Miro la taza de café humeante que está en la mesa para mí en total silencio mientras mis lágrimas no dejan de rodar por mis mejillas. Aprieto mis labios solo para evitar llorar en voz alta, pero por dentro, mis propios gritos retumban en mi cabeza, torturándome, volviéndome loca por no poder drenarlos. Las palabras del doctor me azotan, me rompen cada vez más y más. Daño nervioso severo... mi Zeus ha tenido un daño nervioso severo en sus manos, en sus preciosas manos. Esas manos perfectas que me tocaron, que me acariciaron como si fuesen una pluma suave contra mi piel. Esas anchas manos ágiles, precisas al cortar, al tocarme... las mismas manos que lo convirtieron en el mejor cirujano de la ciudad y que ahora están con un daño posiblemente irreparable y todo por mi culpa. Me sient