¿Dónde estaba Meryl cuando se necesitaba? En estos momentos, solo quería tomar esa muñeca en mis manos para destrozarle la cabeza, morderla con dolor, gritarle, extirparla, apachurrarla, estrangularla, cualquier cosa que hiciera que mi ira desapareciera de una buena vez por todas. Ese maldito Christopher aún tocaba a mi puerta con furia. Solo podía escuchar como estaba molesto por que yo, “una chica cualquiera” le había cerrado la puerta en su cara. Además, había empezado con su típica masculinidad de que todas las mujeres querían acostarse con él y que ahora, aunque se lo pidiera a ruegas, jamás lo “haría conmigo”. —Ya quisieras, idiota. ¿Pero que maldita sea se creía ese monstruo que era o qué? Ni muerta haría el amor con esa clase de persona, que toca, y besa y muerde orejas solo