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Te Quiero de Vuelta.

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Blurb

Me vi obligada a casarme con el hombre más frío, cruel, orgulloso, prepotente y multimillonario de todo el país solo por un contrato que mi padre hizo para mantener el estatus social de los Leffmant. Él se casó por lo que representa mi familia, reconocimiento, respeto y poder, así se fusionaron nuestras empresas convirtiéndose en la más poderosa de todo el gremio empresarial, somos socios con los mismos deberes y derechos.

Nada mejor que una boda entre las familias más poderosas del país, sin embargo, él me odia, me aborrece, soy el problema, la mujer que arruinó su vida, solamente un contrato; apenas cruzamos palabras y cuando lo hacemos parecemos perros y gatos, pero ante el país somos la pareja perfecta, apenas se acaba el espectáculo, volvemos a ser dos personas que no se soportan.

Ahora él lo tiene todo,no me necesita y quiere el divorcio; lo que nadie sabe es que siempre lo he amado, pero mi orgullo vale más que él.

Mi familia era la más poderosa junto con la de ella, implacable, pero no teníamos el poder empresarial que tan únicamente su nombre nos daba, eso no me importaba en lo más mínimo, pero para mi familia eso era una ofensa.

Estaba enamorado de la mujer perfecta del mundo, pero ella con sus intrigas lo arruino todo hasta el punto de verme obligado a casarme con la mujer más terca, orgullosa y fría; llevamos cinco años viviendo una farsa de matrimonio, pero ahora que lo tengo todo, no la necesito, mi amor volvió y ella me estorba es hora de cambiar las cosas, sacarla de mi vida, pero tengo un problema no puedo sacarla de la empresa.

Lo amo, pero nunca lo va a saber, siempre me desprecio.

La odio, ¿cómo perdonar lo que hizo? ¿cómo amarla después de eso? Jamás, le digo adiós.

Aquí empieza nuestra historia.

Novela registra N 978958498228-6, totalmente prohibido su adaptación o reproducción si autorización por parte de su autor.

Todos los derechos reservados.

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Divorcio
DIVORCIO Después de cinco años de matrimonio, de aparentar ante los demás ser la pareja perfecta, de tratar de que me viera como algo más que un simple contrato, sino como una mujer inteligente, hermosa y amorosa, no lo conseguí. Él me odia por alguna razón que desconozco, nunca me dio la oportunidad de hablar, por más que intenté ser una buena esposa, tratando de que me conociera. Después de todo, estábamos casados y no podíamos cambiar eso, pero él nunca lo permitió. Es irónico; él es el hombre más deseado del país, millonario, guapo, inteligente, frío, poderoso y carismático. La gente le teme por su carácter, mientras que yo soy la envidia de todas las mujeres por tenerlo a mi lado. Soy la única que conoce su ternura, su pasión y su amor, pero es el chiste del año. Si supieran la verdad, que apenas estamos solos, él es como un iceberg, calculador, cruel y despreciable. Soy quien más padece su mal carácter. A veces me pregunto, ¿por qué, de entre todos los hombres del mundo, me enamoré de él? ¿Por qué mi padre me tuvo que obligar a casarme? Por más que lo amara, jamás permitiría que me humillara. —¿En qué piensas? — escucho a Amelia, mi mejor amiga, que conoce todos mis secretos, incluso mi historia con Ángel, que de ángel no tiene más que el nombre. —Nada, solo estoy pensando en la reunión de mañana. Los inversionistas están inquietos. —Es de esperarse. Es la primera vez que Ángel pide una reunión con tanta anticipación. ¿No te ha dicho nada?. —Soy la última persona a la que le diría algo. Excepto: “desaparece”, “no quiero verte” y cualquier cosa desagradable que pueda existir. —Tan lindos que se ven,— la veo con cara de matarla —la gente los adora. Él es tan guapo, y tú no estás nada mal. Lástima que todo sea una mentira. —¿Qué te puedo decir? No siempre tenemos lo que queremos. —¿Por qué te odia tanto? Aunque tú no eres nada dulce, también lo tratas de manera distante y cruel a veces. —¿Qué pretendes? Después de tanto esforzarme por ser amable y de querer hablar con él, me trata a las patadas. No puedo ser amable. —Es una lástima porque a ese bombón, hasta yo misma lo drogo y me lo llevo a la cama. —¿Drogado? Imposible, ese hombre ni así. Aunque sí debe ser bueno en la cama. —Yo no puedo entender cómo tú, con ese cuerpazo y ese carisma, y él tan bien distribuido, nunca se han acostado en cinco años de matrimonio. —Porque me odia. Solo de verme, le causo repulsión y asco. —Me mira como si estuviera exagerando, pero no miento. —Su mirada, su actitud y hasta sus palabras me lo han dicho. —Bueno, hace cinco meses que no lo ves ni sabes de él. Tal vez te extraña. Uno se acostumbra cuando pasa tanto tiempo con alguien, y cinco años, son cinco años. —Está ocupado con las empresas en el extranjero. Creo que un día me va a pedir el divorcio. —Decir la palabra duele, pero tarde o temprano va a suceder. —No lo hará. Tu familia es muy importante y le ha dado el estatus que siempre ha buscado, algo que su familia y su dinero no le han permitido. —Ese es el asunto, que ya lo tiene. Tiene el dinero y ya se ha hecho de un nombre por sí solo. Un día ya no me va a necesitar. —Pero el contrato dice que mientras sus empresas estén fusionadas, deben trabajar juntos, ser socios, ¿no es así? —Lo único inteligente que hizo mi padre, cuando se le ocurrió la brillante idea de ese matrimonio sin pies ni cabeza. —¿No piensas que tenga otra? —Nada más pensarlo, me duele. Aunque tonta no soy, un hombre de esta forma no puede estar solo. —Tal vez sí, bien escondida para que los medios ni nadie se dé cuenta. Él no permitirá que se dañe su imagen de buen hombre y esposo perfecto, además del contrato, por supuesto. —¿De verdad no pueden hacer un intento de llevarse bien? ¿No has averiguado por qué te odia tanto? —Al principio supuse que era porque se vio obligado a casarse conmigo por nuestras familias. Luego creí que era porque su Elisa lo había dejado por nuestro “compromiso”, pero después de un tiempo me di cuenta de que debía odiarme por algo más o simplemente es su manera de ser, yo qué sé. Estoy tan cansada de averiguar, de entender, de todo. —¿Si le dices que lo amas? Nunca se lo has dicho. —¿Cómo se lo digo? Ese hombre únicamente tiene una actitud cordial conmigo frente a las cámaras, los socios o nuestra familia, esta última a duras penas porque ellos conocen la verdad. —¿No piensas que te quiera ni un poco? —No, ese hombre por mí no siente el más mínimo afecto. Ya me acostumbré a que sea así, pero tampoco me voy a dejar humillar. Ya me conoces. Pero, para serte honesta, sí me preocupa lo que vaya a decir en la reunión de mañana. —¿A quién no? Es tan inesperado. Observo el reloj, ya es tarde para que aún continuemos en la empresa. —Mejor vámonos. Mañana hay que estar temprano, y Ángel odia la impuntualidad. Después debemos soportarlo, y ya con aguantarlo en casa es suficiente. —Está bien, iba a comer algo. ¿No quieres acompañarme en vez de irte a encerrar en esa casa tan grande? —No, en otra oportunidad. Ahora solo quiero descansar. Fue un día pesado. Manejo hasta la casa y al verla, debo reconocer que es grande. Recuerdo la primera vez que la pisé; fue un día después de la boda. Ángel me trajo sin el más mínimo entusiasmó del mundo. La acababa de comprar, era fría, misteriosa y grande como él. No me gustaba, pero por fuera era una belleza. Al pasar los días, la convertí en una casa linda de admirar tanto la fachada exterior como por dentro, pero aun así, no dejaba de ser fría. Entro, y está Doña Carmen, la señora del servicio encargada de que todo esté en orden. Me ha cuidado, me ha enseñado a cocinar, me aconseja. Es la madre que nunca tuve, ya que la mía la perdí cuando tenía seis años. Siempre estuve a cargo de las jóvenes que trabajaban en la casa o en el internado. Nunca tuve ese cariño de madre porque mis tías no son precisamente cariñosas. —Qué gusto que haya llegado. —expresa mientras le entrego mi abrigo. —Lo mismo digo. ¿Todo está bien aquí? Me muero de hambre. —Hice arroz con camarones y vegetales, como tanto le gusta, y también pescado con papas al horno. —La miro extrañada porque sabe que no me gusta el pescado, pero es el plato favorito de Ángel, lo que significa… —¿El señor está aquí? —Le pregunto, aunque ya sé la respuesta. —Sí, señora, llegó hace unas horas, fue a su habitación, se cambió y luego se encerró en el despacho. —Está bien, Carmen, gracias. ¿Preguntó por mí? —También me sé la respuesta a esa pregunta, pero uno no pierde la esperanza. —Solo preguntó a qué hora llegaba usted cuando no está. —La miro extrañada por ese comentario. —Parece que se preocupó. —Dudo mucho que esa sea la razón. Carmen sabe lo que pasa entre nosotros. Solo unos días después de nuestro matrimonio, se dio cuenta. ¿Cómo podíamos engañarla cuando dormimos en habitaciones separadas? Prácticamente no hablamos, y cuando lo hacemos, toda la casa se entera por sus gritos y los míos. Todavía no sé quién de los dos, es peor. —¿Le digo que llegó o va usted misma? —No, voy a mi habitación a darme un baño. Sirve la mesa, y cuando esté lista, llama al señor a ver si desea comer antes o después de mí y me avisas. Esa era una costumbre. Muy rara vez compartíamos la mesa. Él comía previamente, y yo después. Si tenía hambre, siempre terminaba comiendo en la cocina con Carmen y Elena. No me gusta comer sola. Me voy a bañar. Permanezco un rato en el jacuzzi, me hacía falta relajarme. Al salir, lo veo parado en la ventana. Tan imponente, fuerte, guapo y seguro de sí mismo. Es sexy como ningún otro; tan solo verlo me enciende el cuerpo, y huele tan rico. Se voltea, y ahí llega el encanto. Cuando sus ojos me miran, su odio o lo que sea que siente por mí se hace evidente. Aunque esta vez hay algo diferente, desconcierto, asombro y... no sé, algo más. Ve que aún llevo la toalla amarrada a mi pecho con el cabello mojado y largo. Debo parecer un renacuajo salido del agua. ¡Qué horror!, justo así me tenía que ver. —¿Qué haces en mi habitación? —Le pregunto cuando vuelven mis sentidos. Nunca había entrado aquí exclusivamente para gritar tres palabras e irse. —Carmen me dijo que habías llegado. No sabía que te tomaras tanto tiempo para bañarte ni que llegaras tan tarde cuando no estoy. —¿Ahora vas a controlar lo que demoro en la ducha y mi horario de llegada? —No hay gritos, no hay reproche. —No, tú eres libre de hacer lo que quieras. — Qué novedad. —Tienes a todos en la empresa intrigados por la reunión de mañana. ¿Se puede saber a qué se debe o debo esperar? —Me acerco a la peinadora y compruebo que literalmente estoy desarreglada y mojada. —No, no tienes que esperar. Para eso estoy aquí. —Volteo, y al mirarlo, veo que tiene unos papeles en la mano y me los entrega. Sospecho lo que son. —Vi lo que hiciste en Londres. Cerraste un contrato multimillonario que te abre las puertas en todo el continente europeo, lo que querías. —Así es. Te lo debo a ti por ponerme en contacto con ellos. —Estoy asombrada por ese agradecimiento. No lo esperaba. —Sé que no nos llevamos bien, pero sé admitir las cosas. —Nunca has admitido nada que tenga que ver conmigo o mi familia, aunque tengan que ver con tus logros. ¿Por qué ahora? Estás muy amable hoy. —No quiero discutir, solo hablar. Lo que significa que lo que me va a decir no me va a gustar. —Está bien, te escucho. —Me señala la carpeta, la abro, y ahí está "Solicitud de divorcio". La pesadilla se hace realidad. —Fui benévolo. Hablamos de la separación de bienes. Te dejo las acciones que ya tenías en la empresa. Eres la nueva presidenta, aunque yo sigo teniendo acciones y parte del consejo por la fusión. Te dejo la casa de la playa, después de todo, nunca la usamos, y fue un regalo de tu padre, así que realmente es tuya. Pero esta casa es mía, aunque la hayas habitado durante los últimos cinco años, pues... —Tú la compraste y no se siente como mía, es más de tu estilo. —¿Eso qué significa? —Me río en forma de burla. Es lo único que puedo hacer mientras mi corazón está rompiéndose en pedazos. —Nada, olvídalo. Aunque te lo explicara, no lo entenderías. ¿Así que soy la presidenta mientras tú te encargas de tus nuevas empresas? Se sorprende por lo que le digo. Sé que después de un año de casados montó una empresa aparte del patrimonio familiar, en la cual invirtió mucho dinero sin que nadie se diera cuenta, y ahora ha crecido mucho tanto a nivel nacional como internacional. —Me imagino que el negocio que hiciste en Londres beneficia a tu empresa y no a la nuestra, por lo tanto, ya tienes lo que deseabas. —Me mira con esa soberbia que lo caracteriza. —Tu propia empresa, sin el yugo de tu familia, sin mí, con clientes de alta categoría y con la reputación y estatus que siempre buscaste, ¿no es así? —Así es, no sabía que... —¿Qué yo sabía que tenías una empresa? Sí, también sé que se extendió a nivel internacional. Es la competencia. Bueno, por lo menos no has llevado a la mía a la quiebra. —Es una fusión, ¿vas a exigir los derechos de mi empresa? Porque esas no te las voy a dar, aunque nos tengamos que matar. Firma y acepta los que te di. —No pienso exigir nada que venga de ti, no me hace falta. Te recuerdo que tengo el mismo estatus empresarial y económico que tú. — Lo que él no sabía es que yo también monté mi negocio, mi empresa, varias, si he de ser realista están muy lejos de los negocios de la familia. También se han extendido, y de ahí provienen todos mis lujos. Siempre quise apartarme de los negocios familiares, aunque sea todo un imperio y me gusten. Papá nunca consideró que una mujer podría manejar tantos negocios. Según el, no tenemos la capacidad de creer, por eso me casé con un hombre como Ángel, inteligente, millonario y bueno en los negocios. Si acepté ser socia es porque estaba en el contrato. También pensé que era una buena oportunidad para hacer mi propio dinero y montar mi propia empresa de moda, de belleza y de tecnología. Quise abarcar un poco de todo. Estoy loca, lo sé. —¿No vas a exigir nada? já. —Se burla. —Eso no te lo creo. ¿Desde cuándo sabías que monté la empresa? —¿Eso importa? Solo quiero hacerte una petición. —Ahí está la mujer calculadora de siempre. —Si yo no pido, ni exijo nada, tú tampoco. Renunciaras a todo lo mío, te quedaras solo con las acciones de la empresa y tu casa. —¿Por qué querría algo tuyo? No tienes nada que no sea la empresa, los coches que, si lo pienso mejor, uno te lo dio mi papá y el otro te lo di yo, aunque no fue por gusto. —Te los puedes quedar si quieres. No tengo problema con eso. —Me doy vuelta, me siento frente al espejo y me empiezo a peinar. Necesito distraerme antes de que mi coraje me traicione y me ponga a llorar como una estúpida frente a él. —No tienes nada que me importe, Sofía, así que firma los papeles y terminamos este teatro y falsedad de matrimonio. Cada quien vuelve a su vida. —¿Te puedo preguntar algo que me ha dado vueltas en la cabeza desde que nos casamos, pero nunca has querido hablar? — me mira de mal humor, desesperado porque firme. —Dijiste que querías hablar por primera vez, eso estamos haciendo. —Pregunta, si eso va a hacer que firmes de una vez. —¿Por qué me odias tanto? No creo que sea solo porque tu familia te obligó a casarte conmigo. —¡¿Aún tienes el descaro de preguntar?! —De pronto vi cómo sus ojos se enfurecieron, se pusieron más oscuros de los que ya son, su cuerpo se volvió una llama de fuego que está a punto de quemarme. —Si te lo pregunto es porque no sé. ¡No me grites! —Por tu culpa perdí todo lo que amaba, perdí a la mujer que amaba — Elisa, todo esto es por esa arpía. —¿Elisa? —Sí, Elisa. Tú sabías que la amaba desde que estábamos en la universidad. Era mi novia, mi mundo, y tú... lo que nos hiciste no tiene ni la más mínima explicación. —¿Y qué fue lo que les hice? ¡Te recuerdo que yo también me vi obligada a casarme! —Le grité porque no tolero que me alce la voz. —¿Vas a seguir jugando a que no lo sabes? Eso es lo que más me enfurece de ti, que juegas a la niña inocente, la que no parte ni un plato, con el juego de querer ganarte mi confianza y afecto. Pero, ¿sabes algo? nunca, nunca lo vas a tener, menos cuando en realidad eres mentirosa, calculadora, vanidosa y falsa. —¡Bueno, ya, a mí no me insultas! mucho menos por esa. —Entonces, si se dio cuenta de mi esfuerzo durante estos años, pero no le importó. —Esa tiene nombre y es Elisa, una mujer que vale mucho más que tú, y a la cual deberías pedirle perdón de rodillas. —¿Por qué debería pedirle perdón? —Le mentiste. Por tu culpa, me abandonó, y si eso no fuera suficiente... —se calla, veo dolor en sus ojos, pero no entiendo nada. —Yo no entiendo de lo que hablas. —¿Tú nunca entiendes, verdad? Pero lo que hiciste, jamás te voy a perdonar, por eso te odio y lo voy a hacer para siempre. —¿Sabes cuál es tu problema? Que nunca te das cuenta de lo que realmente pasa a tu alrededor. —Le grito porque nunca supo darse cuenta de la novia que tenía en realidad. Ahora me insulta por ella. —Tú siempre fuiste así, caprichosa, malcriada, siempre conseguiste todo lo que querías por las buenas o por las malas. Nunca soportaste que yo no quisiera estar contigo, por eso hiciste algo cruel y ruin como eso. —¡¿Pero qué fue lo que le hice a esa y a ti?! —Ella siempre va a valer más que tú, es honesta, hermosa, inteligente, la persona más noble del mundo.— Por favor, si ella es todo eso, yo soy una monja salida del convento a punto de santificar. —Nunca soportaste que ella fuera mejor que tú, pero ahora todo volverá a su lugar. —¿Cómo que todo volverá a su lugar? ¿A qué te refieres con eso? —Elisa volvió, hablamos, arreglamos todo, y queremos estar juntos. Y tú no vas a arruinar eso, esta vez no te lo voy a permitir, así que firma. Esa es la razón de su petición, esa mujer volvió con sus mentiras. —¿Por qué regresó ahora cuando pudo hacerlo antes? —Ese no es tu problema. El caso es que volvió, y tú estorbas. Ya no tenemos por qué seguir juntos. —Ella es la buena en todo esto, ella nunca hizo nada, solo es una pobre víctima en toda esta historia. Me pregunto cómo un hombre tan inteligente, astuto para hacer negocios y leer a las personas no se da cuenta de la clase de persona que ella es. Pero, está bien. Me volteo, vuelvo a abrir la carpeta, escribo la pauta que pedí, donde él renuncia también a lo mío, aunque él no sepa de mis negocios, y firmo. —Aquí tienes, firmado. Ya puedes ir a celebrar con tu novia. Solo espero que lo hagas con discreción antes de que todo el mundo lo sepa. Me mira sorprendido. —¿Algo más que desees, señor? —Firmaste —dice sorprendido. —Es lo que querías, ¿o no? Ya está hecho. Ahora puedes salir de mi habitación. Por favor, que se vaya, porque estoy a punto de desmoronarme aquí. Si se queda un minuto más, mi fuerza se romperá en pedazos. Sale de mi habitación, y mis lágrimas empiezan a brotar como una catarata. Mi corazón está roto en mil pedazos.

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