De vuelta a casa

2151 Words
POV Madi Roto mis hombros para destensarme mientras me bajo del avión. El viaje desde New York me agotó más de lo que debería suceder y no sé si lo que tengo realmente es agotamiento mental. «Y todo por culpa del doctorcito». Salgo del aeropuerto en mi auto, que había dejado aparcado en zona segura, con rumbo a mi apartamento. Tengo unas ganas tremendas de llegar y sentirme en casa, en mi hogar. Del que no debí alejarme siquiera estos pocos días en los que decidí dar el paso de ir a por él. No valió la pena todo el buen sexo si al final me hizo sentir como una prostituta. Voy rumiando todo el camino a casa. Maldiciendo todavía el nombre de Zeus West, ahora que puedo y que mi hermana todavía no me asedia con mil preguntas. Me sigue pareciendo ridículo que yo haya hecho semejante papel de payasa, todo por un quisquilloso con absurdos estándares y creencias del siglo pasado. Al entrar a la zona donde nuestro apartamento está, siento que me relajo. «Una dosis del realismo de Ariel es lo que necesito. ¡Sí, señor!». Ya la imagino diciéndome las mil razones por las que no tengo que martirizarme la existencia y los dos mil motivos por los que él es el único que se lo pierde. «Mi hermana tiene un ego tremendo y se ocupa de que yo no le pierda el paso». Cuando llego al apartamento, que me detengo en el umbral de la puerta, con los ojos cerrados y respirando profundo, al fin me siento en casa y parte de ese estrés que tengo sale de mí. En cuanto cierro la puerta, que se escucha el ruido sordo de la cerradura, escucho pasos acelerados llegando desde el pasillo que da a las habitaciones. Una sonrisa se me forma en el rostro al ver a Ariel. Mi gemela es todo eso que yo soy, más lo que no puedo ser por más que lo intento. La seriedad de Ariel se le nota por encima de la ropa, lo que no significa que no pueda ser una copia exacta de mi personalidad si así lo quisiera. Lo único que nos diferencia físicamente es el cabello oscuro, que ella lleva natural, mientras yo me hago la rubia porque suelo sentirme mejor cuando voy contra la corriente. Su estilo para vestir también es un poco distinto al mío, donde yo soy más bohemia o relajada, ella siempre va formal, con sus perfectos tacones de doce centímetros, de los que le gusta decir que son su mejor arma. Ariel corre hacia mí en cuanto me ve y no me pasa por alto, antes de que se estrelle contra mí y me abrace, que detrás de ella viene haciendo acto de presencia su novio del momento, Max. Sonrío divertida, mi hermana se ve un poco achispada y se siente en el aire el olor a whisky. —¿La Bellatrix Lestrange está en su mejor versión? —pregunto, burlona, porque Ariel no es que sea tan efusiva con sus emociones. «Y solo me fui, literalmente, por unas horas». —Le quitas la diversión a todo —reclama, rodando sus ojos y fingiendo molestia. Se separa y me sonríe. Yo le devuelvo el gesto y le doy un beso baboso en la mejilla. —Esa eres tú, Banana #2, yo soy la alegría de esta casa. Resopla y se aleja. Yo veo que encima de la mesa de centro hay una botella de la colección que guarda mi hermana, gracias a los regalos que nos dejan los clientes, y dos vasos anchos. Presto atención a que uno de ellos está todavía por tomar y que, encima del sofá, está el vestido rojo de la venganza. Levanto una ceja en dirección a Ari y luego miro al prospecto de hombre que, evidentemente, disfrutó a la perfección ese vestido. Arrastrado sin saber a una venganza, pero disfrutando de los mejores beneficios. Max se me acerca para saludarme en cuanto mi hermana me deja caminar dos pasos lejos de ella. Me da un rápido abrazo. —Cuñado, qué bueno verte por aquí —aseguro y luego doy un vistazo a la mesa donde están las bebidas—. Me alegra que le hayas hecho compañía a mi hermana en mi ausencia. Sin mí se pone irritante. Max se ríe de mis palabras, pero me sigue la corriente. —¿Más? —replica y Ariel lo mira mal. Aunque no puede decirle nada, ella sabe que es así. Su trabajo, al ser tan demandante, la hace ver como una mujer fuerte. Y no ayuda a su carácter que sea tan implacable en cada cosa que se propone, por mínimo que sea. Y es que tiene que serlo en el medio en el que nos movemos. El mundo del espectáculo es complejo y ella, siendo un todo en uno para mí, desde mi manager hasta mi publicista, tiene una carga de trabajo que le hace sentir más presión. Por más que le digo que podemos dividir el trabajo y buscar a alguien más, ella insiste en que somos un equipo y que siempre estará tras el telón conmigo. —Dejen de hablar de mí, par de traidores. Y mejor, dime tú, qué carajos fue lo que pasó en New York para que me llamaras en ese estado y yo terminara haciendo el juego de gemelas, que suele ser la punta del iceberg en una montaña de ajustes de cuentas —exige saber y yo suspiro derrotada, porque el poco alivio que sentía desaparece. Me dejo caer en el sofá, ignorando que pueden haber fluidos de todo tipo y tratando de no ser como Zeus West, que ve ese tipo de riesgos en todos lados. Mi hermana se sienta a mi lado, como si pensara que voy a salir corriendo para huir de sus preguntas. «Aunque lo estoy considerando, eso no serviría de nada». Miro el vaso de whisky servido y sin pensarlo, me bebo de un trago lo que queda. Por el labial en el borde sé que es de mi gemela, por eso lo hago. Respiro entre dientes cuando el alcohol quema la garganta y me estremezco mientras lo siento caer en mi estómago vacío. —¿Entonces? —insiste Ari, con una ceja levantada, llena de impaciencia—. Y no se te ocurra darme vueltas y terminar pidiéndome que no te juzgue. Lo único que me detiene de tomar un avión a New York, buscar a ese West hasta debajo de las piedras y golpearle sus partes nobles, es que todavía no sé en concreto qué fue lo que pasó. Pero sé que algo grande debe ser si esto —señala el vestido estrujado y vuelto bola en una esquina del sofá—, pasó. Ariel es despiadada y práctica. Donde yo soy muy emocional, ella es la villana que se alimenta de su dolor y lo vuelve venganza fría. Por eso no dudo que cumpla su amenaza. «Y como no quiero que mi hermana odie de más a Zeus, decido callarme la parte que verdaderamente me dolió en todo esto». Bajo la cabeza y le digo la verdad, hasta donde debo. Me cuesta no ser completamente sincera, pero algo me detiene de tirar por la borda a Zeus. Algo incómodo que no me deja ser, que no me permite dejar de pensar en él. —Que no somos compatibles, es eso —declaro, sin importarme que Max esté siendo testigo de esta conversación—. Donde él es cerrado, yo soy demasiado abierta. Donde él es serio, yo suelo reír sin importar nada. —Pero polos opuestos se atraen —exclama Ari con escepticismo, sabe muy bien que esos motivos no me harían sentir así. Sabe qué hay más. —Y la atracción funciona a la perfección —le doy vuelta a su reflexión—. El mejor sexo que he tenido en mi vida me lo dio ese hombre. Max se ahoga al escucharme, ambas lo miramos, yo quiero reírme de su reacción. —Cariño, esto no es nada —le dice mi hermana con tono condescendiente—. Si te lo preguntas, de ti también hablamos. Eso no ayuda a Max, que comienza a verse morado. Se excusa para dejarnos algo de privacidad y todavía lo escuchamos toser, aunque va de camino a la habitación de Ariel. —Bien, estábamos en la parte en la que Zeus West ha sido el mejor sexo de tu vida. ¿Tan así? Asiento, con algo de nostalgia. Desde que lo sentí dentro de mí, supe que me había arruinado. Porque fue todo lo que imaginaba y más. Un año entero teniendo sexo telefónico, mostrándole lo mejor de mí, mientras él me ofrecía lo mejor de él, había creado unas expectativas demasiado altas. Y las cumplió con creces. «Pero luego abrió la boca. Y todo se fue a la mierda». —Fue devastador —aseguro. Y guardando mi verdadero sentir, insisto—. Pero todo lo que es bueno en la cama, se desbarata realmente en una rutina diaria. Zeus es quisquilloso, mente cuadrada, obstinado, y otros doscientos defectos que no podía notar a través de una pantalla, pero que pude ver con solo estar unas horas con él. Intento sonar contundente, sincera. Pero tengo las palabras en la punta de la lengua y no puedo decirlas. Repetir en voz alta que Zeus solo me ve como una puta, no es lo que quiero y menos, con mi hermana. Ella es un ser vengativo y lo menos que quiero es sentirme ahogada, entre su sentir enojado y el mío dolido. —Y si tan decepcionada quedaste y de verdad no hay nada más, ¿por qué te ves y te sientes como si fuera el fin del mundo? Miro a mi hermana y sé que ve mucha verdad en mis ojos, pero sigo en mi línea. —Porque de verdad me gusta, lo sabes. Porque jamás en mi vida vi a un cliente como algo más, nunca me atreví a bailarle con todo de mí a un desconocido y luego buscar su nombre y teléfono en la base de datos del hotel solo porque quedé impactada con sus ojos oscuros. Unos ojos que me gritaron mil cosas y de las que yo escuché todo. ¿Cuándo me viste actuar así, Ari? —Los ojos se me llenan de lágrimas y río para tratar de disimular este dolor que siento, porque me siento juzgada de una manera repugnante—. ¿Cuándo yo fui tan lejos por un hombre? —Jamás —confirma mi gemela y su tono es tanto duro como compasivo. —Pensé que con él podría tener algo que hasta ahora no buscaba, pero que al tener esa relación con él, esperaba confirmar. «¿Y para qué? Para que me llevara con su familia siendo su "amiga", "compañera". Para que me cogiera como el poseso que es y luego decirme prácticamente que eso es lo único que quiere de mí mientras yo elija mi profesión por encima de todo». —Te hiciste demasiadas ilusiones. —Yo asiento, las lágrimas caen cuando cierro mis ojos. Todas mis ilusiones se hicieron mierda y si tengo en cuenta que siempre le di lo que quería, incluso mientras le pedía que me respondiera una simple pregunta, me siento mucho peor. Porque yo entregué demasiado, esperando a cambio algo que nunca iba a llegar. «Zeus West es demasiado cerrado, demasiado egoísta. Él me quiere en su vida, pero me quiere bajo sus términos». —¿Segura que no hay más? —vuelve a insistir Ariel y yo me río sin ganas, solo para disminuir el impacto de mis lágrimas. Ahora que empezaron a salir no puedo parar y si tenemos en cuenta que no estoy siendo completamente sincera, es aún peor. Me las limpio sin dejar de sonreír. —¿Más? ¿No es esto suficiente? Ari enarca su ceja, la que muestra que no confía en mí ahora mismo. Me conoce mejor que yo, esta es una descarada mentira. Pero a pesar del carácter de mierda que se manda, sabe dónde están los límites. Y por eso deja de insistir. —Bien, entonces es solo esto. Perfecto. ¿Quieres ver el post de la venganza? El cambio de tema me alivia y me hace reír con sinceridad. —¿El post que decreta mi odio por los doctores o el post que te hizo tener sexo en este sofá? —pregunto y Ari suelta una carcajada. Yo disfruto verla así, porque me contagia la emoción. Hasta que de repente grita. —¿Viste, Max? ¡Ahora es el turno de hablar de ti y el sexo fenomenal que tenemos! Me parto de risa con eso. No sé si Max está escuchando, pero lo compadezco, lidiar con dos versiones de una misma cara debe ser complicado
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