Capítulo Veinte: La gente buena

1873 Words
—¡Nadie puede garantizar que no haya la presencia de un criminal, señor Saint, hemos tomado todas las medidas, se está trabajando en una iniciativa, a nosotros también nos tomó por sorpresa, ¿Cómo es que afuera estamos seguros? Debemos entender que en ninguna parte nadie está del todo seguro, que la única forma es protegernos unos a otros, venir y amenazar esta fuera de lugar —sentenció Jackson sorprendiendo a todos. —Lo sé, claro que lo sé, pero, comprendan que los padres estamos en pánico, nos han llamado todos los padres asustados por la situación, no quieren enviar más a los alumnos. —Y lo entiendo, por favor, cítalos mañana a una junta a mediodía, mañana se suspenderán las clases, debo replantear una estrategia, para garantizar que esto nunca volverá a ocurrir, y también ayudar a la víctima de esta situación. El hombre asintió. —Sé que, es el peor de los momentos, Madison, estás sola, no es lo mismo si Sarah o Albert estuvieran a tu lado. Madison sintió un dolor en su pecho al recordarlos, bajó la mirada Jackson lo miró con rabia, pensando que no debió mencionarlos. —Pero, tú puedes con esto y más, te apoyaré. El hombre se fue. —Sabrina, envía la información de suspensión de clases, y llama a esta persona, pídele una cita urgente mañana a primera hora, que venga al colegio. Sabrina tomó la tarjeta, asintió y salió de ahí. Madison tomó su cartera y las llaves del auto. —Vámonos de aquí —sentenció. Jackson asintió. Fueron al estacionamiento, ella le dio las llaves. —Maneja, tú. Él se sorprendió, pero tomó las llaves, condujo a casa Estaban a punto de llegar, cuando ella pidió que se detuviera, bajó del auto. —¡¿A dónde vas?! —Tengo cosas que hacer, tú vete, te veré después. Jackson se quedó perplejo. —¡Va a llover! —señaló, pero ella lo ignoró, siguiendo el camino. —¡Es una malagradecida, no pudo decir ni un gracias, es tan engreída! —exclamó subiendo al auto, lo encendió, no pudo irse, observó los relámpagos, la lluvia no tardaría en caer. Apagó el auto, lo cerró bien, decidió ir por ella. Madison caminó hasta el cementerio, observó las lápidas, en esa tumba estaba enterrado Albert y también Sarah Ziegler. Sus ojos se volvieron llorosos, la visión de lugar era de un ambiente desolador al atardecer; un cielo gris oscuro, la lluvia leve, amenazando con volverse una tormenta, ella estaba ahí, cayó de rodillas sobre el césped mojado. —Lo siento tanto, Berti, ¡Lo he arruinado todo! Ojalá estuvieras aquí, ni siquiera se lo que estoy haciendo, no veo la dirección de mi vida desde que te perdí, cuando te fuiste mi tiempo también se detuvo, no dejo de ser la misma chica de dieciocho años con la que planeabas pasar tu futuro, pero nunca supimos que terminará tan rápido. Todo el tiempo culpándome y culpando a otros, buscando vengarme del dolor en mi corazón, pero ¡Nunca se acaba! Nunca termina… Quería ir a tu lado, siento que nunca volverás a mí, intento cumplir con la promesa que le hice a Sarah de mantener mi sueño de educar al futuro del mundo, ¿Y qué hago? ¡Lo arruiné! Estoy perdida, si tan solo estuvieras aquí… Siento el peso del mundo sobre mis hombros, me ahoga, busco a Dios, pero él no me escucha, siento que está tan ocupado, o tal vez soy yo la que dejé de oírlo, me siento tan sola, la gente dijo que este dolor pasaría, y nunca dejó de doler, solo quiero quedarme aquí, para siempre, ir a donde estés. Madison rompió en llanto, la lluvia caía con fuerza, ella se recostó sobre su lápida, sollozando como una niña pequeña. Jackson la miraba escondido tras un árbol, el agua mojando su piel disimulaba sus lágrimas, nada apagaba la culpa en su corazón. «Lo siento, Madison, si algún día pudieras perdonarme, solo viviría para hacerte feliz» Madison perdió la noción del tiempo, la lluvia seguía recia, fría, y comenzaba a oscurecer, debía irse, no tenía fuerzas para levantarse, sintió unas manos en su cuerpo, que la asustaron. Jackson creyó que dormía, se sorprendió al ver sus ojos verdes fijos en él. —¿Qué haces? —Debemos ir a casa, vas a enfermarte de nuevo. —¿Cómo sabes que estaba aquí? Ibas a casa, ¿No? —Nunca me fui, te seguí… Ella se quedó perpleja. —Tú estabas, ¿Espiándome? Él negó. Ella lo empujó, una vez y una más. —¡Vete! Irrespetas este lugar sagrado. Lo tomó del cuello de la camisa. —¡Ya viste! Es la tumba de Albert, el pobre hombre al que mataste por tu imprudencia —ella lo soltó, su voz sonó rota—. ¿Por qué? ¿Por qué tenías que beber ese día? ¿Por qué debías conducir un auto y arrebatarme lo que más amaba? ¿Por qué a mí? ¡Hay tanta gente mala como Blake! ¿Por qué ellos hacen cosas malas y lastiman a los buenos? ¿Por qué los que hacen el bien deben pagar? ¡No entiendo! Él la miró con dolor. —No lo sé, no hay un maldito día en que no me arrepienta de lo que pasó, y será por siempre. Ella miró su rostro, bajó la mirada. —Vamos a casa. Caminaron sin decir nada, faltaba un kilómetro para hallar el auto, ella iba unos pasos delante de él, la vio tambalearse, corrió y la alcanzó, ella cayó en sus brazos. Ella abrió los ojos. —Estoy bien. Él negó, la cargó, pronto la subió al auto. Al llegar a la mansión, la bajó en sus brazos. Birdy y Peter jugaban y casi les golpeaban con bolas de plastilina. —¡¿Qué haces?! —exclamó Jackson, Madison estaba dormida en sus brazos. —¡Oye! Mírate, domador de fieras, la Chernóbil ya se acostumbró a tus brazos, eh —dijo guiñándole un ojo. —¿Qué hacen? —Ah, matar el tiempo, jugamos, ¿Quieres jugar? Golpeamos el retrato de la Chernóbil, y él que no atine, bebe un shot de vino. Los ojos de Jackson le miraron severos, observó un gran retrato de Madison que parecía de su graduación de colegio, negó con frustración. —Iré a dejarla en su cama, y volveré por ustedes, ya verás, Bridy, deja de hacer esto. —¡Ay, amargado! No creo que vuelvas, mejor diviértete, matador, así ya dejan el jueguito del gato y ratón, así la Chernóbil se vuelve menos cruel. Jackson le miró enojado, subió la escalera. Poco le importó a Birdy quien siguió jugando. —¡Venga, Peter, dale en un ojo de la Chernóbil! Peter apuntó y lanzó, falló. —¡No! —¡Shot! ¡Shot! —exclamó Birdy, y Peter bebió el trago. Al llegar a la habitación, Jackson llevó a Madison a la cama, estaban mojados, intentó despertarla. Ella abrió los ojos. —Debes cambiarte la ropa, o vas a enfermarte. Ella miró su rostro. —¿Por qué me salvaste? —¿Qué? —exclamó él con duda —De Blake, del lobo, ¿Por qué? Nadie salva a quien odia, cualquiera deja morir a su peor enemigo para librarse de él. Él la miró incrédulo. —¿No lo has entendido? Yo no te odio, y te salvaría siempre. —Supongo que, me salvaste como a cualquier persona, ¿Verdad? —exclamó ella —Salvaría a cualquier persona buena, sí, pero, tú no eres buena conmigo… Ella tenía ojos llorosos, bajó la mirada. —Siempre te salvaría. —¿Por qué? Yo no te salvaría. Él sonrió, miró sus ojos, su mirada se deslizó a sus labios. —Sí lo harías, te conozco, no eres tan dura como me lo quieres hacer creer. Ella negó, él estaba tan cerca de su rostro, sintió que su pulso se aceleró. Jackson perdió el dominio de sus impulsos, besó sus labios, ella se quedó estático, fue un ligero roce, que avanzó lento, Madison sabía que debía escapar, alejarlo, su curiosidad creció, cedió. Su lengua se abrió paso por su boca, acariciándola, sus manos la acercaron a él, era un beso dulce, poco a poco apremiaba. Ella sintió que la recostaba sobre la cama, no quería que el beso acabara, insegura de su actuar, sus manos se hundieron entre sus cabellos, había una atracción innegable, sintió que no podía respirar, ¿Qué pasaría si iban más allá? Sintió que no podía escapar de sus brazos —¡¿Quieren cenar?! La puerta se abrió de improviso, y Birdy se quedó perplejo, salió tan rápido como vio tal escena. —¡Lo siento, sigan en eso bien! —exclamó a lo lejos. Se alejaron tan rápido como pudieron, el rostro de Madison estaba cubierto de un rubor rojo escarlata. Jackson maldijo a Birdy por lo bajo. Madison miró a Jackson. —Debes ir a dormir. Él se alejó, asintió. —Sí, descansa, hasta mañana. Jack estaba nervioso, salió tan rápido como pudo. Ella respiró, tocó su pecho, sintiendo como su corazón latía fuerte. Jackson estaba enfurecido contra Birdy, bajó y entró a la habitación, porteó la puerta. —¿Eh? ¿Solo dos minutos duraste? —¡Idiota! Tenías que ir, ¡eh? —j***r, lo siento, hermano, no pensé que me harías caso, ¡pillín! Jack quiso enfadarse, pero con Birdy era imposible, rio de sus palabras. —Bueno, algo es algo, Jack. Él se sentó en su cama. —¡Vete a dormir a tu litera! Ya me iré a bañar. —¿Sabes algo? Yo tengo teorías, ya sabes, me surgieron cuando me fumaba mi cigarrillo. —Mejor cuéntame tus teorías. Birdy sonrió, le dio una palmada en la espalda. —Creo que, hay personas buenas, así como tú, porque tú eres bueno, me salvaste, no te importó mi pasado, así que, pienso que alguien tan bueno como tú, no se acercaría a Madison Cruise, se alejaría, porque hay una línea entre el amor, y el odio. —¿De qué hablas, Bridy? —exclamó, era la primera vez que no entendía nada, notó que Birdy estaba ebrio. —Sí, ¿Cómo podría ella amar al hombre que mató a su exnovio que tanto adoraba? ¿Cómo podrías tener la conciencia limpia para besarla, o estar cerca? Claro que tienes culpa, pero, desde que te vi en prisión, lo tengo bien claro, Jackson. —¿Qué? Birdy sonrió. —Tú lo sabes, que yo lo sé. —Mierda, Birdy, ¿Te has drogado? —Birdy se echó a reír como un lunático recostado sobre la cama—. No debieron llamarte Birdy, si no Crazy —sentenció Birdy se enderezó. —Tú no conducías ese auto, tú no mataste a Albert Ziegler. Jackson se detuvo y lo miró con ojos enormes. —¿Qué? Birdy lo miró fijo, su sonrisa se esfumó. —Eso sucede cuando alguien es bueno, la gente te juzga de idiota, y te usa para expiar culpas, ¿Verdad, amigo? ¿Así te usó tu hermanito? Jack dio un paso atrás, Birdy se recostó, reía descontrolado
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