Siento en mi boca los latidos de mi corazón. Miro al frente y veo, porque me enfoco en un paso a la vez, pero mi cuerpo me está dando señales que ignoro para no romperme. Tengo la garganta seca, las manos me sudan frío, mis sienes me palpitan y los ojos me arden con las lágrimas que siguen ahí, que no se han ido, porque no puedo dejar de llorar y lamentarme. Los nervios pueden conmigo. Y qué lejos está esta sensación de esos nervios que sentí antes de que Zeus viniera a por mí, antes de su sorpresa. Las ansias me comen, no soy capaz de contenerme, de controlarme, siento un frío en mi interior que solo Zeus podrá aplacar cuando pueda verlo a los ojos y decirle cuánto me arrepiento de haber reaccionado tan mal. Camino con paso acelerado hacia la habitación donde lo tienen, detrás de mí