Capítulo Siete: Escapista

1044 Words
Jackson se sentó en un banquillo, levantó el plato de la comida del suelo, observó que no estaba sucio, y comió un poco, moría de hambre, estaba acostumbrado, pero aún tenía que limpiar todo ese lugar, necesitaba energías. Pronto estuvo preparado, limpió sin cesar. El tiempo avanzó muy rápido, cuando salió de ahí estaba a punto de anochecer, miró el imponente colegio, pensó en que esa mujer ya no estaría ahí, temió que no tendría forma de volver. «Bueno, puedo dormir aquí» —Apresúrate, inútil, no tengo todo el tiempo. La voz de esa mujer le impactó, no dijo nada, pero la siguió. —¿A dónde vamos? —A donde más, a casa, por supuesto. ÉL se detuvo. —Y a partir de mañana eres un conserje, no te creas tan astuto, ¿Maestro, tú? Tú solo eres un criminal, no lo olvides, asesinaste a un buen hombre, alguien que quería dedicar su vida a este colegio, así que no ere digno de llamarte maestro. Jackson sintió ese dolor de nuevo volver a su cuerpo. —He pagado mi crimen, señorita o señora, ya no voy a pagar más. Ella abrió la puerta, esbozó una sonrisa. —Te equivocas, querido esposo, ¡Pagarás! Seguirás pagando, hasta tu último día de vida, te lo juro. Sube al auto, ahora. —No lo haré, me iré ya mismo. Ella lo miró con ojos severos. —¡Te devolveré a prisión, maldito criminal! —Hazlo, no tienes un solo motivo para hacerlo, ¿Me inventarás un crimen? Hazlo, y sobre Birdy, es un pajarillo, volará lejos de ti. Jackson se echó a correr dejándola perpleja, la mujer corrió tras él, no lo dejaría ir. —¡Vuelve desgraciado! —exclamó, llamó a sus guardias, activando la alarma, pero al verlo ingresando al bosque, sabiendo que podría escapar, corrió tras él, estaba cegada por su rabia, y desesperación, no pensó con lógica. Jackson corría, conocía de bosques, conocía de montañas, los lugares más recónditos, salvajes, porque su hobby de antes era ir a esos lugares, aprender de ellos, no temía de nada. Escuchó un grito agudo, se detuvo, quiso ignorarlo, dejarla a un lado, pero escuchó de nuevo con claridad su voz, era Madison Cruise, no tuvo duda. —¡Ayúdenme! ¡Socorro! Jack supo que su voz estaba rota, había algo más, aunque quería huir, retrocedió. «No puedo dejarla ahí, ya le hice suficiente daño», pensó Volvió sus pasos, hasta que escuchó su voz más cerca. Maddie intentó levantarse, y chilló del dolor, se había torcido el tobillo al tropezar con una piedra, se quitó el zapato, su pie estaba amoratado, hinchado, mordió su brazo para no gritar por el maldito dolor que la tenía sollozando. «Berti, si tan solo estuvieras aquí, pero estoy sola, como siempre, sola, no pude hacer que pagará por haber roto nuestro amor, ¿Lo ves? Soy solo una pobre chica, sin ti no soy nada, no tengo nada, debería morir…» Un gruñido la sacó de sus pensamientos, cuando giró atrás vio a ese lobo, era gris, con ojos enormes, parecía acercarse muy lento, no era usual que en el bosque Lavanda hubiera animales salvajes. Madison intentó retroceder, a pesar de su dolor, pero el lobo gruño, mostró sus colmillos, estaba furioso, tal vez hambriento, la respiración y el corazón de la mujer se aceleraron. «¿Así que este es mi fin? Está bien, Berti, sin importar el dolor, pero que haya un más allá, que te pueda encontrar», pensó suplicando. Cerró los ojos cuando sintió que ese lobo feroz se iba a lanzar encima de ella. De pronto, escuchó un aullido, Jackson trajo consigo un tronco, golpeó tan fuerte al lobo, los guardias aparecieron, dispararon al aire, y el lobo emprendió una huida. —¿Estás bien? —exclamó Jackson, Madison quitó sus manos, lo miró incrédula. —¿Me salvaste? —dijo sorprendida. Él no respondió nada. —Señorita Cruise, ¿Llamamos a una ambulancia? Ella negó. —Estoy bien, llamen a la reserva de vida salvaje, permitan que entren para llevarse al lobo, y mientras tanto, sellen la entrada al bosque, mantengan el lugar vigilado, traigan más guardias. —Por supuesto. Los hombres se alejaron. —¿Puedes levantarte? Ella limpió su rostro húmedo de lágrimas, asintió. Se levantó, cuando cayó de nuevo, casi liberaba un chillido de dolor, sudó, él lo notó. —¿Te duele mucho? Ella negó, él tomó una lámpara, que le dio un guardia, y las farolas se encendieron. Miró su pie, estaba tan morado. —Esto se ve mal, debemos curarlo. —¡Estoy bien! Puedes huir, marginado, ¿Por qué no lo hiciste? Él la miró, le volvió el odio, pero, dejarla ahí jamás, no se lo perdonaría nunca. —Te llevaré a casa. —¿Y luego huirás como un cobarde? Él intentó cargarla, estaban tan cerca. —¡No me toques! Puedo sola. —¡No puedes mover el maldito pie! Finges que no sientes nada, pero te estás muriendo por gritar de dolor, puedo verlo en tus malditos ojos, estás temblando, ¡Déjate ayudar! Él intentó levantarla, y le lanzó un manotazo. —¡No quiero! —¡Estás loca! ¿Sabes? No había conocido a una mujer tan loca como tú en la vida. —¡Qué te valga! Déjame en paz, si te quedas solo sufrirás, mejor vete. Él sonrió, su sonrisa era triste. —He sufrido lo imposible, Madison Cruise, puedo sufrir un poco más. Él la levantó en sus brazos, aunque ella se quejó amarga, el viento tocó su cuerpo, y lo sintió en sus huesos, se retorció del dolor. —Duele mucho, ¿Verdad? No dijo nada, mordió sus labios para que ninguna queja escapara de sus labios, pero no pudo evitarlo, gritó fuerte, algo dolía en su espalda. —¿Qué pasa? No he tocado tu pie. Ella negó. —Estoy bien, llévame al auto, quiero ir a casa. Su quijada se apretó, no decía nada, pero un dolor que ardía en su espalda baja la estaba matando tanto para hacerla llorar, pero no lloraría delante de ese hombre, no se mostraría frágil, no lo haría, ni agradecería. Jackson la depositó en el auto, subió y manejó a toda prisa.
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