El día comenzaba siendo como cualquier otro día, pero no lo era.
Este era el primer día en Inglaterra.
Cierro los ojos, deseando volver a casa.
No me agradaba para nada este plan. No estoy acostumbrado a esto. No quiero comenzar una vida casi de cero siendo alguien totalmente distinto.
¿Cómo fingir ser alguien que no eres? Soy un príncipe, nací para serlo, fui criado para ello, ¿y ahora me dicen que tengo que hacer alguien común y corriente? No lo sé.
Un par de toques a la puerta me alejan de mis pensamientos.
— ¿Sí? —pregunto incorporándome levemente de la cama.
— Alteza —carraspea—. Lamento ser yo a quien tenga que escuchar a primera hora de la mañana pero, tenemos un largo itinerario por hoy.
Respiro hondo. Claro que tenemos muchas cosas por hacer. Básicamente estamos creando un nuevo Andrew lejos del Gran Palacio. La idea no me gustaba ni un pelín.
Me levanto pesadamente y camino hacia la puerta para abrirla e invitarlo a pasar.
— Buenos días, su alteza —hace una leve reverencia.
Sonrío pasándome la mano por el cabello en señal de sueño.
— Si queremos crearme una nueva identidad debes dejar de hacer eso —bromeo.
Él carraspea, claramente incómodo pero asiente.
— Lo siento, su... — detiene su frase ante mi mirada—. ¿Andrew?
Sonrío, asintiendo.
— Exacto, solo Andrew.
Me encamino al vestidor para elegir el traje del día. Al instante escucho pasos apresurados detrás de mi.
— Su alteza, lamento informarle que este lado del vestidor no va a utilizarlo a no ser que tenga reuniones pertenecientes a la realeza.
Volteo a verlo confundido.
— ¿Entonces qué usaré?
La pregunta parece entusiasmarlo porque sale del cuarto a paso apresurado y vuelve rápidamente con una especie de perchero con ruedas absolutamente lleno de conjuntos.
Respiro hondo.
— Tengo varios looks en mente pero hay un ganador —dice emocionado.
Hago una mueca, rindiéndome definitivamente.
— De acuerdo, soy todo oídos.
U ojos, como sea.
Después de muchos muchos minutos explicándome cada conjunto y su justificación de porque me quedaría fatal, según él, llega un conjunto que sí me llama la atención.
— Oh, ya veo —expresa, dándose cuenta de a que dirección apunta mi mirada—. Aparentemente tenemos el mismo gusto, su alteza.
Entonces veo que toma la percha y lo observa.
— Puede ir a probarse la ropa, si así lo prefiere.
Asiento y sin mediar palabras me adentro al vestidor.
Sí, definitivamente es lo mío.
Me observo en el espejo y veo con satisfacción que el azul marino de la camiseta combina perfectamente con mi tono de piel, y que el pantalón de jeans moldea con gracia mis piernas.
Paso una mano por mi rizado cabello y asiento, dando el visto bueno. Entonces, decido salir.
— Yo sabía que no necesitaría gran cosa para resaltar sus ojos verdes —dice para sí mismo con una sonrisa orgullosa—. De acuerdo, su alteza, ahora veremos su cambio de cabello.
Asiento.
—Espere —lo detengo—. ¿Cuál es su nombre?
Él parece paralizarse por unos segundos.
—Máximo, su alteza.
Sonrío.
— Es un placer trabajar con usted, Máximo.
Casi parece aliviado ante mis palabras. Me devuelve la sonrisa y se retira de la habitación luego de hacer una leve reverencia.
Estando solo en el lugar me permito dirigirme hacia el gran ventanal a observar la vista del gran prado verde y reflexionar un momento.
¿De verdad el plan es convertirme en otra persona para encontrar a una persona y enamorarla a base de engaños para que me acompañe a reinar? ¿De verdad quiero comenzar así una relación a largo plazo?
Suspiro.
Ya no hay vuelta atrás.
(...)
Bajo del auto y volteo a ver a mis guardaespaldas que para nada disimuladamente me seguían. Camino hacia ellos y golpeo con los nudillos su ventanilla.
— ¿Necesita algo, su alteza? —cuestiona uno de ellos, dispuesto a bajarse de una vez.
Niego con la cabeza, deteniendo su acción.
— Sus instrucciones fueron claras, deben ser disimulados a la hora de seguirme. ¿Qué les hace pensar que estar en un todoterreno n***o con ventanas blindadas es ser disimulado?
— Nuestra misión es cuidarlo, su alteza, no ser disimulados —responde el conductor, dando casi por terminada la charla ante la dureza de sus palabras.
— Como sea — murmuro y camino hacia donde inicialmente quería ir.
Paso la pequeña puertecita de madera hasta llegar a la puerta de la casa y golpear. Espero pacientemente hasta que escucho pasos apresurados e inevitablemente sonrío.
— ¡Andrew!
Mi tía me atrae para un abrazo y me zarandea de lado a lado mientras expresa cuanto me ha extrañado.
— ¡Mira cuanto has crecido, muchacho! —me observa detenidamente—. Mis niños ya no son niños.
—Ya suéltalo, mamá.
Escucho su voz y automáticamente sonrío.
— Matthew —saludo.
Él niega con la cabeza, divertido.
— Aquí no hay formalidades, idiota —dice, golpeando levemente mi hombro para luego atraerme en un leve abrazo.
Mi tía suelta un grito ahogado.
—Matt, ¿Cómo se te ocurre golpear y decir tal barbaridad a un príncipe? —le regaña su madre.
—Que no se te olvide, madre, que aquí no es ningún príncipe —responde Matthew, abrazándome por los hombros.
Mi tía rechina los dientes.
— Con respecto a eso, no estoy para nada de acuerdo con esa decisión, Andrew —dice, cerrando la puerta.
Matt suelta una carcajada y niega con la cabeza.
— Ella casi nunca está de acuerdo con muchas cosas, no te preocupes —me susurra.
Un par de golpes suenan en la puerta y mi tía da unos pasos hasta abrirla.
Son los 4 hombres de n***o.
Mi tía se sorprende y da unos pasos atrás.
— Por favor, perdónenle la vida a mi hijo.
Uno de los guardaespaldas la observa extrañado.
— Descuida, tía. No vienen por Matt —giro a verlos y digo—: ¿Desean pasar?
Asiente. Doy un paso atrás para darles lugar a que se adentren.
Veo con diversión como mi tía se encoje al verlos pasar por su reducido pasillo, hasta Matt sonríe con burla.
— Tu, querido primo, viniste a darle diversión a mi monótona vida —dice, volviendo a abrazarme por los hombros.
— Estoy seguro que no he venido a eso.
Él sonríe, comprendiendo todo.
— Sí, ya lo creo. ¿Quieres contarme todo?
Respiro hondo y suspiro.
— Es una larga historia.
— Pondré agua a calentar para el té —responde y corre hacia lo que creo es la cocina.
Observo un poco alrededor y por alguna extraña razón me siento un poco en casa, aunque las dimensiones se hayan reducido notablemente y las personas en el lugar sean otras. Se siente bien.
— Andrew.
Volteo ante el llamado de mi primo.
— Es bueno volver a verte.
Sonrío.
Tal vez no todo sea tan malo.
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