Qué día, el de hoy. No es posible que todas las cosas malas pasen en un día. Decido darme un buen baño, comer algo rico, ver televisión un rato y luego descansar. En eso suena el timbre. —Lo que me faltaba, visitas —abrí la puerta y debe ser una broma—. ¿Es en serio? —A mí tampoco me da gusto verte, pero qué le hacemos —Ángel entra al departamento como si fuera su casa. —No te dije que podías entrar —se detiene en medio de la sala. Bien, lo dije. Si pueden suceder todas las cosas malas en un día, cierro la puerta—. ¿Si no quieres verme, para qué vienes? —Tenemos que hablar. ¿Cómo te has sentido hoy? —lo miro, porque aún no salgo de mi asombro por su preocupación. —Bien —me dirijo a la cocina y termino lo que estaba haciendo. —Eso se ve muy bien, no sabía que cocinabas — qué sorpresa.