Lo siento, pero me enamoré tanto, que no acepto este anillo de regreso. Es lo que se repite en mi cabeza una y otra vez desde que las pronunció. Mis manos no dejan de temblar, los latidos de mi corazón no se controlan. Él sigue golpeando con fuerza contra mi pecho y las lágrimas que creí, no dejaría más salir, están más desatadas que nunca. Una especie de esperanza me arropa, una chispa de ilusión aparece, pero el miedo sigue siendo más grande. Y no miedo a él, no... miedo a que no podamos con esto. A que fracasemos nuevamente. Esa promesa, la cual está grabada en este anillo y que él ha dicho ahora en voz alta, me ha tambaleado más de lo que consideré. «¿Acaso es normal que amar duela tanto?». Es lo que me pregunto sin poder pronunciar alguna palabra aún. De hecho, tango tan