Capítulo: Esposo, déjame ver las estrellas

1796 Words
Las personas alrededor se quedaron de piedra, viendo tal escena, algunos gritándole al tipo. Jack se levantó. —Vámonos, Jack —dijo Sabrina al ver el escándalo. —¡Madison! —exclamó y se liberó de la mano de Sabrina, caminó hasta ahí, al ver que Madison estaba en el suelo, y que era ayudada por Birdy, sintió que la rabia lo controlaba, miró al hombre, y se le fue encima, como si fuera un león hambriento. —¡¿Te crees hombre?! —gritó Él quiso defenderse, ante Jackson Lusiak no pudo, Jack golpeó su rostro, le dejó sin aire, le rompió la nariz con un puñetazo, y luego golpeó en sus rodillas con tal fuerza que lo hizo hincarse, lo tomó de los cabellos, arrastrándolo como un gusano, mientras, Madison estaba de pie, junto a Birdy, tenía la mejilla amoratada, vio a Jackson traer a ese tipo, que antes le pareció una bestia, ahora, ante ella era solo un hombrecillo debilucho, llorón. —Pídele perdón, o de lo contrario, te golpearé tanto, que cuando le entreguen tu cuerpo a tu madre, no sabrá si eres su hijo, o un pedazo de mierda. El hombre pudo ver brillar al demonio en esos ojos azules. —Perdón, no quise golpearte. Madison miró a Jackson con temor. —¿Y qué? ¿lo perdonas? Birdy alzó las cejas, sorprendido de hasta donde llegaba Jackson por Chernóbil. Sonrió. —No, yo no perdono —sentenció severa. Jackson miró sus ojos, y le dio un fuerte golpe al hombre, noqueándolo. Madison salió de ahí, con tal prisa, Jack iba detrás, ella casi llegó al estacionamiento, cuando sintió su mano detenerla. —Déjame ver tu golpe. —¡Déjame! Se inflamará tras el golpe, ¿Y dónde está Birdy? —Se quedará en el bar, le di dinero. Él tocó su rostro, y ella se estremeció. —¿Duele? —¿Y tú que crees? Claro que duele, pero como estabas ocupado besando a Sabrina, ¿Qué te ibas a enterar? Por lo menos pudiste vengarme, vaya marido que tengo; infiel y golpeador. Él sonrió. —¿Marido? Me llamaste marido. —¡No te llamé marido! Es una burla para ti, me largo, quédate con Sabrina, llévala a casa, o vayan a tener sexo, seguro que de eso pides tú limosna. Él sonrió, la vio caminar, de pronto fue tras ella, la cargó en sus brazos como a un bebé, ella gritó. —¿Qué haces? ¡Enloqueciste! Bájame. —Si te bajo te dejo caer, ¿eso quieres? Ella le miró severa. —No te atrevas. Cuando sintió que la dejaría caer, colgó sus manos a su cuello, pero él no la soltó. —Mejor —dijo con una actitud suficiente. —Te odio —dijo ella mordiendo sus palabras. Él la metió al auto, le quitó las llaves, y condujo a casa. —Dejaste a Sabrina sola, vaya-vaya, eres la peor cita de una chica, Jackson. —Arruinase la cita de tu esposo, Madison, puedes ser feliz ahora. —Amo tu desgracia. Jack detuvo el auto a solo unos metros de casa, ella le miró con duda, él apagó el auto, hacía frío, comenzó a llover, él salió del auto. Sintió la lluvia fría, de pronto se sintió sobrepasado por la situación, pensó en ese hombre, casi lo mataba a golpes. «¿Quién soy yo?», pensó Madison bajó del auto. —¿Qué? Quiero ir a casa, llévame —sentenció Él la miró, había rabia en sus ojos. —Vete a casa, si quieres —dijo y lanzó las llaves al suelo. Ella se quedó perpleja, intentó abofetearlo, cuando él detuvo su mano. —¡Basta! Ya basta de ti, de que hagas con mi vida lo que quieras, he pagado mil veces todo lo malo que te hice, y sigo pagando, ¿Qué quieres? Casi me vuelvo un… sí, de nuevo, un asesino por ti, y no pude evitarlo porque te ví herida, ¿y cómo me pagas? Con odio, siempre me odias, siempre me maldices, me tratas como si no sintiera. Él puso su mano en su pecho. —¿Sientes? también estoy vivo. Los ojos de Madison estaban cristalinos, las lágrimas luchaban por no salir, él se acercó, sintió que temblaba, dejó su mano, pero tomó sus hombros, luego sus manos tomaron su cintura, hasta acercarla a él, estaba acorralada en sus brazos. Ella luchó, no pudo alejarse. —¿Qué quieres de mí? ¿Qué más quieres de mí, Madison? Hago todo por no ser odiado, pero cada paso, me devuelves atrás. —¿Por eso saliste con Sabrina? Solo querías llamar mi atención, patético. Él sonrió. —Y funcionó, mira donde te tengo. Ella le miró con rabia, intentó alejarse, manoteó, pero él la tomó con más fuerza, no le permitía liberarse. —¿Por qué la dejaste sola? Pobre, ¿le dijiste que fue por mí? al final yo te tengo donde quise, no tú a mí, no te confundas. Jackson respiró profundo, su mirada se volvió oscura, fija en ella, Madison tuvo miedo de que la besara, él se acercó, y ella luchó por alejarse, sintió sus labios en su cuello cada vez que su rostro luchaba por alejarse, su piel se erizaba, su corazón encadenado al rencor latía al sentirlo, no pudo ser fuerte, cedió. Sus labios se encontraron, unidos en un beso que primero fue suave, un roce ligero, y luego fue atroz, apasionado, como si fuera la última vez. Las manos de Jack la acercaban como si pudiera meterla bajo su piel. Ella colgó sus manos a su cuello, la pasion era desenfrenada, él la cargó a horcajadas, la lluvia caía, mojaba su piel. Abandonó sus labios, besó su cuello, él la llevó hasta el asiento trasero del auto, recogió las llaves. Se sentaron en el asiento trasero, el uno al lado del otro, él cerró la puerta, la lluvia incrementó, él se acercó a ella, la besó, ella correspondió. La temperatura hervía en sus cuerpos. Él detuvo el beso —Espera, no podemos, mañana me odiarás, no quiero que lo hagas. Ella lo miró, su respiración era agitada, sentía tantas ganas de él, tragó saliva, solo bebió una copa, sabía que no estaba ebria de alcohol como de deseo, su mano tocó su rostro, él se dejó guiar, era una dulce caricia de quien no solía ser tierna. —¿Por qué no te aprovechas de que estoy ebria? Él sonrió. —No estás ebria, Madison. Ella le miró seria. —Tal vez solo debes cerrar la boca, solo porque hoy hiciste algo bueno por mí, puedo fingir que no te odio —Madison se puso a horcajadas sobre él, mientras sus labios depositaban pequeños besos, en su rostro, bajó su cuello, enviando señales de placer a todo el cuerpo de Jackson. —¿Es tu primera vez? —preguntó él Ella lo miró con ojos incrédulos, fue como si hubiese vertido agua helada en su cara, Madison se sentó a su lado, solo escuchaba el latido fuerte de su corazón. —Tenía dieciocho años, solo amaba a mi novio, creí que iba a casarme con él, cumpliríamos nuestros sueños juntos, dirigiendo la escuela, esperaba algún día tener un hijo. Mi sueño se derrumbó. El mundo siguió girando sin mí, Jackson, yo me quedé congelada en el tiempo; aún tengo dieciocho años, y espero ser la mujer del hombre que amo en mi fantasía —las lágrimas corrieron por el rostro de Madison, con la mirada perdida en la nada. Jackson sintió un dolor en su corazón, sus palabras eran amargas. Ella lo miró y él se acercó, besó sus labios, ella correspondió, él la acercó, hasta ponerla sobre su regazo. Volvió a besarla, su lengua se abrió paso por su boca, la acariciaba, ella sintió que se quedó sin aliento, necesitaba más, él besó su cuello. La mano de Jackson fue a su muslo, y se metió por debajo de su vestido, ella casi lo detuvo, sus ojos se encontraron, ella tenía miedo, vio la lujuria brillar en esos ojos azules, a pesar de todo, sintió confianza, su agarre se volvió débil, dejando que el hombre siguiera el camino. Ella recargó su cabeza contra el vidrio de la ventana. Él levantó su vestido. Sintió la suave caricia de los dedos largos de Jackson sobre sus bragas, pequeños círculos que la hicieron hiperventilar. Él bajó sus bragas, hasta bajarlas por completo, su dedo acarició esa zona, ella no pudo evitar jadear, gemir ante la sensación, él sintió su humedad, ella se retorcía, estremeciéndose en sus brazos. Su corazón latía, su pecho subía y bajaba, había sudor que perlaba en su frente. Él la miró, observó su placer, quería hacerla suya de una vez y por todas, pero en ese momento supo que había algo más importante que todo eso, quería que ella disfrutara, que fuera feliz, plena, que volviera al ahora, a la mujer de veinticinco años que era. POV Madison «No puedo respirar, estoy perdida en esta sensación que nunca sentí, todo mi cuerpo tiembla, quiero más, el placer se apodera de mí, olvido todo, es como si nadie existiera, solo mi cuerpo, y este hombre ante mí, su mirada puede ser dulce o feroz, y me fascina, quise resistirme, aún trato, es imposible; tiene cara de ángel, y es ardiente como el diablo. Mi cuerpo se arquea, es como si pidiera más, no controlo mis jadeos, ni mis gemidos, tampoco quiero. Veo como me toca, y quisiera algo más, algo que no entiendo, recuerdo su cuerpo desnudo, mi corazón late rápido. —¿Te gusta? —pregunta —Te odio —digo entre dientes, sonríe, y me acaricia más rápido, siento que me abro más ante su caricia—. Bésame —suplico u ordeno, ya no sé ni que digo. Me acerca a él, me besa, siento que mi cuerpo no resiste más, él me acaricia más rápido, estoy tan húmeda, pierdo la razón; gimo, jadeo, su nombre está en mis labios, gritándolo con fuerzas, me refugio en su pecho, algo pasa, es como si no tuviera voluntad, me siento tensa, exploto, es como si todo el placer del mundo me hiciera temblar, se siente tan rico. —Te amo… —susurro, mira mis ojos, se detiene, todo acabó, de pronto me siento tonta, ¿Qué dije? Él esta cerca de mis labios, me besa con dulzura. —Yo te amo más, Madison, ni siquiera sé desde cuándo. Baja mi vestido, acomoda mis bragas, me abraza a su cuerpo, me quedó así, ¿Qué acaba de pasar? ¿Es como un hechizo? Lo que sea, no me importa, porque si pudiera moriría por sentirlo otra vez. Cierro mis ojos, estoy tan satisfecha»
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