Capítulo IX: Una boda y una infamia.

1747 Words
Venecia estaba en el salón principal, usaba la máquina de coser para hacer su propio vestido, aunque la abuela había comprado un costoso vestido diseñado por el mejor sastre de Oslo, la joven se negó a usarlo y quería crear el propio, tenía perlas e hilo de oro y plata, tenía su propio boceto, había contratado a la joven Dhalia que le ayudaba para coser, ella era muy buena en eso. Liv entró con la tela del velo y miró a Venecia —Parece que no estás concentrada. Venecia detuvo su trabajo y se quedó pensativa —No sé si deba hacerlo. —¿Qué? ¿Quieres usar el otro vestido? —preguntó Liv provocando la mirada curiosa de Dhalia —No sé si debo casarme. Ambas mujeres se quedaron perplejas —Venecia, hay momentos para retractarse de una palabra dada, pero a quince días del matrimonio, no es muy lógico —aseveró Liv y Venecia tuvo muchos nervios. Stephen estaba en su oficina, desde hace días se veía de mejor humor, radiante y feliz por su próxima boda. Nora le informó que su madre estaba llegando, cuando ella entró y lo saludó, se quedaron a solas y ella tomó asiento —Me he enterado de algo. Stephen la miró confuso —Dime lo que sea —dijo preocupado a juzgar del tono de voz alarmante de su madre —Ha muerto el abuelo de Aretta —dijo Tilda —Qué triste, supongo, aunque debe ser una noticia buena para Igor. —¿Por qué dices eso, hijo? Hablas como si Igor fuera solo un interesado en el dinero de Aretta. —¿Y acaso lo dudas? —Pero, es que hay algo más, hay un chisme que ha recorrido todo el mundo, según dicen, que el abuelo de Aretta, el viejo Ferguson, tenía un hijo bastardo y que antes de morir lo ha reconocido como su hijo legítimo y su heredero universal, tengo entendido que Aretta, Igor y Zurkia han viajado a Estados Unidos para revisar la herencia. —Pues que decepción para Igor, si es verdad, aquí es donde deberá demostrar su amor legítimo por Aretta, porque si ella no tiene esa herencia será muy pobre, tanto, o igual que él —dijo Stephen sin ocultar que estaba dichoso de que el karma alcanzara a ese hombre. Los días pasaron con rapidez, pronto el vestido de novia estuvo listo, era realmente hermoso y perfecto como Venecia lo había soñado, pero no era como el sueño completo, aquel donde había pensado casarse con Igor, se detuvo observándolo por largo tiempo, no había querido cenar y se había disculpado con la abuela Brita y Tilda alegando que quería descansar, cada día se sentía peor, pero hoy era más que peor, porque mañana era la boda, mañana debía convertirse en la esposa de Stephen Olsen, un miedo la congeló. Tocaron a su puerta, y Dhalia le informó que la buscaban —Es el señor Stephen, está en el salón con su abuela y la señora Tilda, quieren verla. Ella estaba consternada, contuvo su aliento y bajó hasta ahí, sonrió como si estuviera tranquila —Hola, ¿Querían verme? —Sí, Venecia, pedí permiso a la abuela, quisiera que diéramos un pequeño paseo —dijo Stephen —Pero… ya es muy noche, ¿No?, Debemos descansar. —No te preocupes, Venecia, vayan a dar ese paseo, habrá tiempo para todo, vayan —señaló la abuela, Venecia se veía incómoda, pero tuvo que aceptar. Subieron al auto y Stephen condujo al parque más cercano Bajaron y caminaron por ahí, Venecia estaba tan seria, y él lo notó. Quería hablar, pero se sintió ansioso —He pensado mucho en mañana, tal vez, pienses que nuestra vida va a cambiar por completo, pero, no debes preocuparte, Venecia, te aseguro que todo estará bien —aseveró —Sí, claro que sí —dijo ella sin interés. —Pensé sobre la luna de miel, quisiera que fuéramos a Tromsø, es ahí donde tenemos los recuerdos buenos, es ahí donde quisiera que estuviéramos, ¿Qué te parece? Ella le miró irresoluta, asintió despacio —Bien. De pronto, Stephen sujeto sus manos entre las suyas, ella se estremeció de temor, le miró con grandes ojos, él admiró su rostro con dulzura —Venecia, hay algo que quiero decirte, que quería decirte desde hace mucho —ella lo miró con intriga —¿Qué es? —Sé que, nos conocemos desde hace tanto tiempo, podría decir que fuimos como familia, pero, ambos sabemos que no es así. —¿Qué hay con eso? —preguntó impulsiva, quería saber todo ya mismo —Recuerdo cuando volví de viaje, de mi último viaje, llegué justo a tu cumpleaños dieciocho, y te vi bajar la escalera, ¿Lo recuerdas? —ella negó aturdida—. Yo sí, porque te veías tan hermosa, en ese momento lo supe, pero quise negarlo. —¿Qué supiste? ¿Puedes ser más explícito? —dijo consternada—. Me carcome la curiosidad. Él sonrió, y con sus manos acunó su rostro, acercándose, ella se quedó perpleja, quieta —En ese momento supe que te amaba, que te he amado, Venecia, desde que tengo uso de razón, y por eso siempre he estado aquí, y siempre estaré aquí, esto no es una obligación para mí, ni tampoco un simple matrimonio arreglado, no, esto es mí verdad, tú eres mi verdad, eres mi amor, te amo, Venecia. Ella lo miró boquiabierta, con ojos enormes, no podía creer lo que sus oídos escuchaban, ¿Cuántas veces soñó de adolescente con esas palabras? Stephen había sido su príncipe azul y ante sus ojos estaba gritando su amor a los vientos, pero ahora su corazón era tan gélido como el círculo polar ártico. Al día siguiente, Venecia abrió los ojos y se irguió, pensó si todo había sido un sueño, pero sintió en sus labios aún el sabor de Stephen, la había besado varias veces, en besos tan dulces y tiernos, que habían calentado su cuerpo, y estrujado su conciencia, se levantó de prisa y se miró al espejo «¿Cómo pueden gustarme los besos de alguien a quien no amo?» pensó sintiendo una culpa interior, ella fue a ducharse con agua caliente, debía alistarse para su boda —Mi boda —sintió que se desvanecía, era cierto, hoy era su boda y en unas horas sería la esposa de Stephen Olsen, lo había soñado de niña, pero ahora eso se parecía más a una pesadilla, que a un anhelo cumplido. Venecia estaba peinada y maquillada, solo debía vestirse, Dhalia entró a la recámara —Señorita Venecia, trajeron esto para usted. —¿Para mí? —ella tomó la carta, la abrió rápido, pues no tenía ningún nombre o dato en el sobre, la leyó: «Venecia: Sé que dije adiós, que fue el final, nada quedó entre los dos, nuestro sol se apagó. pero al cerrar mis ojos te veo, cada lugar que recorro tiene tu recuerdo. En cada parte hay testigos de nuestro amor. No puedo olvidarte, sigues clavada en mi corazón como una daga que duele a cada instante, cometí un error, pero sigo aquí, para ti. Si ahora te casas, lloraras tú, lloraré yo y nuestro sol se morirá, eres la responsable de poder curar nuestro dolor, no te cases, debes detener semejante error. Si te vas, si me voy, si nadie dice perdón, habremos acabado con este amor que nos mantiene vivos. Vuelve a mí. No te cases, Venecia, estaré esperando por ti. Te esperaré en una hora en Nordmarka Igor» Venecia sintió que su corazón latía con tal fuerza que casi salía de su pecho, temblaba, se negó a llorar, porque arruinaría su maquillaje, arrugó la hoja de papel y la rompió, se miró al espejo, había algo de frialdad en su interior —Vamos, Dhalia, ponme el vestido —dijo con firmeza, sin mirar atrás. La iglesia estaba llena de personas, Stephen esperaba impaciente, y su madre contenía sus nervios, él intentaba sentirse tranquilo, pero solo anhelaba ver a Venecia. Pronto llegó el auto, donde viajaba la joven al lado de su abuela, se le veía tan nerviosa, y no quiso bajar tan rápido —Vamos, hija, tú madre estaría orgullosa, tu padre estaría feliz, no tengas miedo. —Abuela ¿Tú amaste a mi abuelo siempre? Brita se mostró consternada, tomó su mano —No, cariño, tu bisabuelo me ordenó casarme con tu abuelo, ni siquiera lo conocí hasta la boda, no era un tipo muy guapo, y tenía un mal carácter, pero conmigo era tan dulce, me enamoró enseguida, y fuimos muy felices, lo extraño. —¿Crees que? —Creo que amarás a Stephen, y sé que él te ama a ti. Así que baja del auto, él te adora, nunca rompas el corazón de un hombre bueno, porque puedes obtener a un demonio. Ella respiró profundo, sentía demasiado temor, pero bajó del auto, las campanas resonaron, y Stephen sonrió con el rostro iluminado de amor. Cuando la vio entrar sus ojos brillaron, estaba tan feliz, que era imposible que fingiera, se notaba su amor por cada poro de su piel. Brita ayudaba a su nieta a llegar al pie del altar, al llegar les dio la bendición, y el sacerdote ofició la misa, Venecia se negaba a ver el rostro de Stephen, solo contenía sus deseos de llorar, y suplicaba porque ese infierno se terminará para ella —Venecia, ¿Aceptas a Stephen como tú legitimo esposo? —Sí… acepto —dijo con rapidez y temor a la vez —Stephen, ¿Aceptas a Venecia como tu legítima esposa? —Acepto. Los declararon marido y mujer, él retiró el velo, observando su rostro hermoso, no besó sus labios, sino su frente, y sonrió ante los aplausos, aunque notó que su ahora esposa estaba tensa, de inmediato pasaron a un salón privado en la iglesia, y ahí firmaron las actas de matrimonio legales, Venecia temblaba al sostener el bolígrafo y estampó su firma, fue la primera vez que pensó en huir, mientras Stephen firmó de prisa. Luego los novios salieron, ante los aplausos y las felicitaciones de todos. Igor miraba la escena desde lejos, conteniendo su dolor, observando como Venecia lo había dejado sin ninguna respuesta, y se había casado con Stephen Olsen. Pero, decidió que no iba a darse por vencido, estuvo seguro de que Venecia era suya y que volvería a él, de una u otra forma.
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