Un influjo extraño me rodea, el impulso de levantar mi cabeza y ver su cara me tienta. Pero me recuerdo que es mejor salir de aquí. Ese acento diferente, ese idioma que él cree que no entiendo, no debe traer nada bueno.
Sin embargo, la mano que me rodea todavía, baja. Baja intentando rodear mi culo y, aunque me calienta la sangre sentir el toque posesivo de lo que parece ser un tremendo espécimen masculino, en mi cuerpo solo cubierto por la tela fina de un vestido ajustado, aprieto mis dientes y controlo a mis hormonas necesitadas.
Quito mi mano de su pecho y con gesto rápido, la llevo hasta los dedos que soban mi culo por encima de la ropa. Los retuerzo con la mayor fuerza que puedo ofrecer y el maldito, cede, pero riendo.
—Esta víbora, como la llamas, si la pisas, te muerde...
L
