digo como la persona educada de soy—. Pues pasemos a sentarnos, ya sirvo yo.
—Te ayudo —dicen Charlie y Karla a la vez.
—No es necesario, Karla —le digo—. Eres la invitada de honor hoy.
—No es ningún problema.
Después de que mi padre le insista en que se siente y que ella se niegue, Karla, Charlie y yo nos dirigimos a la cocina mientras todos van al comedor. Antes de darme la vuelta le doy una mirada a mi hermano y veo como mira a Karla, tiene la mirada de un hombre enamorado, mira a su novia como mi padre miraba a mi madre. No quiero que salga lastimado por una persona que no es totalmente honesta con él y que puede estar jugando con sus sentimientos.
Entre los tres pasamos los primeros platos y, al final, le digo a Charlie que se lleve el pavo y me responde:
—Calma tu instinto protector —y se va.
— ¿Necesitas que pase algo más? —pregunta Karla.
—No, gracias.
Asiente y se va. Me voy tras ella y decido que la dejaré tranquila al menos durante la cena, ya después hablaremos.
La cena transcurre sin incidentes y una plática bastante aburrida, lo mejor fue cuando llegando el postre James lo quería tanto que lo devoró y terminó corriendo al baño con una mano en el estómago.
Charlie y sus padres ya se han ido y James ha sido vencido por el sueño, mi padre y Bruno siguen observándome, pero no me dicen nada aún, seguramente porque siguen William y Karla aquí. Necesito tener una conversación con ella, pero no se separa ni un segundo de mi hermano, lo que me empieza a desesperar.
Antes de que se vayan tengo suerte, ella no ha traído chaqueta y yo, como buena persona, he insistido en prestarle una, así que me acompaña a mi habitación. Una vez que estamos ahí me dejo de rodeos.
— ¿Qué pretendes con Will? Eres una rebelde y estoy muy segura que él no lo sabe —intenta decir algo, pero no le doy la oportunidad—. ¿Quieres jugar con él? Él trabaja en la mansión presidencial ¿Bruno te mandó para conseguir información?
—Tranquilízate, Kira —me dice en voz baja, pero con la mandíbula apretada—. Yo no intento jugar con tu hermano, de verdad lo quiero. Sí, él no sabe lo que soy, pero eso no quiere decir que no lo quiera. Tal vez tú no me entiendas...
— ¿Qué quieres decir? —pregunto a la defensiva.
—No te intento ofender, pero... no sé si te hayas enamorado alguna vez, cuando encuentras a esa persona no la quieres perder y sé que si le digo lo que soy no querrá volver a verme.
Lo deja así, como si su explicación fuera suficiente. Suspira y sigue.
—Lo amo —dice y sus ojos comienzan a brillar—. Estoy enamorada de él y ni siquiera me importa lo que piensa del gobierno. Me importa él y nada más. No estoy dispuesta a arriesgar lo que tengo con él.
— ¿Y eso que quiere decir?
—Si él no cambia de ideas, yo voy a renunciar en lo que creo por él —agarra la chaqueta de había dejado en la cama y da un profundo respiro—. Gracias por la chaqueta.
Empieza a darse la vuelta, pero se lo impido tomándola de la muñeca, me mira con una cara de sorpresa.
—No voy a permitir que lo lastimes, tal vez sea un idiota, pero es mi hermano y si le haces algo yo me encargaré de regresártelo —la amenazo—. Con mi familia nadie se mete. ¿Entendido?
Se suelta bruscamente de mi agarre y me contesta:
—No pienso lastimarlo, no tienes por qué preocuparte. Sé que eres su hermana, pero no me gusta que la gente me amenace, yo quiero llevarme bien contigo así que espero que algún día lo entiendas —camina a la puerta y se va.
Sale de la habitación y me deja sola. No bajo a despedirme porque sus palabras me dejan pensando. ¿Alguna vez me enamoraré y lo entenderé? ¿Existe el amor? ¿Tendré que cambiar en lo que creo por una persona? No lo creo. El amor no es condicionado, el amor es aceptado. Tal vez no sepa del tema, pero sé que cuando me enamore aceptaré a esa persona con sus defectos y sus virtudes, así como él me aceptara con mis errores y mis aciertos.
No paso mucho tiempo sola porque mi padre me habla desde abajo y sé que ha llegado la hora de saber para qué me quieren. Bajo las escaleras y encuentro a Bruno y mi padre mirándome desde la sala. Voy a ellos y me siento en frente de ambos.
— ¿Qué sucede? —pregunto.
—Antes que nada —empieza mi papá—, tienes que saber que no es necesario y no quiero que lo hagas si no quieres.
Me alarma cómo ha empezado esta conversación, pero trato de aparentar que no pasa nada. Bruno se deja de rodeos y dice:
—Escucha, el cumpleaños de Hamilton Johnson es el próximo sábado 5 de octubre...
—No veo por qué tendría que saber o interesarme eso.
—Es su cumpleaños número veinte, por lo tanto, llega a la mayoría de edad —sigue diciendo ignorando mi anterior comentario—. Y darán una fiesta a la que algunos cargos del gobierno son invitados, entre ellos tu padre. Queremos que vayas con él a esa fiesta y que trates de... acercarte a Hamilton.
— ¿Qué quieres decir al "acercarme"? —pregunto muy confundida.
—Esto sería de gran, gran ayuda para nosotros —me explica. Me mira directamente a los ojos y dice:— Queremos que... enamores a Hamilton Johnson.
— ¿Que haga qué?
Abro mucho los ojos, creo que no escuche bien. No creo que me estén pidiendo que "enamore" a una de las personas que más aborrezco en la vida. Nunca he estado cerca de él, pero si lo estuviera no creo poder soportar su cara de niño bonito por más de cinco minutos.
—Bueno, no precisamente enamorarlo, quizá sólo ser una amiga muy cercana en la que confíe —dice Bruno como si fuera lo más sencillo de todo el mundo—. Vamos, Kira. Sólo tienes que hablarle bonito, coquetear y sacarle un poco de información. Seguro que a tu edad lo haces mucho —¡NO!
—No estas obligada a hacerlo. A mí tampoco me gusta la idea de que mi niña conozca hombres —dice mi padre guiñándome el ojo como si eso fuera a arreglar la situación, subo mi ceja y me dirijo a Bruno.
—No he aceptado, pero quiero saber qué más.
Él me sonríe como si supiera que la batalla ya está ganada.
—El asunto es que fuentes que tenemos en el gobierno dicen que el presidente no ha dicho demasiado, pero saben que ha estado teniendo reuniones y conversaciones con su hijo, todos suponemos que su próximo movimiento político implicará a Hamilton o si no que él sabe de qué se trata todo esto. El propósito de que te acerques a él será que una vez que te ganes su confianza tú logres que te cuente qué planes tiene su padre para su final de gobierno. Tendrás que ir a su fiesta de cumpleaños y así te vas acercando poco a poco. No creo que sea tan difícil porque constantemente ha sido visto con diferentes chicas, hijas de jueces, doctores o principales amigos de su padre, así que lo único que harás será lucir bella y sonreír.
Frunzo el ceño. No sé por quién me toma Bruno, pero no quiero ser una de sus tantas conquistas de Hamilton Johnson, no quiero sonreír hipócritamente y coquetear con alguien que aborrezco, no sé ni siquiera cómo hacer para "gustarle" a un hombre. Y mucho menos soy un maldito objeto.
— ¿Cómo piensas que voy a poder hacer eso, Bruno? —pregunto medio ofendida medio enojada—. No creo poder con esta misión. Deberías de pedírselo a alguien más, no soy la única rebelde mujer.
—No, es cierto, no lo eres. Pero sí eres la más joven y que tiene casi la misma edad que Hamilton, también eres la única que tiene un padre que trabaja para el gobierno y que está invitado al cumpleaños —entrecierro mis ojos antes sus sucias tácticas para convencerme—. Además... eres de las pocas personas en las que confío últimamente.
—No debiste decir eso —dice mi padre entre dientes.
— ¿A qué te refieres, Bruno?
Mi papá y él se miran como pensando si debieran decirme o no, lo cual me ofende muchísimo; me piden que me relacione con el enemigo, pero no confían totalmente en mí.
—Si quieren tener mi ayuda, más vale que me digan todo porque no estoy dispuesta a ir a la guerra sin armas —les aviso en un tono poco bajo.
—Kira, contrólate —dice mi papá. Me relajo porque no quiero tener problemas con él y tampoco me gusta.
— ¿Recuerdas cuando nos encontraron en la última reunión? —empieza Bruno y sigue cuando asiento con la cabeza—. Bueno pues, alguno de nosotros tuvo que haberles dicho dónde estábamos porque no había manera de que ellos lo supieran, jamás nos habían encontrado y no fue como si esta vez lo hicieran por casualidad, llegaron a la puerta y sabían que estábamos ahí.
De alguna manera ya lo pensaba, pero escucharlo de otra persona, en especial de Bruno, lo convierte en una realidad que no es buena. No confío en la gente, pero creí que los rebeldes éramos otra historia de solidaridad y unión, ahora veo que me equivoqué.
—También pensamos que, si alguno trabaja con el gobierno en nuestra contra, puede que Hamilton sepa algo —añade mi papá regresando al tema principal.
— ¿Qué dices, Kira? ¿Nos ayudarás con esto?
Me quedo pensándolo un par de segundos. No pierdo nada con intentarlo y quizá si pueda obtener algo que ayude a Bruno. Suspiro.
—No creo conseguirlo, de verdad —digo sinceramente—. Pero iré a la fiesta y haré el intento, si no consigo nada esa noche lo dejaré por la paz y tendrán que conseguir a otra persona que esté dispuesta a hacerlo.
—Sabía que podíamos contar contigo —dice Bruno al mismo tiempo que me pone una mano en el hombro.
—No tienes que hacer nada que tú no quieras, Kira. Y estaré ahí por cualquier cosa que necesites —me tranquiliza mi papá.
—Oh, vamos, William, ya no es una niña.
Jamás lo entenderá, Bruno. Para él yo soy...
—Es mi niña.
Después de que acepté dócilmente llevar a cabo la farsa con el hijo del presidente, Bruno se va a su casa y yo subo a mi habitación sin recoger nada de abajo sólo diciendo unas buenas noches. No puedo creer que vaya a hacer esto, irme con el enemigo, al que tanto odio, no sé si podré hacerlo sin decirle todo lo que creo de ellos. Tal vez esté siendo algo exagerada, pero de verdad que con ver al presidente siento un dolor en el pecho horrible por el recuerdo de mi madre que no olvidaré jamás.
Me recuesto sobre mi cama con la mirada perdida en el techo y con las cobijas hasta la barbilla, recuerdo lo que le dije a Karla y me doy cuenta que haré exactamente lo mismo por lo que la acusé, engañar a alguien y lastimarlo; pero me recuerdo a mí misma que hablamos de personas muy diferentes y que la situación en la que lo voy a hacer es más importante. También recuerdo lo que me dijo ella, dijo que no lo entendía y que tal vez no me había enamorado, sé que esas palabras no son importantes, pero no logro entender por qué cuando me las dijo sentí un vacío en el pecho, que algo me faltaba para ser totalmente feliz, algo que todos necesitamos. Amor.
— — — — — — — —
— ¿De verdad? —dice Charlie muy sorprendido y partiéndose de la risa—. ¿Actuarás linda y harás que se enamore de ti? ¿Y Bruno dijo que para ti no sería difícil?
Continúa riéndose ajeno a que todo el mundo en el parque lo mira pues llama mucho la atención con sus risas de gallo. Le estoy contando todo lo que me dijo Bruno hace unos días acerca de "agradarle" a Hamilton y lo único que hizo Charlie fue burlarse de mí diciéndome que pagaría por verme en zapatos de tacón.
Decido que ya me hartó y lo golpeo tan fuerte como puedo en su hombro.
— ¡¿Ya te puedes callar, idiota?! ¡Y no es enamorarlo!... Sólo… acercarme lo suficiente.
Charlie se aprieta el estómago con su mano derecha mientras que con la otra se tapa la boca y hace el esfuerzo por dejar de reír. Cuando parece que lo ha conseguido inhala hondo y dice:
—Lo siento —entrecierro los ojos hacia él y sé que no lo lamenta—. Bueno, es que será algo extraño que tú intentes "seducir" a alguien o como quieras llamarlo, sobre todo a él, cuando no conoces a las personas normalmente eres un dolor de cabeza.
—Jamás superarás eso —digo poniendo los ojos en blanco.
—Era el mejor dibujo que había hecho en toda mi vida y tú lo arruinaste porque creías que te estaba viendo "feo".
Cuando íbamos en primer año el primer día de clases nos sentaron por parejas y a mí me tocó con Charlie, desde el principio lo vi bien vestido y todo bien peinado creí que sería una tortura sentarme con él. Después la maestra nos dejó hacer un dibujo con macarrones y ese tipo de cosas, Charlie me dio un leve codazo y dijo:
—Hola, soy Charlie.
Yo lo ignoré completamente y seguí con mi trabajo, a lo que él respondió con un —maleducada— todo el tiempo continuó haciendo ruiditos extraños apropósito y dándome miradas malas, por lo que casualmente mi mano salió disparada donde se encontraba el bote de pegamento provocando que éste cayera en el trabajo casi terminado de mi molesto compañero.
La maestra lo puso a limpiarlo y a acomodar todo (y no entregó el trabajo), pero en ningún momento me delató acerca de lo que había hecho, tampoco me dijo nada por su dibujo. Al día siguiente llegamos al salón y él llevaba dos sándwiches y uno casualmente estaba en mi lugar. Ese día le dije mi nombre y le pedí disculpas. Por la tarde ya era mi mejor amigo.
— ¿Me hubieras llevado un sándwich si no te hubiera estropeado tu trabajo? —pregunto.
—Probablemente... no. Te lo llevé porque creí que eras divertida… y que estabas un poco flacucha.
— ¿Ves? —digo alzando las manos como si la respuesta fuera obvia—. Gracias a mí somos amigos.
—Sí, gracias a tu tan lindo carácter. Ah, pues es así como enamorarás al hijo del presidente ¿no? —dice burlándose de mí, hace que se me borre la sonrisa.
—Deja de burlarte —digo y dejo caer mi espalda en el pasto. Observo pasar las nubes y el cielo medio nublado de principios de octubre—. Esto es algo serio. Necesito conseguirlo, necesitamos saber qué es lo que planea. Si no lo consigo, defraudaré a mí papá y a Bruno.
Charlie deja de sonreír burlonamente y se acuesta a mi lado.
—No vas a decepcionar a nadie —me asegura—. No es tu obligación, pequeña idiota.
—Pero alguien tiene que hacerlo.
Nos quedamos callados por un rato y Charlie decide dejarme en paz un tiempo. No sigue insistiendo porque sabe que muy difícilmente cambio de opinión, además, sabe que no me gusta decepcionar a la gente... y mucho menos que piensen que yo no puedo o que no lo conseguiré.
— ¿Estarás ahí? —pregunto.
— ¿Dónde?
—En el cumpleaños de Hamilton Johnson —digo y me apoyo en un brazo para verlo mejor—. Sé que a tus padres los invitaron también. Ve con ellos, por favor, no quiero estar sola.
Me mira horrorizado y frunce el ceño tanto que ahora tiene una uniceja. Trato de poner la sonrisa más radiante que puedo, cosa que no me sale tan naturalmente, y lo miro agitando las pestañas para mostrar mis grandes ojos azul pálido.
—Dios, no —me dice—. Mis padres ya me lo dijeron y no pienso ir a esa mierda.
— ¿Ni siquiera por tu mejor amiga? —pregunto haciéndome la sufrida.
—Déjame pensarlo un segundo... no.
— ¿Recuerdas cuando no te gustaban los guisantes y me los tenía que comer yo para que tu mamá no te regañara? ¿Recuerdas cuando te ayudé a fingir que estabas enfermo para no ir con tu abuela? ¿Recuerdas cuando te pasé las respuestas en el examen de matemáticas? ¿Recuerdas cuando me eché la culpa cuando rompiste el vidrio de la escuela porque tú ya tenías demasiados reportes? ¿Recuerdas cuando...?
—Sí. Sí. Sí. Ya entendí tu punto.
—Entonces ¿Irás?
—No quiero usar un ridículo traje y convivir con gente estúpida.
—Puedes convivir conmigo.
—A eso me refiero —sonríe y yo lo veo amenazadoramente—. Y hablando de vestir... no sabía que tenías algún vestido que ponerte en una cena como esa.
—Y no lo tengo —confirmo—. Pero mi papá dijo que tenía ese lado cubierto. Y la verdad es que no me importa demasiado. Entonces... ¿te veré allá?
Suspira y se me queda viendo. Sé que irá.
—No lo sé. Puede ser que sí. Puede ser que no.
Pongo los ojos en blanco, pero le sonrío y lo abrazo. No me va a dejar sola y aunque no quiera vestir con traje sé que lo hará por mí.
Así pasa todo el día. Bromeo con Charlie, platicamos, se burla de mí y me da "consejos" para acercarme a Hamilton (que, obviamente, no pienso ocupar). También, de regreso a nuestras casas vamos dejando comida regada, literalmente, por donde creemos conveniente. Lo que hacemos es que mientras vamos caminando y vemos a posibles candidatos para Denegados (de esos que están a punto de ser echados al otro lado de la malla) curiosamente dejamos caer nuestras mochilas llenas de comida, siempre las recogemos, pero dejamos todo lo que podemos "olvidar" para que ellos puedan tomarlo discretamente y así no piensen que estamos ayudando y que ellos están robando.
Tal vez no parezca mucho, pero a veces esa comida hace la diferencia para las personas que la necesitan. Tú nunca sabes en qué situación se encuentra una persona que pasa a lado tuyo por la calle, no sabes si tu amigo está comiendo bien, no sabes cuán desesperado debe de encontrarse algún padre de familia que tiene que llevar comida a su mesa. Las personas siempre usamos mascaras frente a la sociedad. Tenemos miedo de mostrarnos como somos por el temor de ser rechazados. Somos títeres de la sociedad.
Llego a mi casa y estoy tan agotada que subo a dormir inmediatamente. Veo el calendario colgado detrás de mi puerta y noto que solo quedan dos días para el sábado. Dos días para ir al cumpleaños de Hamilton y tratar de llamar su atención. No tengo ni la menor idea de cómo tengo que hacer eso.