Capítulo Quince: Sueños de cosas imposibles.

1639 Words
Madison empujó el cuerpo de Jackson con todas sus fuerzas, hasta alejarlo de ella, lo miró con rabia. Él se quedó a un lado, sus ojos se cerraron, se quedó dormido. Ella tocó su frente, ardía en fiebre, tuvo miedo por él, admiró su cuerpo bien fornido, tan masculino, era inevitable, pero lo cubrió con una manta, era demasiada tentación para sus pupilas. Nunca vio antes a un hombre desnudo, era muy recatada, y luego de la muerte de Albert, cerró su corazón para el amor. Fue por paños de agua tibia, y cubrió su frente, necesitaba bajar la fiebre, miró su rostro, el tatuaje de lágrima estaba ahí, tenue para notarlo a simple vista, ella lo rozó con sus dedos, sus ojos se llenaron de lágrimas, luego se negó a recordarlo. A la mañana siguiente Madison despertó, estaba al lado de Jackson, él aún estaba dormido. Ella admiró su rostro dormido, parecía más joven de lo que en realidad era, se levantó de la cama y caminó por la habitación, luego fue al cuarto de baño, se dio un baño y se vistió, observó en su reloj que no eran más de las seis de la mañana. Cuando bajó la escalera descubrió que Peter y Birdy aún no habían regresado. Ella volvió a la habitación, al abrir la puerta observó a Jackson levantado. El hombre deambulaba desnudo por la habitación, tocándose la cabeza como si le doliera demasiado, luego fue al cuarto de baño, parecía no notar que ella estuviese ahí. Jackson se lavó el rostro y lavó sus dientes. Salió, entonces, por fin, la miró. —Vístete, ¿Acaso no sabes que no puedes andar por ahí así? Jackson río de sus palabras la miró con algo de desprecio en la mirada. —¿Qué pasó anoche? —Nada, entre tú y yo no puede pasar nada, deberías estar agradecido de que no te dejé morir afuera como un perro en el frio, es lo único que mereces—dijo con rabia. —Es cierto, anoche te comportaste como una… —¡¿Cómo una qué?! Vamos, dilo, hombrecito. —No voy a hablar de más, solo diré que, de verdad, estás loca. —¿Yo estoy loca? No lo creo, si acaso es cierto, tú también lo estás, por cierto, me gusta tu tatuaje de lágrima, te queda la perfección, es digno de alguien como tú, ahora solo pienso en lo barato que me costó que te lo hicieran. De pronto, la mirada de Jackson cambió, era como si se hubiera transformado en otra persona, era como una bestia herida y dispuesta a atacar. —¡¿Qué dijiste?! ¿Con que fuiste tú? ¡¿Fuiste tú la causante de esto?! —gritó rabioso, Madison le miró incrédula de su tono de voz. Pero, hasta que Madison no vio su rostro, entendió que de verdad había tocado una herida en Jackson, y que realmente el hombre estaba enojado, y ya no era algo de broma. —¿Y qué si fui yo? Sí, lo hice, y no me arrepiento, es un recordatorio de lo que hiciste, ¡Tú eres un asesino, no debes olvidarlo! —exclamó con rabia Jackson en la miro con ojos muy pequeños, incluso dio unos pasos hacia ella. Madison lo encaro, como si no le importara, pero por dentro su corazón latía y esta vez no de esa forma de antes, si no con algo de miedo. —¡Eres una bruja! De verdad, eres mala, pensé que podías tener algo de remedio, ¿Sabes algo? Tal vez yo me aleje de todo esto, pero tú siempre serás alguien cruel —sentenció con la mirada llena de dolor, y decepción. Madison levantó la cabeza, lo miraba con desdén, pero al mismo tiempo sintió dolor de esas palabras, miró sus ojos, quiso hacer una mueca de desprecio, no lo logró —Yo seré alguien cruel, es cierto, pero tú siempre serás un asesino. —He pagado por esto con mi vida, pero, ni una vez más, Madison. Jackson se acercó a ella, pudo sentir sus manos sobre sus hombros, ella ya no pudo escapar de él y tuvo miedo. —¡Suéltame! —¡Tú no sabes lo que yo sufrí en prisión! Ahora sé qué fue tu culpa. Ella sintió remordimiento, sus ojos lo miraban con miedo, y quiso alejarse, no pudo. Estaban muy cerca. —¡Aléjate! —¿Ahora me tienes miedo, Madison? —Claro que te tengo miedo, ¡Eres un asesino! No lo olvido, y si quieres puedes asesinarme, de todas formas, la gente lo sabrá. Mátame si quieres. Jackson se acercó a su rostro, sintió su aliento. —¿Sabes que hay muchas formas de matar, Madison? Ella sintió que hablaba de algo más, algo que la hizo estremecer. —¡Suéltame! Los ojos de Madison estaban cubiertos por lágrimas, sintió que él tocó su mano, y la llevó a su entrepierna, sus ojos se abrieron gigantes, como platos, él hizo que tocara su virilidad, endurecida, erecta, ella tragó saliva, notó como las pupilas de Jackson estaban engrandecidas, su gesto era casi lujurioso, a ella le faltó el aliento, luego tiró fuerte. Haciendo que gritara de dolor, y cayera de rodillas, al instante tuvo mucho miedo de haberlo herido, nunca vio a un hombre chillar así. Se detuvo. —¡Jackson, lo siento! ¿Estás bien? ¡Debo llamar a una ambulancia! Él la detuvo, la miró con rabia, pero, de pronto, tomó su rostro, la besó con fuerzas, la besó con ardor y pasion, ella intentó alejarse, no pudo, su lengua la acarició. La derribó en el suelo, estaban ardiendo, Jackson se sintió liberado, sobre ella, besándola con tantos deseos quemándose en su cuerpo, tenía una erección. Maddie liberó un gemido, y él supo estaban perdidos. ¿Acaso ella también lo deseaba? Sonrió, y escucharon esa maldita voz. —¡Familia, ganamos en el bingo! —¡Mierda! —exclamó Jackson al escuchar la voz de Birdy, se levantó y tomó la sábana—. Necesito ropa… Madison se levantó, tomó su ropa, y él entró al cuarto de baño, miró su rostro, notó esas mejillas tan encendidas, no pudo evitar reír. Entró al baño. Jackson entró a la regadera, admiró ese lugar, blanco, de mármol, era tan limpio que solo tocarlo le hacía sentir que ensuciaba, el agua caliente tocó su piel; imaginó a Madison ahí, su grácil figura, sus cabellos largos. ¿Cómo se sentiría bañarse con ella? Lavar su cabello, tallar su espalda, oler su piel, solo podía imaginarla, porque para Jackson era un sueño de cosas imposibles, al menos pensó que lo era en esa realidad. Madison dejó la habitación, bajó la escalera. —¿Y qué, Birdy? ¿Acabaste con mi dinero? —exclamó al verlo al pie de la escalera. —Pues no, Chernóbil, verás, ¡Gané en el bingo! Hubieses visto las caras largas de las ancianas, ¡Qué se jodan en su asilo de ancianos! ¡Yo soy un campeón! El hombre caminó alrededor de ella, dando brinquitos, y le recordó a un pajarillo revoloteando. —¡Pareces una mosca de fruta, detente, me mareas! —dijo la mujer con un gesto severo. —¡Uy, uy, uy! Parece que alguien tuvo mala noche, ¿No te dio para llevar mi querido Jacksonville Mississippi? —¿Darme para llevar? Madison rio con ironía. —¿Cuándo pudo hacerlo? ¿Cuándo lo dejé afuera como a un perro en la nieve, o cuando tuve que cuidar de que no muriera de hipotermia? Por cierto, lo que tiene de musculo, le falta de fuerza ahí abajo, pobre, dile que los esteroides también le hacen perder la razón. Madison pasó de largo. Birdy abrió una boca gigantesca y luego rio a carcajadas, vio bajar a Jackson. —¿Qué es tan gracioso? —Tu esposa tiene la boca más sucia que todo Chernóbil, ¡Hombre, es una perra! —¡Y qué lo digas! Me dejó… —Afuera como un perro en la nieve, ya me dijo, también dice que te falta fuerza abajo, y que los esteroides te dejarán loco —Birdy se echó a reír—. Jack, si no fuera tu enemiga, ella me caería muy bien, amigo, Maddie es mi animal espiritual. Jackson hizo un gesto de fastidio. —¿Sabes qué? Ya me tiene harta —dijo con la mirada severa—. La próxima que me haga una trastada, haré lo que me dijiste, sí, le daré unas buenas nalgadas. —¡Oye! Pero, yo dije que le dieras duro, así, rico, pero no dije de nalgadas, ¡A caray, esas fantasías, hermano! Rézale a San Valdez. —¿San Valdez? —¡Qué tus fantasías te las cumpla cada mes! —Birdy se fue riendo, y Jackson lo miró con fastidio. Un mes despues. La primavera fue trayendo con lentitud el calor a Genesee. Faith miró a Adilene. —De verdad, Adilene, te ves pálida, ¿Quieres ir a enfermería? ¿O pedir la salida? Adilene negó, luego corrió al baño, apenas lo hizo, entró a un cubículo, atinó a vomitar. Unas compañeras de salón, que estaban en el baño, vieron la escena. —¿Qué le pasa? —Algo le cayó mal al estómago. Las chicas rieron. —¡Claro que sí! Seguro le cayó mal una salchicha, y estará enferma por nueve meses. Las chicas se burlaron, se fueron. Adilene fue al lavamanos, enjuagó su boca, y rostro. Se miró al espejo. —¡Estúpidas, no hagas caso, amiga! —Faith… creo que tienen razón, y tengo miedo… ¡Creo que estoy embarazada! Los ojos de Faith se abrieron enormes, así como también los ojos de una de las afanadoras en el último baño, de la que no repararon su presencia.
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