—¿Qué sucede? —Dahiana me ve como si estuviera loco. —Mi mamá está al frente del auto —explico y ella se voltea a ver—. ¡No la mires, podría verte! —Me altero. —Pensé que tus ventanas estaban ahumadas. —Arquea una ceja y me ve con desconfianza. —Si, lo sé, pero igual, lo nuestro tiene que ser secreto, ¿no? Escóndete, yo apagaré el auto —le susurro como si estuviéramos en una misión. —Todo está bien, ella está hablando por teléfono en la otra cera —dice con su tono tan irritado que me la puedo imaginar cómo me pone los ojos en blanco mientras saco las llaves. —Admiro como te encuentras tan calmada, pensé que te asustaría que alguien nos viera. —Saco las llaves y siento una mano en mi trasero, que mujer tan abusadora—. ¡Oye! —me quejó por la nalgada. —Lo siento, quería saber si se marc