Capítulo Catorce: Corderito y el león feroz

1308 Words
Madison miraba la nieve caer, quizás era la última de la temporada, un rezago del invierno que llegaba en la primavera. Miró el reloj, pasaron dos horas desde que lanzó a ese hombre fuera de la mansión. Pensó que debía estar congelado, calado hasta los huesos. Decidió contra su propio odio ir por él. Madison fue a la puerta y abrió lentamente, ahí estaba Jackson, sentado en el suelo sin moverse, con los ojos cerrados, la noche era oscura la nieve caía y él estaba ahí, inerte. —Levántate ya puedes entrar. Cuando Madison vio que no se movió tuvo miedo por primera vez, ¿Y si algo malo le había pasado? Ella nunca reparó en la posibilidad de que a Jackson le pudiera pasar algo malo por su crueldad. «¿Y si está muerto? Habrá sido mi culpa, no me importa en lo absoluto, solo me importa porque si está muerto no podré seguir torturándolo durante toda la vida» pensó, pero en realidad, Madison sentía miedo y supo que, si esa noche Jackson moría por su culpa, le dolería tanto, o más que la muerte de Alberto Zigler. Se acercó lentamente y lo movió, él no reaccionó, ella lo movió más fuerte, fue entonces que Jackson despertó, abrió los ojos y sus pestañas estaban congeladas, sus labios estaban morados, temblaba, pero no tanto como ella lo esperó, la miró como si no la reconociera, y de pronto esbozó una sonrisa sarcástica. —Has venido a comprobar que estoy muerto, pues no, Chernóbil, aún no he muerto, puedes esperar un poco más, si me dejas unas horas más, entonces sí tendrás mi c*****r y seguramente se hará de hielo para que puedas verlo y maldecirlo todo el tiempo. Madison no esperaba que él dijera eso, sus palabras de pronto le supieron como si fuera una medicina amarga que le costaba tragar. —Ya deja de hacer el tonto, y entra —respingó sintiendo el frío en su cuerpo. Ella tiró de su mano intentando levantarlo, pero el hombre se negó, él haló hacia abajo y volvió al mismo lugar donde estaba, Madison lo miró con rabia —He dicho que entres, con un carajo, apresúrate o vendré y te prenderé fuego. Jackson estaba riendo por lo bajo y ella pensó si se había vuelto loco, entonces pensó que se trataba de una terrible situación de hipotermia. —Ya no quiero entrar a tu casa, quiero morirme aquí, ¿Sabes? He pasado por mucho, he pagado mucho tiempo, pero ya no quiero más, déjame aquí, déjame morirme, a Birdy puedes decirle que nos peleamos, que por terco yo me quedé aquí afuera, le puedes pagar un poco de dinero, y cerrará la boca, los estudiantes son solo unos adolescentes, me olvidarán, no se preguntarán por mí, no te angusties, mucho Madison, déjame morir está bien. —He dicho que entres, maldita sea, no vas a morir, ni aquí, ni hoy, morirás cuando yo lo decida, ahora levántate y entra a mi casa. Jackson se levantó, arrastraba sus pies, sentía un frío increíble, se sentía cansado de verdad, cada parte de su cuerpo dolía como el infierno, pero supo que el peor infierno sería estar con esa mujer ahí dentro, pero, cuando la miró a los ojos supo que, incluso por todo lo que le hizo, no podía odiarla, aunque lo quisiera. Subieron hasta la habitación él no entendía por qué lo llevaba hasta ahí, pensó que sería otro de sus juegos crueles, pero apenas llegó no pudo evitarlo, se recostó en la cama y se enredó en las mantas hacía un frío terrible ya no podría soportarlo más. Madison encendió la chimenea. Ella le pidió que se acercara a la chimenea para que su cuerpo tomara un poco de calor, él no obedeció, pronto ella fue por Jackson, y logró hacer que caminara hasta la chimenea. Él se sentó enfrente, pero sus ropas estaban heladas y mojadas, Madison supo que estando vestido no iba a poder entrar en calor, sólo provocaba más frío, y sin importar el fuego, estaría congelado todo el tiempo. —Jackson debes quitarte la ropa —sentenció Jackson la miró como si fuera una loca, y quizás lo era al menos para él. Negó. Cuando madison supo que no se quitaría la ropa por él mismo, temió que la única forma era quitársela ella misma, así que de pronto sus manos pequeñas se acercaron a su ropa tratando de liberarla de su cuerpo, sólo en ese momento Jackson tomó sus muñecas en un movimiento repentino, feroz, sus ojos se clavaron en sus pupilas, Madison por fin supo que había una fuerza diferente entre un hombre y una mujer. Sus ojos la miraron penetrantes. —¿Qué quieres hacerme? ¿Quieres tener sexo? —exclamó con una sonrisa maquiavélica, supo que algo raro sucedía con él. Ella se estremeció al escucharlo, negó, y por primera vez tuvo miedo de él, ya no le parecía el mismo Jackson al que podía controlar, ahora parecía alguien diferente, dominante, agresivo. Sintió que perdió su poder. Pero, golpeó su frente con fuerzas, él se quejó de dolor. —¡Reacciona! Yo nunca, nunca estaría contigo. Madison se levantó rápido, alejándose de él. Lo que no esperó fue que Jackson también se levantara, fuera tras ella, la tomara entre sus brazos, y la estrechara hacia su cuerpo. Madison sintió miedo, quería alejarse, sintió el frío de sus ropas, congelarla. —Nunca digas nunca, Madison Cruise. —¿Qué haces, loco? ¡Estás helado! —¿Qué pasa, Chernóbil? ¿No jugaste con mi dignidad suficiente? Ahora me toca jugar contigo. —Está bien, juguemos antes de que te mueras, vamos, suéltame y quítate todas las ropas, luego me quitaré las mías. Él la miró sorprendido, lo vio retroceder, tosió con fuerzas. —¿Estás jodiendome? Ella negó. —¿Acaso no somos esposos? Él sonrió, asintió, sus pupilas se engrandecieron, su mirada se volvió lujuriosa, Madison sintió un miedo descomunal, su corazón latió muy rápido. —Me siento mal, creo que, estoy drogado, o borracho, no estoy bien, pero, siento… ni siquiera siento frío. Madison tuvo temor de que ese hombre fuera a morir de hipotermia. —¡Anda, quítate las ropas, desnúdate para mí! —dijo y su voz sonó tan pacífica que lo dejó perplejo. Él asintió, lento. Se alejó y comenzó a quitarse las ropas, Madison intentaba no mirarlo, pero era inevitable, aunque antes tuvo frío, ahora sentía un calor que impregnaba, creyó que era por el fuego, se mentía así mismo, su cuerpo reaccionó a él, nunca reaccionó así, tal vez porque nunca vio a un hombre desnudo. Jackson se quitó la camisa, zapatos, calcetines, y pantalón, hasta quedar en ropa interior, y como también estaba helada y mojada, se lo quitó todo, quedándose desnudo frente a ella. Los ojos de Maddie se abrieron enormes observando su cuerpo, sus abdominales perfectos, esculpidos como si fuera una estatua griega, sus tatuajes que hacían alusión a su tiempo prisión, su virilidad encendida, era como la rencarnación de un Dios místico erótico, dispuesto a tentarla. Madison retrocedió, pero él fue tras ella. sus mejillas cubiertas de rubor, todo en ella temblaba al sentir como se acercaba él. Jackson sonrió, ahora ella era un pequeño corderito y él un león hambriento que quería comerla, se sintió como en el pasado, el CEO poderoso que tenía todo lo que quisiera, solo con desearlo. Quedaron cerca de la cama, ella tomó una manta y lo cubrió. —Ya no tengo frío, Maddie, ahora estoy ardiendo. De pronto, él se abalanzó hacia ella, cayendo los dos sobre la cama, la manta dividía sus cuerpos, pero podía sentirlo, él besó sus labios, con ardor, su lengua acarició la suya, la temperatura hirvió en su sangre, Madison sintió que perdía la cordura entre sus manos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD