Mi pactó con Eros: La Abadía de Westminster

Sueño húmedo

"Creo que todos tenemos un alma, sin importar quienes seamos o lo que seamos. Las flores en la campos, el zorro en su madriguera, los ríos que atraviesan las valles y la más alta montaña, todos, humanos y demonios también, tenemos un alma y por ello, somos capaces de amar...de sentir"

El viento frío se colo por el ventanal entreabierto aquella mañana, logrando hacerla despertar. Tocándose la cabeza, sentía un dolor punzante al recordar aquel sueño. Aquella hermosa mujer pelirroja de puros y hermosos ojos verdes, se parecía tanto a ella que no habría podido distinguirse a no ser de aquel viejo vestido que parecía de hace siglos. Hacía años que no soñaba con ella. Recordaba haberla visto demasiadas veces dentro de sus sueños cuando aún era una niña y siempre diciendo cosas sin sentido, aunque, igual que aquellos entonces, se despertaba con la sensación de haber sido ella quien decía aquellas palabras. Negando en silencio, se levantó de la cama para comenzar su día y entrar a la ducha luego de cepillar sus dientes. No quería pensar demasiado en nada, estaba agobiada intentando arreglar cada desastre que el haber dado acciones a su ex prometido provocó, no pensaría en una mujer que hacía años no se le aparecía en sus sueños.

Quitándose la ropa de cama, admiró su esbelta y desnuda figura frente al enorme espejo de su baño. En verdad, era muy parecida a esa mujer, tanto, que daba un poco de miedo.

— Tienes un cuerpo esbelto, muy hermoso, sin duda podría decir que eres una humana hermosa —

La voz de Belial lleno el baño y Virginia abrió gravemente los ojos al notar la figura varonil del demonio justo detrás de ella en el espejo.

Los dedos con afiladas uñas de aquel hermoso demonio de ojos zafiro, recorrieron con sensualidad sus curvas expuestas provocándole un calor extraño y familiar que se deslizaba hasta su intimidad femenina.

— Sal de aquí, ¿Que no sabes que es de mala educación entrar al baño donde se encuentra una dama? — dijo la hermosa pelirroja recuperando su cordura tan pronto como le fue posible.

La risa de Belial resonó como un eco lejano.

— Soy un demonio, ¿En verdad crees que me importa ser cortes? Termina de bañarte y vestirte, tengo a alguien que presentarte — dijo el apuesto demonio que tan pronto como apareció, se había desvanecido.

Metiéndose al agua caliente de la tina, Virginia cerro sus ojos comenzando a imaginar a ese poderoso demonio sobre ella, mirandola con aquellos ojos zafiro tornandose rojizos en ese abrasador fuego infernal. Recordando su sutil toque, nuevamente el calor la recorría, y cerrando sus ojos, se sumergió en aquellos pecaminosos pensamientos.

El sudor perlaba su pálida frente, gemidos entrecortados, pasiones desmedidas, besos apasionados que le robaban el alma y el aliento, el calor que estallaba dentro de su vientre al sentir cada una de aquellas estocadas dentro de ella, los ojos zafiro, como el color de aquellas gemas preciosas, que la miraban con deseo, adoración. De nuevo, estaba pasando de nuevo, aquel sueño tan vivido, morboso, un deseo prohibido. Era humana, era un demonio, una existencia que, por lo menos, era cinco siglos mayor a ella. Aquella pasión desmedida, aquellas visones morbosas, aquellas sensaciones pecaminosas, aquello, era un manjar prohibido del que ella no deseaba probar; no lo amaba, no lo amaría nunca, ella no deseaba amarle, sin embargo, aquel calor lujurioso y pecaminoso en su pequeño vientre, la hacia tocar el cielo, la hacia desearlo, sentir el calor de su cuerpo desnudo sobre el de ella, para luego fundirse en mil besos y bajas pasiones que los llevarían a ambos al orgasmo.

Ojos azules que destellaban fuego, mirándola con deseo, como si fuese un lobo dispuesto a devorarla. Aquel poderoso demonio, tan refinado, tan elegante, un ser en forma de palabras finas, aquella desnudez, su hermosa piel clara que parecía ser de marmol, los cincelados pectorales, un hombre demasiado apuesto remojándose los labios y afilando los colmillos, invitándola a aquella fiesta sensual y erótica para pecar junto a el toda la noche, tomándola como una bestia salvaje y entregados a la faena lujuriosa que la hacía gemir una y otra vez, aquel fuego, aquel deseo, sin nada más, sin amor, sin promesas vacias, solo un momento demasiado ardiente con aquel demonio que la deseaba…que ella deseaba…sus bajos instintos, aquella explosión de placer, un ser infernal, una mujer, un deseo prohibido que los llevaría a las penumbras de una larga noche de pecado que nunca tendría fin.

Levantándose abruptamente y sintiendo el agua demasiado fría, Virginia se sintió avergonzada y desesperada, se había quedado dormida y teniendo sueños demasiado vividos y vergonzosos. Sintiendo como el agua fría refrescaba el calor con el que despertaba, sintió sus blancas mejillas arder, ¿Qué estaba pasando con ella? ¿Se estaba volviendo loca? ¿Por qué aquellos sueños tan vergonzosos la asaltaban? Nunca había tenido sexo, aún cuando había amado demasiado a Ángelo nunca le permitió tocarla de esa manera, toda su vida habían sido sus negocios…su futuro, nunca antes había sentido un deseo tan oscuro como el que descubría, tenia por aquel demonio, el mismo que jaja comenzado aquella noche en qué el acaricio sus labios dentro de su coche.

Levantándose, se miro en el espejo una vez más. Virginia admiro su cuerpo, era hermosa, tenia que admitirse eso, su largo cabello rojo, casi como el fuego, le llegaba por debajo de sus bien torneados muslos, sus pechos eran grandes, aunque no demasiado, su piel se miraba tersa, uniforme, sus piernas eran largas, torneadas, su rostro era hermoso, de delicadas facciones femeninas, sus ojos eran poderosos, verdes, profundas esmeraldas que la hacían ver astuta e inteligente. Negando en silencio, se prohibio pensar en Eros de esa manera. El era un demonio que solo deseaba devorar su alma, y ella solo una humana que buscaba venganza. Nada más.

Belial, sonreía con lujuria al mirar aquel sueño demasiado erótico que aquella hermosa doncella había tenido junto a el. Poco a poco ella, estaba recordando.