De pronto una mano tocó mi hombro, las luces se prendieron y la música del violín volvió a comenzar. Podía escuchar algunos murmullos de molestia de parte de algunos empleados que se preguntaban una y otra vez qué era lo que yo iba a decir, pero de una cosa estaba segura… por ahora estaba salvada de ser humillada socialmente ante la comunidad y todo había sido gracias a mis plegarias y que además, un ser desconocido había tocado mi hombro en el momento más importante. Me había salvado ante esa extraña y no querida situación, que esperaba que nunca más se repitiera. —¿Me permite esta pieza? —me pregunto el chico, que momentos antes había querido coquetear conmigo sin éxito. Clavé mis ojos en los de él. Sin duda eran idénticos a los de Damian, pero era una persona completamente diferente