Dos días después…
7:23 AM
Por cuarta vez en lo que apenas comenzaba la mañana Cleo se miraba en el espejo de su pequeño apartamento, la ropa que portaba estaba limpia y sin ninguna arruga al igual que sus tacones, llevaría unos pantalones pegados negros de oficina junto con una camisa manga larga blanca que combinaba con su gabardina que era del mismo color. Su rostro estaba ligeramente maquillado, no quería colocarse tanto porque sentía que no debía.
Su Tablet emitió un pequeño sonido que llamo su atención, la reviso y noto que era un mensaje de su jefe diciéndole que se encontraba bajo en el edificio. La de cabello rizado toma su cartera metiendo sus pertenencias y tomando la Tablet entre sus manos para salir de su apartamento, mientras esperaba que el ascensor bajara no pudo evitar recordar lindos momentos que había pasado con Lucas allí.
Besos apasionados junto con caricias subidas de tono en el medio del ascensor, palabras bonitas las cuales se repetían constantemente y con mucho cariño. Risas las cuales eran ocasionadas por chistes malos de Lucas o ridículas acciones que hacía, abrazos cálidos los cuales ella adoraba porque podía dormir en ellos tranquilamente.
― Buenos días, señor Rossell… — Saluda a su jefe quien le abrió la puerta de la camioneta, ella entra con cuidado para luego Martin seguirla y dejar que el chófer comenzara a conducir.
― Buenos días, Cleo. ¿Cómo amaneces hoy? — Ella le sonríe amablemente.
― Estoy un poco nerviosa, pero estoy bien. ¿Le confirmaron la cita con el señor Ragnhild? — Cleo comienza a revisar unas cosas en su Tablet sobre la empresa de su jefe mientras esperaban a llegar a la famosa empresa del CEO.
― Si, su secretaria me confirmó que nos atendería a las 7:40 AM… — Cleo asiente, aunque no lo estuviera viendo y estaba a nada de preguntarle otra cosa cuando su jefe se le adelantó. — Si, ya hablé con mi amigo y hará lo que le pedí, tenemos todo listo. — De los labios de Cloe suelta una ligera risa sabiendo que su jefe sabía que era lo que le iba a preguntar.
(…)
8:53 AM
Cloe podía ser una persona alegre todo el día, pero cuando algo le disgustaba no podía cambiar su expresión de disgusto por nada del mundo. Bueno, podía llegar a cambiarlo cuando escuchaba la palabra “Lo siento” o “Perdón”, pero igualmente estaría disgustaba como era en ese momento. Su jefe y ella habían llegado temprano a la empresa del CEO, pero se llevaron la sorpresa cuando la recepcionista les había dicho que el señor Ragnhild y ni su secretaria habían llegado aún, desde hace un buen rato estaban esperando en una de los sofás que se encontraban en el primer piso.
Por su mente solo estaba pasando el hecho de que un hombre tan importante como un CEO era un completo irresponsable a la hora de sus citas de trabajo, claro que Martin le había mencionado que había sido la secretaria quien acepto la cita, pero igual le molestaba. Su jefe la veía un poco angustiado porque sabía que en cualquier momento se iría de allí sin importarle nada y lo que menos quería era eso, Martin quería que ella tuviera presente porque eran quien lo había ayudado. Cleo se levanta de su asiento bajo la atenta mirada de Martin, quien también se levantó por impulso y para detenerla.
― Cloe, por favor… — Ella no le había mencionado nada, pero sus intenciones eran más que claras, una tercera voz de mujer los interrumpe haciendo que los dos voltearan sus rostros.
― Señor Roswell y señorita Lombardi, disculpen la demora. — La mujer era alta, esbelta y de cabello rubio como el oro, sus ojos eran azules oscuros. — Mi nombre es Vigga Tveit, soy la secretaria del señor Ragnhild. Lamento el que hayan esperado tanto para su cita previa, pero tuvimos un percance. — Cleo nota como la mujer hace una mueca al decir lo último y nota que detrás de ella estaba Ragnhild mirando su celular. — Por favor, síganos para hablar sobre el contrato. — Martin trago en seco mirando como la secretaria se daba la vuelta para caminar hacia los ascensores junto con Ragnhild quien aún no había quitado la mirada del celular, pero solo mostraba una mirada indiferente.
― Cleo… — Martin mira a su empleada y está solamente suelta un bufido comenzando a caminar detrás de ello, el viejo de canas no puede evitar soltar un sonoro suspiro relajando sus hombros mientras caminaba detrás de ellos. En el ascensor cada uno estaba en una esquina y Cleo hacía todo lo posible para no mirarlos a la cara para hacer contacto visual, pero sentía la mirada fija de alguien puesta en ella y al mirar hacia arriba nota que era de Ragnhild quien tenía su ceño fruncido mirando.
― Sus rasgos no son de aquí… — El CEO, aunque viajaba por todo el mundo, nunca se quedaba por mucho tiempo y cuando estaba en su país estaba acostumbrado a mirar a muchas mujeres altas, rubias, ojos claros y con rasgos diferentes a los de ella. Pero al mirar a la mujer que tenía en frente buscaba por instinto saber de dónde era. Cleo estaba acostumbrada a escuchar ese tipo de cosas y lo sabía, sus rasgos como lo había dicho el CEO no eran del país donde se estaba quedando.
― Soy italiana… — Responde secamente queriendo cortar la conversación en ese momento, Ragnhild no menciona más nada y solo cierra sus ojos esperando que el ascensor llegué a su oficina.
(…)
Ivar Ragnhild estaba desinteresado en la oferta que le darían, aunque este no sabía de qué se trataba, ya que tenía miles de ofertas mejores que escucharlos a esas dos personas que estaban al frente de su escritorio. Vigga estaba a su lado mirándolos también, pero sabía que la mirada fulminante que le estaba dedicando exclusivamente a el era por una simple razón. Habían llegado tarde porque él estaba ocupado con una mujer en su mansión, y esto a la rubia lo había molestado tanto que lo saco a golpes de allí, si fuera por él había cancelado la oferta, pero Vigga cumplía con cada uno de las citas planeadas en la agenda y eso a ella no le molestaba.
Él tenía todo el poder de despedirla con cualquier razón o hasta ninguna, pero sabía que Vigga daba mucho en su trabajo y era de mucha confianza. Por esa razón y por muchas más no la despedía, observó como el viejo que estaba al frente comenzaba hablar sobre unas cosas que no le interesaba en lo absoluto, pasaron alrededor de unos 8 minutos y el señor que estaba al frente de él había dejado de hablar. Si, Ivar había contado los minutos en su mente.
― ¿Y qué opina usted, señor Ragnhild?… — Ante el silencio del CEO Vigga con disimulo le dio un golpe con su pierna haciendo que este carraspeara.
― Es muy buena su oferta, pero no la podré aceptar. — Vigga lo mira sorprendida y Martin solo hace una mueca, pero Cleo tenía su ceño fruncido porque ella si se había dado cuenta de que el CEO no le estaba prestando atención por nada del mundo. Tenía dos opciones en ese momento, quedarse callada o decirle todo. La de cabello rizado relajo sus hombros y se acomodó en su asiento mirando con una ceja alzada a Iván.
― No la aceptará porque no escucho ni un poco de la oferta, ¿Verdad, señor Ragnhild?… — Ivar dirigió su mirada a la mujer de cabello rizado y en ese momento no sabía si reír porque lo habían descubierto o seguir con su mentira de que había escuchado todo. — En este momento puedo preguntarle cuáles serían las ventajas y desventajas de la oferta y usted no le respondería ni una sola, tampoco me respondería sobre de que era la oferta. Pero claro, ¿Cómo puede saberlo si no estaba prestando atención desde el comienzo? — Todas las miradas estaban puestas en ella, Martin no sabía qué decir.
― ¿Qué te hace pensar que no tuve interés desde el principio? — La sonrisa arrogante de Ivar se había mostrado haciendo que Cleo también sonriera, pero con burla porque haría todo para quitarle esa sonrisa de su rostro.
― Su impuntualidad a la hora de la cita acordada, además de que su secretaria lo había confirmado temprano. — Vigga sabía que ella tenía razón en eso y se sentía levemente avergonzada, además de molesta porque toda la culpa la tenía su jefe. — El hecho de que no presté atención a una oferta que le favorece es otro claro ejemplo que es una persona arrogante. Pero tranquilo, quien quiere seguir bajando sus ventas en Latinoamérica por no poder exportar sus productos es usted, además de desperdiciar dinero en solo intentarlo y que al final no suceda nada. — La sonrisa arrogante de Ivar desaparece por completo.
― ¿Cómo tú sabes sobre eso?… Únicamente mi empresa sabe sobre esa información. — En su tono de voz se podía apreciar que estaba molesto.
― Tengo muchos conocidos por Latinoamérica y me han dicho que la marca “Ragnhild Teknologi” ha dejado de encontrarse desde hace un año, sus ventas han bajado en esos países y las pocas veces que sus clientes han pedido productos han sido por terceras personas, las cuales muchas veces son estafados. Además, usted quiere hacer negocios con el señor Nash, uno de los mejores productores de carros, pero lo ha rechazado muchas veces… — Ivar iba a abrir su boca lista para preguntarle cómo sabía lo último, pero ella lo interrumpe. — Nuestra oferta se trataba de lo siguiente, mi jefe exporta por todos los países de Latinoamérica, además claro de tener contactos que lo van a beneficiar demasiado. Oh, casi lo olvido. — Finge recordar algo. — El señor Nash es amigo íntimo de mi jefe, y trabajará con usted solo si acepta nuestro trato… — Ivar en ese momento no podía creer lo que le estaba diciendo la empleada del sujeto que tenía al frente. — Piénselo, estaría ganando el doble… Aunque ya la rechazó.
El orgullo de Ivar había sido golpeado y no solo por lo que le estaba diciendo la de cabello rizado, sino porque sabía que había sido su culpa. Todo lo que había mencionado era totalmente cierto, sin poder evitarlo, relame sus labios para luego afincar sus brazos en su escritorio de cristal para mirarla. Lo que haría a continuación muy pocas veces lo hacía, pero debía de tener esa oferta que le estaba dando. Suelta un suspiro para levantarse y acercarse a la de cabello rizado levantando mano.
― Quisiera pedirle disculpas a los dos, fue un error mío. Pero ahora que presto atención a su oferta me interesa mucho… Y quisiera aceptarla, si los dos aceptan. — Cleo mira de reojo a su jefe quien asiente con la cabeza a lo que ella se levanta y estrecha su mano con la de él, luego la estrecha con Martín que por dentro se sentía feliz de que todo saliera perfecto.
― Ahora que todos aceptamos, deben de firmar. — Dice Vigga aún con su mirada sería y penetrante. Los dos hombres se acercan al escritorio y Martin fue el primero en final y por último el CEO. — Señor, quisiera hablar con usted un momento. — Ivar levanta una de sus cejas y asiente. — Disculpen… — Les dice a los invitados para luego caminar hasta una esquina alejada de ellos.
― ¿Qué pasa? — Le pregunta confundido, Vigga suelta un suspiro.
― Quiero que esa chica trabaje para nosotros. — El rostro de Ivar era de indescriptible, no sabía por qué su secretaria quería tal cosa. Pero debía de admitir que esa chica tenía agallas y unas muy grandes para soltarle todo aquello.
― ¿¡Estás loca!? — Le susurra haciendo que la rubia frunciera su ceño. — Acaba de ser mi socio y no le puedo quitar a su empleada así como así. — Vigga lo mira incrédula, no creyendo en sus palabras, sabía que podía hacerlo porque Ivar tenía el poder de muchas cosas y si quería algo lo obtenía porque sí.
― Inventa algo, pero ella me serviría de mucho. Dile que quieres que me ayude con el contrato y que tendrá experiencia en nuestra empresa. Pero quisiera que trabajara conmigo como mi ayudante. — Ivar no sabía por qué Vigga quería tal cosa, pero al final acepto el trato.
― Está bien, hablaré con ellos. — Su secretaria no le regala ni una sonrisa e Ivar se da la vuelta para acercarse a ellos, quienes lo miran con atención. — Quisiera proponerle algo, esto va fuera del contrato y espero que sea del agrado de los dos. Mi secretaria y yo pensábamos que sería buena idea que la señorita trabajará como la ayudante de Vigga, claro que no se la estoy quitando señor Rossell, más bien sería como una pasante a la cual le pagaré semanalmente y durante un mes volverá con usted. Además, que si está acá también verá el avance de la empresa suya y la mía con el contrato que hemos firmado, también ayudará a Vigga con eso. ¿Qué dicen?…
No culpen a Cleo, pero por dentro quería gritar si por el simple hecho de que sabía que la paga en la empresa Ragnhild Teknologi era una de las mejores, pero le daba un poco de pena con su jefe Martin. Ella sabía a la perfección que si le pagaban en un lugar mucho mejor se iría allí, al menos que haya ya tenido el cariño de los empleados. Rossell sabía cuánto valía su empleada y estaba más que orgullosa de saber que una de las mejores empresas quería tenerla, miro a Cleo y sonrió. Además, que si ella aceptaba el trabajo igualmente la vería por ser socio de Ivar.
― Yo estaría encantado y orgulloso de que Cleo aceptará… — La de cabello rizado voltea a mirarlo y nota que lo decía con sinceridad a lo que ella asiente.
― Yo también estaría encantada, aceptó… — Nuevamente, Ivar y Cleo estrechan sus manos, ella con una sonrisa y el CEO sin ninguna expresión en su rostro.