Capítulo Cinco: Beso ardiente

1631 Words
No era una anciana o una mujer poco agraciada y desesperada. La mujer ante sus ojos era hermosa como una ninfa, de ojos verdes, cabello largo oscuro, y piel blanca, era bella de pies a cabeza, sus labios rojos color carmesí, vistiendo un largo vestido de dormir, con una bata encima, tenía un estilo glamuroso. Jack no se dejó embelesar por su belleza, aunque fue difícil contenerse, ahora se preguntaba quién era ella, ¿Qué quería de él? —Yo… —Tú… —la mujer lo miró de arriba abajo, como si lo midiera, su gesto se volvió de desprecio, pudo notarlo—. Supongo que tienes miles de preguntas. —Sí. —No tengo miles de respuestas, hombre, solo tengo una, eres mi esposo, pero no creas que eso significa mucho, no sueñes con dormir en esa cama, o hacerte el señor de esta mansión, borra tus sueños de adolescente, nada de eso pasará. Te daré lo que ofrecí; techo, casa, comida, trabajo, y dinero, solo si cumples mi voluntad, ¿Cuál es? ¡Serás mi esclavo! Un tipo como tú, un marginado de porquería, solo a eso puede aspirar —la mujer esbozó una sonrisa siniestra y él dio un paso atrás. —¿Por qué me ofende de un modo tan cruel? ¿Qué le he hecho? Madison hizo sus manos un puño, contuvo su rabia, su odio, sonrió, no borró ese gesto de su cara. —¿Acaso creíste que sería tu esposa y sería esto un cuento de hadas? —ella rio de él—. ¡Qué ternura! Pero, mejor lo llamamos idiotez, sí, eres un idiota, ahora prepárate, mañana comienzas a trabajar, vete de aquí, que quiero dormir. Él la miró incrédulo, se quedó estático. —¿Y si me niego? Sintió la furia de su mirada. —Si te niegas, te enviaré de vuelta a prisión, junto con tu amigo, tú decides. Él lanzó un respiro. —Mañana a primera hora estaré listo para trabajar en lo que me digas —dijo bajando la cabeza, salió de ahí, nunca se sintió tan humillado en su vida y fue peor aún, pues su ego estaba herido por una mujer que lo tenía en sus manos. Cuando el hombre salió, Madison caminó a su cajón, tomó aquella fotografía en sus manos, lágrimas cayeron por sus ojos, acarició el rostro de su amado Berti pasando sus dedos por la foto. —Ya comienza mi venganza, mi amor, pagará todo el daño que nos hizo. Cuando Jack entró en la habitación, porteó la puerta. Birdy saltó de la cama y lo miró. —¿Qué? ¿Es una anciana? ¿Una mujer fea? ¡Dime, mierda! Estoy sin uñas… —No es anciana, ni fea, pero es una… es una grosera, es mala persona, me trató como si fuera su esclavo, ella no quiere un esposo, ¡Ella quiere a un criado! —exclamó rabioso Birdy le miró extrañado. —¿Qué? ¿Pagar tanto por un hombre para desposarlo? No, Jack, aquí hay algo más, algo que está escondiendo. —Yo también lo creo ahora durmamos, mañana debo madrugar, tiene un trabajo para mí. A la mañana siguiente, escucharon un ruido aterrador de un zumbido que los despertó, no era diferente a la prisión, pero los asustó. El mayordomo abrió la puerta y les dio mudas de ropa. —¿Qué es eso? —Vamos. Jack y Birdy estuvieron listos de inmediato, Jack llevaba unas ropas que compró hace tiempo, cuando ganó un poco más de dinero en prisión, tan mal no lucía. Madison Cruise bajó de la escalera, ambos la miraron, se quedaron perplejos, admirando su bella figura. —¿Cómo carajos te contuviste las ganas de cogerte a esa preciosura? Jack siseó —Te digo que es una bruja. Ella se acercó a ellos. —Vámonos, Jackson, ya es hora de trabajar, y tú, trabajarás con Peter, ponlo a fregar pisos o a cortar hierba, lo que sea, lo más difícil, que lo haga este… marginado —dijo mirándolo con desprecio. Birdy la miró atónito, la mujer salió. —¿Me dijo…? ¡Es una perra! Peor aún, ¡Es una Chernóbil! Hermano, te compadezco. Jack lanzó un suspiro, y se despidieron, miró a Peter. —Oiga, no sea malito, ¿Me dará siquiera el desayuno? El hombre sonrió. —Claro, tranquilo, la señorita Madison suele poner esa cara de mala, pero, es buena. —¡Uy sí, Chernóbil fue bueno, pero, vaya a visitarlo ahora, se les caería la piel a pedazos, ¡Adiós Chernóbil, nunca la quiero cercas! —exclamó Birdy El hombre sonrió y lo llevó a la cocina a comer. El chofer conducía. Madison iba en un lado del asiento trasero, Jack iba del otro lado. —Detente. El chofer obedeció. —A un kilómetro está el colegio Ziegler, ve ahí, hasta el área de coordinación, pregunta por Sabrina Coleman, ella te contratará —ella le dirigió una fría mirada—. Si te atreves a decir que eres mi esposo, te cortaré la lengua con un cuchillo. Los ojos de Jack la miraron atormentados, luego tragó saliva. —Sal del auto y camina —sentenció Ella alzó la barbilla, él bajó, la miró a través de la ventanilla, no entendía como era tan dura con esa cara de ángel, el auto se alejó, él contuvo el aliento, comenzó a caminar. Cuando Jack llegó al edificio de coordinación académica, observó a un hombre salir, llevaba unos libros en sus manos, se los dio, desesperado. —¡Debo irme! —exclamó y salió despavorido. Jack los conservó, pensando que ese hombre volvería. Una mujer se acercó a él. —Usted es el enviado de Madison Cruise, ¿Verdad? —Ah… sí… Sabrina sonrió, se presentó. —Sígueme, bienvenido, veo que ya vienes preparado con los libros —ella le dirigió una mirada coqueta, que no le pasó desapercibida, sonrió—. Este es tu contrato, fírmalo, ¿Tu nombre es…? —Jackson Lusiak. —Jackson, firma tu contrato laboral Él miró el sueldo, no era tan despreciable después de todo, firmó y una vez listo, la mujer lo llevó al salón de clases. —¿Seré maestro? Sabrina sonrió. —Eres el nuevo maestro de filosofía, ¿Verdad? Eso me dijo Madison. —Claro, ella es… —La directora. —Vaya, es una mujer poderosa. —Bueno, sí, porque ha heredado una gran fortuna, ¿Sabes? No me creas una chismosa, pero ella era huérfana, y la adoptaron, tuvo mucha suerte en la vida. —Interesante. Ella lo dejó en su salón de clases, luego sonrió, se despidió. Jackson era antes un CEO, sabía de finanzas, pero le gustaba leer, la filosofía no le sería tan difícil después de todo. Entró y los alumnos lo saludaron. Una alumna la primera de la fila, lo miró sorprendida. —Es muy guapo el nuevo profesor, Faith. —¡Oh, sí, lo es, Adeline! —exclamó sonriente —Buenos días, mi nombre es Jackson Lusiak, a partir de hoy, seré su nuevo profesor de filosofía. Luego de la clase, Jack salió. Caminó por los pasillos, el colegio era tan grande como nunca pensó, hasta que se perdió, pronto observó esa estatua de oro en medio del jardín, tenía una placa conmemorativa. Se acercó y leyó. «En memoria de Albert Ziegler, un gran hijo, maravilloso novio, buen amigo, y excelente ser humano, amante del poder de la educación» Jackson dio un paso atrás, sintió que le faltaba el aliento, por fin lo entendía todo, como si una venda cayera de sus ojos. Corrió tan rápido como pudo, escuchó la voz de Madison Cruise, que retaba a unos estudiantes haciéndolos ir a clase. Apenas la vio fue por ella, a la cancha de futbol. —¡Madison Cruise! Ella se detuvo. —¿Qué quieres? ¿Por qué no estás limpiando los retretes? Él no escuchó sus palabras, la tomó de los brazos, estrujándola a él, ella se desconcertó, sentirlo cerca le dio terror. —¡Suéltame, salvaje bestia! Esto no es la prisión. —¿Así que es una maldita venganza? Planeaste todo, ¡Eres la novia de Albert Ziegler! Por eso me trajiste a esta trampa, planeas destruirme. Ella sonrió. —¡Claro que sí! Planeo destruirte, hacerte padecer, hacer que odies la vida, ¡Qué anheles estar muerto! Así como mataste mi corazón cuando me arrebataste lo que amaba —sus ojos se volvieron llorosos, pero no lloraría ante él. Jack hundió la mirada, se sentía culpable, sintió sus golpes en el pecho, y ella dio una fuerte bofetada. —¡Maldito, mil veces maldito! Esta herida no cierra, dijeron que pasaría, pero mi dolor nunca se curó, ahora vivo por la revancha, por hacerte padecer, y lo haré por siempre. Ella siguió golpeándolo, él estaba hartó, no quería un golpe más, cuando sintió dolor, la tomó con fuerza de los brazos, la miró con rabia, estaban tan cerca, ella pataleó, enfurecida, violenta. —¡Basta! —gritó, estaban tan cerca, sintió su aliento, fue un momento de frenesí, no pudo detener el impulso primitivo, besó sus labios, ella manoteó con gran fuerza, quería impedirlo, pero los brazos fuertes de ese hombre la estrecharon a su cuerpo, la besó con furia, su lengua acarició la suya, fue un momento en que las barreras se derribaron, por un segundo sus mentes se quedaron en blanco, por un instante se entregaron al beso, quedándose sin aliento. Ella lo empujó, lo miró con rabia, luego le encestó una cruel bofetada. —¡Depravado, no vuelvas a intentarlo o te devolveré a prisión, como el asesino que eres! Ella se alejó, Jackson hundió la mirada con dolor «Nunca podré pagar por mis errores, ¡Lo siento tanto!»
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