—Todo esto perteneció a mi familia durante siglos— le explicó él—. Era nuestro para defenderlo contra el enemigo, un enemigo que se acercaba a campo abierto en su armadura, y al que se podía combatir y derrotar. ¿Cómo podría alguien esperar el engaño, la perfidia, la traición de un vecino? —Su carga es muy dura— repuso Lydia—, pero, ¿no está permitiendo ahora que el Duque consiga una victoria mayor que la que obtuvo en el pasado? —¿Qué quiere decir con eso? —Que está dejando que el Duque lo destruya. Sé que le ha quitado sus tierras y que ha lastimado su orgullo, pero las posesiones materiales no son tan importantes para un hombre como él mismo. —Comprendo lo que trata de decirme, pero ya es demasiado tarde para sermones. Es demasiado tarde para salvarme de mí mismo. Soy, si así lo qui