El agua resbalaba por su cuerpo, afuera llovía a cántaros y su ropa estaba completamente empapada.
«El mejor cumpleaños de mi vida» Pensó Mía, con melancolía, cuando en realidad había sido el peor de los cumpleaños.
No se suponía que su vida fuese así ahora que tenía veintitrés años, algunos años atrás se había imaginado que a esta edad ya habría terminado el tan ansiado diplomado y estaría rumbo a Egipto a ejercer su carrera. ¿Cómo es que las cosas habían salido tan mal?
Y para variar, acababan de despedirla ¿Cómo se suponía que sobreviviría sin ese empleo?
—Mi vida es una mierda sin sentido—murmuro para si misma mientras subía las escaleras a la pocilga qué tenia por habitación y aunque lo dijo en voz baja, el silencio del lugar hizo sonar su voz con claridad y el eco regreso sus palabras como una bofetada.
Al llegar a la puerta de su pequeño y muy humilde hogar, se vio obligada a empujar la puerta con fuerza después de girar las llaves, ya que esta solía atorarse al momento de abrir. No sabia cuando sucedería, pero sabia que algún día esa maldita puerta la dejaría afuera y eso sería el colmo de su paciencia.
Aún no lograba acostumbrarse a ese lugar, siempre, por alguna razón tenía que fallar. Las cerraduras de las puertas al intentar abrir, cuando llegaba a llover la electricidad siempre era intermitente y que decir del ascensor, el cual jamás había visto funcionar. pero pesar de que todas esos inconvenientes, no podía quejarse por el precio que pagaba por su habitación, era claro que el lugar no recibía ningún tipo de mantenimiento, pero al menos tenia un techo sobre su cabeza, además realmente no importaba ya qué, por lo general, no estaba todo el día en casa, además de que su situación económica, no le permitía buscar un lugar mejor, solo quedaba acostumbrarse.
Cuando cerró la puerta detrás de sí, dejó sobre la mesa el bolso qué colgaba de su hombro y la bolsa de plastico que había protegido de la lluvia al pequeño pastel que Laura, su compañera de trabajo o más bien deberia decir ex compañera, le había regalado por ser su cumpleaños, aquello era lo único bueno que le había pasado, pero ninguna de las dos podía sospechar como iba a terminar ese día.
Cuando se levantó esa mañana, ella había pensado que por ser su cumpleaños, las cosas serían diferentes o al menos vería las cosas diferentes y vaya que lo fueron, pero no como ella esperaba.
La cafeteria "La gloria", su trabajo de medio tiempo, había estado abarrotado de gente, quizás por ser fin de semana y es que ese lugar era muy popular, no solo por su antigüedad, sino también por su decoración, era como viajar a Europa sin salir de la ciudad de México.
Mía había estado tan ocupada qué ni siquiera había tenido tiempo de recordar que era un dia especial para ella, pero apesar de lo que ajetreado qué era su trabajo, ella se mantenía fuerte sabiendo que al final del día podía ir a celebrar con Laura, porque así lo habían planeado, pero durante la tarde, mientras atendía una mesa que correspondía a su zona de servicio, un niño descuidado había pasado corriendo junto a ella y desgraciadamente, a su paso, golpeo la charola de panecillos qué ella sostenía en las manos por lo que en un instante perdio el equilibrio de la charola y esta cayó sobre el cafe de un comensal derramandolo por sus pantalones.
Por obvias razones el cliente se había levantado de su asiento gritándole como si eso fuese a solucionar el problema que obviamente ella no había causado, pero la estupidez de aquel hombre le hizo gritar barbaridades sobre su capacidad de actuar y pensar, por supuesto Mía quiso defenderse y regresarle los insultos qué aquel sujeto aseguraba de ella, pero creyendo qué el silencio le ayudaría a conservar su empleo, me vio obligada a agachar la mirada y dejar que aquel remedo de imbéciles terminará de gritarle frente a tanta gente.
Ya qué la situación, era un inconveniente para los demás clientes, su jefa había tenido qué intervenir para calmar al cliente iracundo qué, a pesar de que él mismo había visto al niño travieso golpear la charola, era más conveniente para él gritarle a la camarera qué ir a la mesa de los padres del niño, los cuales no tenía pinta de ser comprensibles y mucho menos pagar por las travesuras de su hijo.
Mía intentó explicarle a su jefa, cuál había sido el inicio de aquel estúpido problema. Incluso trato de buscar al niño con la mirada, pero después de los gritos qué todo el mundo había presenciado, aquel chiquillo había salido huyendo para evitar que lo culparan y así evitar el castigo de su madre, la cual no era muy comprensible con él.
Mía trato de mantenerse calmada, sabiendo que ella era inocente, además de que no había forma para que esa situación empeorara, aunque en el peor de los casos, era posible que le descontarían de su salario el precio de la lavanderia del pantalón de ese insufrible hombre, pero nada más.
Eso dedujo, pero la realidad resultó ser mucho peor para ella, ya que su odiosa jefa termino despidiendola alegando que no era la primera vez que recibían quejas de ella, claro que Mía sabía que eso no era cierto ya qué, de todas las demás empleadas, ella era la más eficiente y la prueba estaba en todas las propinas que recibia por su buen servicio.
Al final de aquella conversación, Mía terminó tomando sus cosas y azotando la puerta con bastante fuerza al salir ya qué, aquella odiosa mujer dijo que no le pagaria esa ultima semana ya que con su sueldo pagaría los daños qué ella había ocasionado ¿Cuáles daños? ¿Su estupido pantalon de mercado?
Si de algo estaba segura, es que esa mujer que se hacía pasar por la dueña, aunque en realidad era su hermana quien era la propietaria y la persona que la había contratado, odiaba la vida y se desquitaba con cualquiera que mostrará indicios de alegria y aunque quizas Mía no era la persona más alegre del mundo, al menos podía sentirse orgullosa el servicio qué ella había ofrecido mientras trabajaba en aquel lugar, pero que lastimosamente ni en el ultimo segundo le habian reconocido, pero ¿Qué más podia hacer? ¿Llorar?
Si, tenia una enorme necesidad de llorar y dejar que la impotencia fluyera por mis sus mejillas para despues sentirse un poco mejor consigo misma, perder un trabajo no era el fin del mundo ¿O si?
Se sentó sobre la unica silla que estaba disponible en un rincón de la habitación a la que ella llamaba cocina, puesto que ahí había dispuesto un pequeño espacio para una pequeña estufa eléctrica.
Una vez sola, comenzó a llorar, pero con una sonrisa en los labios, porque ella había supuesto que su vida no podía empeorar, pero ahí estaba en una horrible habitación, sin empleo y claro, un paso más lejos de poder lograr sus sueños.
Lloraba, pero no solo por lo que le habia pasado aquella, justo el día de su cumpleaños, sino por todo, por sus sueños y esperanzas rotas, sus decepciones y esperanzas vacías.
Lloró alrededor de quince minutos, pensó que las lagrimas liberarian el peso de su corazón, pero en realidad solo abrió más y más la herida de la desilusión, por lo que decidió que eso debía ser todo.
Llorar no le ayudaría a poner las riendas de mi vida en su lugar, lo que necesitaba era actuar y en ese caso buscar otro empleo.
Miro la bolsa de plastico, era tan patetico celebrar sola, pero pensándolo bien no sería la primera ni la unica persona del mundo en hacerlo así que saco la caja transparente del interior, era casi del tamaño de su mano, asi que no podia esperar que lo que estuviese ahi fuese la gran cosa.
Quitó la tapa y se encontro con un pequeño panque redondo cubierto con crema y chocolate, encima tenía pequeños trozos de frutas de diferentes colores y tamaños, como durazno y algunas fresas.
Luego de encender la luz de su habitación, se levantó de su sitio para ir en busca de la caja de fosforos, al menos aún tenía tres en su interior. Puso uno de ellos sobre la mitad del pequeño panque y luego lo encendio con otro, cerró los ojos y pidió un deseo:
—Un cambio—se dijo a si misma—no quiero seguir igual, por favor.
Sopló el resto del fosforo que comenzaba a consumirse. Si a sus padres le habian enseñado algo valioso en la vida, era buscar su propio destino, tal vez lo habia hecho mal los ultimos años, pero su esperanza aun no moria, al menos no del todo.
Un pequeño sonido la sobresalto, era una notificacion de su pedazo de teléfono, el cuál tenia media pantalla rota, pero aun era funcional, sabía que tenia que cambiarlo tarde o temprano, pero ¿Con qué dinero si ya no tenia ni trabajo?
Al mirar la pantalla vio varias notificaciones de antiguos amigos de su ciudad, eran felicitaciones por su cumpleaños, solo de esa manera lograba recordar que ella existía, porque f*******: se los recordaba.
Al mirar su fotografias, se dio cuenta de que muchos de ellos habían logrado, por asi decirlo, éxito en sus vidas, algunos ya habían terminado la universidad y ya se encontraban trabajando en grandes empresas, ver sus fotografías le hizo entender que el éxito se encontraba en cualquier lado, solo que tal vez venia diferente para cada quien y claro, si luchas por tus sueños.
De pronto se sintió mal, quizas tenía envidia, arrepentimiento o decepción, lo que le hizo bajar el telefono. Su vida no era lo que queria que fuese, estaba estancada y no sabía como salir. ¿Cómo podia cambiar su suerte?
Su teléfono volvio a emitir un sonido, esta vez no era el de una notificacion, sino mas bien un mensaje. Al levantar la pantalla observó un nombre que no reconoció, pero aparentemente se trataba de alguien que estaba añadido en su lista de amigos, era un hombre que se hacia llamar "Julio Montero" o al menos ese era su nombre de usuario.
"¿Qué tal, hermosa? ¡Muchas felicidades! Hace mucho que no sé de ti, ojala podamos encontrarnos pronto, quizás para rememorar los viejos tiempos"
Al revisar su perfil se dio cuenta que no era una persona muy activa, su última publicación era del año pasado y era tan solo una frase motivacional con cinco reacciones en ella, aparentemente no era una persona muy sociable en internet.
Quiso ignorar el mensaje hasta que algo en su fotografia de perfil llamo su atención. Al dar "click" sobre ella, la fotografia se extendió por la pantalla. Lo que llamo su atencion fue su cuerpo torneado ¿Cómo es que tenia un amigo en f*******: asi y no lo habia notado antes?
Era apuesto, de finas facciones y tez blanca, ademas su color de cabello era de un tono rubio oscuro casi castaño y el color verde de sus ojos era precioso. Además de que tenia una barba fina qué a Mía le pareció más que atractiva.
Definitivamente no lo conocia, no hubiera sido capaz de olvidar un hombre tan perfecto como él en toda su vida, seguro se trataba de un extraño que buscaba lo que, comunmente se le conocia como "Sexting" es decir, intercambio de contenido erotico. Le había pasado varias veces con viejos rabos verdes, pero al menos ese si era bonito.
Escribio lo que supuso era adecuado ante esa extraña situacion:
"¿Quíen eres?"
Al ver que no estaba conectado, dedujo que su mensaje tardaría en ser contestado, pero antes de que pudiera apartar la vista de la pantalla, recibió un nuevo mensaje:
"¿No me recuerdas?"
Aquel mensaje no le dio ningún tipo de información de quién era él o al menos de donde lo conocía y aunque todo indicaba qué todo eso podía ser una farsa, pensó que lo mejor era no seguirle la corriente a ese extraño, pero no es que Mía tuviera algo mejor que hacer.
"No"
Pasaron unos segundos y luego el chat comenzó a tener actividad, aparentemente aquel sujeto estaba escribiendo:
"Supongo que no puedo quejarme, han pasado 8 años desde la ultima vez que te vi"
Mía tenía quince en ese entonces, por lo que probablemente se trataba de algún ex compañero de la preparatoria o incluso de la secundaria, pero por más que tratara de recordar quien era él, su memoria parecía estar bloqueada. ¿Cómo iba a olvidar a un dios griego como él?
Tuvo que entrar nuevamente a su perfil para buscar por si misma un indicio, quizas una fotografia o alguna mención de donde se conocian y entonces en la sección de información encontro el nombre de la secundaria a la que había asistido, aparentemente no solamente habían estudiado en el mismo colegio, sino que se habían grado en el mismo año, lo que indicaba qué probablemente si se habían conocido.
Ingresó un nuevo mensaje, se trataba de una fotografia, de hecho, Mía se reconoció de inmediato en ella. Era la fotografia conmemorativa del grupo graduación en el qué ella había estado, se suponia que todos habian recibido una copia, asi que no quedaba más que sospechar qué él habia sido asistido en la misma clase y mientras buscaba en su mente alguna pista, llego nuevo mensaje:
"Soy el de la orilla superior derecha"
Dirigio la vista hacia esa posición en la fotografía, se trataba de un chico alto, delgado y con acné por todo el rostro.
Subítamente algunos recuerdos la golpearon como si se tratase de un balde de agua fria. Si recordaba aquel muchacho, pero los recuerdos quenadaban por su cabeza eran los de un chico tímido al que siempre molestaban por ser dos años mayor que todos en aquella clase.
Lo habían tachado cómo el estúpido que había reprobado y por ello debia cursar con nosotros.
También recordó la pena que le causaba verlo solo, todas las mañanas durante los recesos y cambios de clase, era deprimente y por ello sus amigas la habían retado para acercarse a él y en cierto momento destrozarle el corazón, solo que nunca pudo hacer lo último porque termino apreciándolo y también pensó que hacer eso, era mucho peor que el desprecio qué le hacían sus demás compañeros, así que luego de un minuto volvio a recibir un nuevo mensaje:
"¿Ahora me recuerdas?"
A Mía le parecio curioso como es que había cambiado tan drasticamente, de ser el feo del salón a convertirse en todo un galán, seguro que de verlo todos aquellos que lo habían molestado, quedarían perplejos, incluso ella estaba impresionada:
"Si, ya te recuerdo. Has cambiado mucho"
Mía escribió en el chat "Estas como quieres papasito" pero la culpa de ese entonces volvió, así que se arrepintió y borro lo que planeaba decirle.
Poco a poco mientras pensaba, algunos recuerdos volvieron a su mente, como su primer beso. Se puso roja solo de recordar ese momento, ya que sus amigas la habian forzado a hacerlo para que él pensara qué ella estaba enamorada de él.
Comían juntos y él la acompañaba a casa, aunque estar tanto tiempo juntos, tambien implicaba cierta complicidad. Mía se veía forzada a tomarlo de la mano e incluso a veces se daban de comer en la boca e incluso ella le daba besos en la mejilla, por supuesto eso era lo más desagradable qué estaba forzada a realizar.
"Cierto, ya no soy lo que era antes, pero tampoco olvido el pasado ni las personas que significaron mucho para mí, como tú"
Mía suspiró, debía ser un hermoso sueño por lo que se dio un pequeño, aunque efectivo, pellizco, para saber si realmente eso estaba pasando y sí, estaba despierta y un hombre atractivo estaba hablando con ella.
"Cuéntame sobre ti. ¿Qué me he perdido estos todo este tiempo?”
Para resumirlo, la vida de Mía era una absoluta y completa mierda, así de fácil y sencillo, pero obviamente ella no iba a decírselo, era muy vergonzoso.
"No te has perdido de mucho, prepa y universidad, es todo. ¿Y tú? ¿Qué haces actualmente?"
Los segundos pasaron y no hubo respuesta, ella continúo mirando la pantalla hasta que varios mensajes llegaron casi al mismo tiempo.
"Me gustaría decírtelo, pero no por mensaje, ya que es muy difícil de explicar, así que porque no quedamos para vernos ¿Qué dices?"
Mía se sorprendió un poco, no esperaba que la invitará a salir tan pronto, de hecho, la propuesta le pareció sospechosa ¿Por qué era difícil de explicar? ¿Acaso era narcotraficante? ¿Un tratante de blancas?
Viviendo en la ciudad de México, había aprendido qué no podía fiarse de nada, no siquiera de viejos amigos, además de que era probable de que él se encontrará en su estado ¿Cómo podrían verse?
Dejo el teléfono, necesitaba pensar en una forma de rechazarlo, aunque también tenía curiosidad por verlo en persona, a pesar de que su atractivo advertia peligro por doquier.
Suponiendo que no me fuese a pasar nada malo, puesto que lo había conocido en su adolescencia, a esas alturas de sus vidas realmente no sabía si debia confiar por mucho que deseara salir con un hombre atractivo como él.