Esa noche, no pude pegar un ojo en toda la noche, ya que aún no podía creer lo que me había hecho. Y yo que pensaba que eran solo palabras y que aunque lo dijese, nunca lo llevaría a cabo. Bien, pues me equivoqué. De solo pensar en que si no me hubiera mirado ese instante en donde mi mirada lastimada penetró en lo más oscuro de su alma, mi virginidad se hubiera perdido y ya nada tendría sentido. Volví a sollozar. El sol por fin comenzaba a asomarse por la ventana, pero yo aún no veía el ocaso. Sentía que me había arrebatado algo, no físicamente, sino dentro de mi mente. Aún sentía sus besos alojados ferozmente en mis labios, sus caricias insensibles en mi cuerpo y su sonrisa de burla, deleitándose con mi miserable imagen. Pase la saliva. La alarma acababa de sonar y mi cuerpo se e