El jueves llega rápido, vamos a mitad de semana y todavía sin noticias de algún rebelde, sin noticias del secuestro del hijo del presidente y sin nada. Lo único que pasaban eran noticias acerca de los lugares a los que habían recurrido a buscar a Hamilton Johnson, pero aún no había noticias de su paradero. La familia siempre manda mensajes a la población acerca de cuán desesperados están, lo único que es creíble es el dolor de su madre. En alguna ocasión hasta televisaron a las hermanas de Hamilton, son unas pequeñas gemelas de ocho años, Abigail y Alison Johnson. Mientras parecía que ellas sí sufrían, el presidente no paraba de hacer campaña electoral . Yo sospecho, mejor dicho, sé, que sólo es para ganarse la confianza del país, para que no dejen de creer en él y que los rebeldes parezcan los malos.
Tengo que admitirlo, le está funcionado.
Mi papá dice que ninguno de los rebeldes que atraparon tenían nuestra marca (por pura suerte) y todos ellos se negaron a hablar a pesar de la rudeza con que fueron tratados, ahora están en prisión bajo una gran protección y no creo que Bruno tenga la capacidad de sacarlos de ahí al menos en un tiempo. La gente empieza a desconfiar más de la cuenta, a estas alturas cualquiera podría ser un rebelde según ellos, pero creo que se sienten un poco más seguros con que algunos de nosotros estén en prisión. Aunque todo sea una ilusión y no vean la verdad de lo que vivimos.
El país, mi país, Naciones Unidas, es la recopilación de todas aquellas personas de diferentes países de América que sobrevivieron a la tercera guerra mundial. La guerra duró dos años y fue más que suficiente para que las potencias mundiales acabaran con todo, utilizaron todo tipo de armas los unos contra los otros lo que llevó a la destrucción de la mayor parte del mundo.
En América se creó una sola nación: Naciones Unidas. Donde al principio había unas cuantas personas de los países que lograron sobrevivir, han pasado ochenta años y hemos avanzado mucho en ese aspecto. Pero retrocedido en otros, como que ya no se tiene libertad, vivimos épocas de represión, las relaciones con los pocos países que hay en otros continentes están prohibidas, la desigualdad económica y social vuelven a estar marcadas, cada quien lucha por sobrevivir sin importarle pasar encima de otros.
Los otros continentes hicieron lo mismo que nosotros, sólo que ahí, actualmente son como dos o tres países pues hubo mayores sobrevivientes. Todo esto lo sé por mi padre y él por mi abuelo. En las escuelas no está permitido enseñar nada de eso, sólo se enseñan las nuevas normas y valores que fueron creando a lo largo del tiempo. Jamás dirán el termino democracia, eso ni se utiliza, pues el presidente sólo es elegido por diez miembros de tribunal de justicia (mi padre no está en él) quienes determinan si es apto para el puesto, sin embargo, el presidente o el aspirante siempre trata de ganarse a la gente, más que nada para evitar revueltas, pero si no lo consigue aun así no importa, él termina ganando.
Hemos tenido ocho presidentes (no estoy segura), todos ellos han estado relacionados entre sí, ninguno ha sido elegido por el pueblo. El líder antes de Robert Johnson, nuestro actual presidente, fue Steven Johnson primo del queridísimo Robert. Se supone que no vivimos en una monarquía, sin embargo, todos los presientes han estado relacionados ya sea genéticamente o con algún tipo de amistad. Lo que quiere decir que sus elecciones en los tribunales son un simple show para engañar a la población.
—Entonces, ¿Qué pusieron en la pregunta número cinco, niñas? —dice Carmen.
Sentada en el césped de la Universidad, me encuentro rodeada por tres de las personas más ridículas y con mente más cerrada del país. No puedo estar tanto tiempo con ellas porque suelo desesperarme, pero por desgracia, hoy Charlie va a pasar por mí después de que saliera de sus clases, pero ya se retrasó media hora, por lo que me quedé con ellas.
—A ver, la pregunta es —Lucia se echa su cabello para atrás, se aclara la garganta y comienza a leer con su voz digna de una niña:— eres juez en los juzgados, te llevan a una persona por ser sorprendida hablando con Denegados y ayudándolos a cruzar el alambrado ¿Cuántos años serían su condena?
—De mínimo unos cinco años —dice Ashley al bajarse las gafas de sol—. Traicionan al gobierno, nos traicionan a nosotros, me estoy viendo generosa con ellos.
Es por eso que me desesperan.
—¿Es en serio? —pregunto sin poder contenerme—. Los Denegados son personas solitarias que no tienen ni para comer, muchos de ellos sólo quieren un pan. Si alguien los ayuda no creo que sea malo.
Ahora todas me miran como si tuviera tres cabezas o pudiera escupir fuego. Se miran entre ellas como diciendo con la mirada lo loca que estoy. Por fin, Lucia se decide a decirme algo.
—Sabes por qué son Denegados ¿no? —cuando asiento con la cabeza empieza a hablarme como si fuera una niña pequeña—. Entonces sabes que ellos están fuera de nuestra sociedad porque son delincuentes, han hecho cosas contra el gobierno, no tienen los recursos necesarios para vivir como nosotros, por lo que si una persona los ayuda está haciendo prácticamente lo mismo y eso no está permitido.
— ¡Por Dios! Sólo tienen hambre. ¿Quiénes somos nosotros para privarlos de todos sus derechos? —digo subiendo un poco el tono de mi voz.
—Tenemos derecho a ser fieles al gobierno, tenemos derecho a acatar las leyes que nos rigen —dice Ashley saliéndose un poco de su imagen de niña bien portada. Creo que la empiezo a desesperar.
— ¿Crees que esos son derechos? —suelto una risa vacía—. Son reglas del gobierno disfrazadas de derechos que nos han impuesto obligatoriamente, pero no significa que estén bien. ¡TENEMOS DERECHO A LA LIBER...!
Alguien me tapa la boca con una mano que reconozco al instante.
— ¿Quién soy, pequeña idiota?
Charlie libera mi boca para que pueda hablar.
—El más tarado de todos los tiempos —contesto y él toma asiento a mi lado. Viste con pantalones blancos y su camisa blanca, dignos de un doctor.
—Hola, señoritas —saluda a todas y ellas le dan su mejor sonrisa. Están muy encariñadas con mi amigo—. ¿Estudiando?
—Un poco —contestan al unísono. Después sueltan una risita estúpida.
—Y tú ¿Muy ocupado, doctor? —le pregunta Carmen.
—Demasiado. Sobre todo, ahorita que me encontré a unos... —se les acerca más y ellas a él, les susurra— rebeldes.
Las tres respingan y se llevan la mano a la boca. Guardo mis cosas y golpeo muy intencionalmente a Charlie con el cuaderno que ni siquiera abrí.
—Me pidieron una consulta y no pude negarme. El deber manda —termina restándole importancia.
— ¿De... de verdad? —pregunta una Ashley muy impresionada.
Charlie suelta una carcajada tan grande que es posible que la oigan a dos cuadras de distancia. Se limpia las lágrimas de los ojos.
—Lo siento —dice cuando logra calmarse—. Sólo era una broma.
Ashley hace un mohín y las demás se relajan muy notablemente.
—Puedo reportar esto, Charlie —dice, medio enojada, Ashley—. Mi padre tiene contactos y podrían investigarte.
—No creo que lo hagas, Ash —dice Charlie al tiempo que se acerca y su cara queda a centímetros de la de ella. Las demás tienen expresión de querer estar en su lugar. Charlie le habla con una voz que jamás ha usado conmigo, seductora—. Imagíname a mí, estando en la cárcel. ¿No crees que sea un desperdicio? Mientras que podría estar saliendo con... personas.
Cerdo engreído.
Ashley baja las pestañas y le habla con una risita.
—Tienes razón, podríamos, digo… podrías hacer otras cosas.
Charlie le sonríe. Me muerdo mi labio y lucho contra poner los ojos en blanco. Sé que Charlie quiere burlase de todo esto, pero es muy educado (con otras personas) para hacerlo en frente de ellas. Se levanta y yo me levanto con él, sé que llegó justo a tiempo de que la plática de hace un rato se volviera un problema.
—Bueno, nos vamos. Nos vemos mañana… o no —espero.
—Hasta luego, señoritas —dice Charlie y les guiña el ojo.
—Adiós —dicen todas.
Charlie y yo caminamos por el césped, mientras Lucia, Carmen y Ashley nos observan o, mejor dicho, observan al futuro doctor a mi lado.
—Tienes a todas enamoradas, galán —lo molesto.
—Cuando me case, ten por seguro que no será alguien como ellas.
—Qué bueno. No creo soportarla.
—Y ahora que ya no nos escuchan... —dice y me voltea a ver, sin dejar de caminar—. Creo que está muy bien que defiendas tu opinión, pero no creo que sea muy inteligente gritarlo a los cuatro vientos. Sabes muy bien que si te hubieran escuchado inmediatamente te asociarían con los rebeldes y una vez que encontraran tu marca no habría marcha atrás.
—Podría correr e irme más allá del alambrado —le digo, pero me mira feo así que lo tomo con más seriedad—. Vale, vale. Sé que hice mal al... rebelarme, pero tendrías que haber escuchado las tonterías que decían. Hasta tú te hubieras hartado.
—Lo sé. Sé cómo son, pero tú debes de ser más inteligente… aunque, bueno… ya sé que no se te da eso de la inteligencia.
—Idiota. Me muero de hambre, espero que Sofi haya hecho de comer —digo.
—Le avisé que irías, así que probablemente haya dejado sin provisiones a la tienda.
— ¿Me estás diciendo gorda? —pregunto dramáticamente—. Porque eso es lo peor que le puedes decir a una dama.
—Qué suerte que no seas una.
Lo golpeo en el hombro lo más fuerte que puedo.
Seguimos caminando y platicando. En el trayecto encontramos a Santiago, es un estudiante de leyes mayor que yo y también es un rebelde, no dimos señas de conocernos, pero ¿Por qué lo haríamos? Se supone que no tenemos por qué conocernos, así son las cosas. No amistad, no fraternidad.
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Llegamos a la enorme casa Cooper y cuando entramos, inmediatamente, percibo el olor de galletas recién horneadas y sé que Sofi me espera. Ella es la que ayuda en la casa de Charlie, tiene tres hijos pequeños y aunque no nos hemos presentado, ella nos habla tanto de ellos que siento como si ya los conociera. Es una excelente persona, de las más amorosas que he conocido, sin embargo, tuvo la mala suerte de nacer en una familia poco privilegiada por lo que lo máximo que logra a aspirar es... esto. Como sirvienta en una casa de ricos.
—Niña Kira —dice Sofi mientras viene a mí con los brazos abiertos para recibirme. Me da un muy lindo abrazo y yo se lo devuelvo.
—Sofía —dice una voz cargada de desprecio y poder. La madre de Charlie se acerca a nosotros con su bolsa en mano y con su bata blanca en otra—. ¿Qué crees que haces abrazando a Kira? No quiero volver a ver tales confianzas.
—Mamá, Sofía puede hacerlo si lo quiere, ella es libre —interviene Charlie.
—No —dice Sofi con la cabeza gacha—. Tiene razón, le pido una disculpa doctora Cooper y una a usted señorita Kira.
—A mí no me molestó —digo. La doctora Cooper me mira y tuerce la boca como si hubiera comido algo muy ácido.
—Puedes retirarte —la mamá de Charlie camina hacia su hijo, le da un beso en la mejilla y se despide—. Me tengo que ir al hospital. Un gusto verte, Kira.
—Igualmente, doctora Cooper.
—Mentirosa —me susurra Charlie cuando su madre ya ha salido de la casa.
No le digo nada porque no puedo negarlo.
Vamos a la cocina con toda la tranquilidad del mundo, pues ya no hay nadie que nos diga que no debemos comer ahí, que debemos hacerlo en el comedor. Entro en la cocina y abrazo a Sofí por detrás.
—Lo siento tanto. Ya sabes cómo es —digo.
—Lo sé, niña Kira. La conozco desde hace ya quince años y he tenido que soportar muchas cosas.
—Oigan —dice Charlie fingiendo estar indignado—. Ella es mi madre.
—Como si no pensaras lo mismo, niño Charlie —le recuerdo.
—Bueno, sí, tienes razón, niña Kira —me dice y se sienta en un banco de la barra.
—Olvidémonos de eso, niños —dice Sofía ya con una cuchara en maño lista para complacerme—. Les voy a preparar todo lo que quieran.
Y así es como yo engordo tres kilos en tan sólo dos horas.
Mientras estamos comiendo toda clase de manjares me pregunto más acerca de la vida de la cocinera, que, por desgracias del destino, nació en una familia pobre por lo que no le dieron la oportunidad de demostrar que ella sabía mucho más que sólo lavar y planchar, no le dieron la oportunidad de superarse a ella misma. Decidieron su futuro por ella.
Charlie le describe a Sofía todo lo que hace en la universidad y todo lo que ha aprendido, ella lo escucha con atención (como lo hace siempre que él quiere hablar con alguien) y le da muchos ánimos para que siga con esa carrera pues le es muy prometedora le dice. No me contengo más y le pregunto:
— ¿Eres feliz, Sofi?
Ella se queda quieta por un momento, analizando mi pregunta, viendo si me quiero burlar (aunque sabe que jamás lo haría). Decido que no es de mi incumbencia si es feliz o no.
—Lo... —empiezo, pero ella me interrumpe.
—Soy feliz teniendo tres maravillosos hijos y soy feliz trabajando para Charlie y su familia. Pero no creo que sea eso a lo que te refieres —dice y estira la mano a donde tengo mi marca de rebelde. Abro mucho los ojos y ella sólo me sonríe, me giro hacia Charlie.
— ¿Le contaste?
—Bueno, yo tengo el tatuaje en la parte baja de la espalda y un día yo estaba sin camiseta y me vio. Le tuve que contar todo y supo que tú también eras una, así que le conté —responde mientras come un pedazo de sandía y se limpia el jugo con el dorso de la mano, luego se encoge de hombros—. Confío en ella.
—Tranquila, mi niña. Jamás los delataría, antes pasan sobre mí —me sonríe y me relajo porque sé que yo también confío en ella—. Quiero que sepas... —continúa— que siento una admiración increíble hacia ustedes, nunca esperé menos de ambos. Pero quiero que siempre se protejan y estén a salvo. Tengo mi fe puesta en todos ustedes.
Ya no tengo nada más que decir. Si ella confía en nosotros, muchas más personas harán lo mismo. Yo no busco la fama, el reconocimiento de la gente ni nada de eso, yo busco hacer justicia, por aquellos que están condenados a una vida menor que otras personas. Busco la igualdad entre clases, busco tener a raya el mal. Busco vengar a mi madre.
—Y con respecto a tu pregunta inicial, por el motivo que lo preguntabas... —sigue— creo que sería mucho más feliz si mis hijos tuvieran una oportunidad y no sólo porque su madre no trabaja en el gobierno ellos estén destinados a quedar con lo mínimo de todo.
La televisión de la sala se enciende sola y comienza el tono de las noticias. Todos nos levantamos de nuestros lugares y vamos a ver las tantas estupideces que tiene el programa de gobierno el día de hoy. Cuando llegamos la presentadora ya ha comenzado con la presentación habitual y ahora está dando una noticia que no me esperaba.
—…hemos encontrado a Hamilton Johnson. Como recordaran fue secuestrado por rebeldes hace ya casi una semana y no sabíamos nada de su paradero. Sin embargo, nuestros tan capacitados federales no habían parado su búsqueda, la cual no había dado resultados hasta el día de hoy —hace una pausa para darle más dramatismo a la historia y continúa—. Como también recordarán, la noche del mismo día de su secuestro nuestros federales tuvieron un segundo encuentro con rebeldes que se encontraban, en lo que suponemos, era su cuartel general. Las instalaciones fueron revisadas minuciosamente y sin encontrar nada nuevo.
>Parece ser, que la familia presidencial está de suerte pues una llamada anónima esta mañana ha informado haber escuchado ruidos en el cuartel; rápidamente las autoridades correspondientes acudieron al lugar donde encontraron el cuerpo inconsciente, pero vivo, de Hamilton Johnson, hijo del presidente de Naciones Unidas.
No pasan imágenes de cuando lo encontraron, pero sí pasan las imágenes de cuando la tan adorable familia presidencial se reencontró y todos acudieron a abrazar al preciado primogénito del presidente. Me entran ganas de vomitar ante semejante farsa de amor. Dudo que alguno de ellos conozca lo que es.
Volteo y veo a Charlie con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido, lo que quiere decir que está pensado algo que muchos ignorarían. Sofi ve las imágenes sin emoción alguna y pienso que así debe de estar la mayoría de la población.
La reportera vuelve a aparecer en pantalla y dice:
—Para hablarles más acerca de estos hechos tan espantosos, está aquí con nosotros Hamilton Johnson. Démosle la bienvenida.
Al lado izquierdo de la reportera (de quien aún desconozco su nombre a estas alturas) aparece el hijo del presidente y aunque va de traje y bien arreglado no parece nada feliz. Sus ojos azul brillante carecen de ese brillo divertido tan característico de él, ahora su rostro parece... enfermo, tiene unas pequeñas ojeras, pero aun estando así no parece una persona que haya estado secuestrada durante un par de días. La idea de Charlie se me viene a la cabeza.
—Buenas tardes, Juliana —saluda Hamilton. Oh, así se llama la reportera—. Buenas tardes a todos en casa.
Hamilton pone una pequeña sonrisa, pero aún parece triste, diferente como si toda esta situación no le gustara. Viviendo siempre entre mentiras, supongo que vas tomando experiencia para la actuación.
—Señor Johnson, sé que esta situación es muy difícil, pero nos gustaría saber qué fue exactamente lo que pasó.
—Ya sabes... —dice Hamilton haciendo un gesto vago con la mano— lo normal, tomamos el té y comimos galletas, todos los días igual.
Pongo los ojos en blanco, es un idiota. La reportera le dedica una sonrisa y veo que le brillan los ojitos, se nota que, aunque ella sea mayor, no se salvó de los encantos del grandísimo Hamilton. La verdad (para qué negar) es un hombre muy guapo con ojos azules, pero hijo de un asesino y un futuro político corrupto.
—Veo que no perdió el sentido del humor, señor —le dice la reportera—. Pero, cuéntenos más de lo que vivió ahí. Entiendo que sea difícil para usted, pero tenga la seguridad de que todos en Naciones Unidas estuvimos pensando en usted cada día.
—La verdad es que no recuerdo nada. Me mantenían sedado todo el tiempo y no sé ni donde me encontraba. Lo único que recuerdo es que me vendaron los ojos el día que me llevaron con ellos y dimos un largo viaje en auto.
Juliana asiente y pregunta:
— ¿Qué tiene que decirnos acerca de la situación de nuestra nación con respecto a los rebeldes?
—No tengo ni la más remota idea de lo que pretendan. No los conozco siquiera, pero de lo que si estoy seguro es que las acciones que hicieron no eran correctas y, sinceramente, muy inútiles. No iban a conseguir nada con eso. ¿Qué pretendían? ¿Pedir un rescate? Déjame decirte que mi vida está sobrevalorada, entonces.
—Oh, señor Johnson, tiene razón, todos estamos de acuerdo en que son unos perturbadores de la paz sin ningún objetivo concreto —dice Juliana y yo me pregunto en qué momento dijo Hamilton la palabra "perturbadores" o "paz"—. Es todo por el momento y le agradezco mucho estas palabras, señor Johnson.
—De nada, Juliana. Buenas tardes a todos —se despide y la transmisión se corta.
Volteo para ver a Sofi y Charlie y me doy cuenta que sólo esta Charlie. Le pregunto:
— ¿Qué piensas?
Me mira y niega lentamente con la cabeza.
—Él no dio ningún detalle así que está todo muy sospechoso. Tampoco lo vi tan mal para estar todo el tiempo drogado. Es pura basura política.