—Madeline —me llama con voz firme—. Disculpa que te interrumpa, pero necesito hablar contigo un momento a solas, por favor. El que se disculpe y use el “por favor”, me causa un poco de gracia porque a leguas se nota que solo está siendo educada por mí. Ariel no lamenta para nada interrumpirme. Y no por mí, sino por él. Busco sus ojos negros y a pesar de la poca estabilidad emocional que tengo en este momento, le otorgo una leve sonrisa, soltando sus manos y sintiendo el vacío en las mías de inmediato. —Dame un momento —le pido en voz baja y asiente. Avanzó hacia dónde está mi hermana esperando por mí y, al ver que sus ojos están fijos aún en Zeus, me pregunto cuándo ella podrá perdonarlo. O al menos dejar de crucificarlo por algo que yo también causé. —¿Sucede algo? —inquiero d