Viejas promesas

1275 Words
El calor del sol sobre la piel era algo delicioso que merecía disfrutarse con calma. El viento salino de los mares le golpeaba con amabilidad el rostro como si de una suave caricia se tratase. Era ya un mes desde que había huido de su boda con Virginia Adatto, un mes que había vivido como si estuviese en el paraíso con el dinero que había tomado de ella. Había sabido por algún aliado, que la joven de cabellos tan rojos como el fuego, había salido huyendo de aquella vieja abadía en donde se casarían y muchos, rumoraban que había tratado de suicidarse, aunque, ciertamente, no tenia certeza alguna sobre eso ultimo. El sonido de la pegajosa melodía de su celular, le avisaba de una llamada entrante. – Hassan – respondió con un aire de indiferencia sin dejar de apreciar la belleza de aquel atardecer. – Vaya, hasta que respondes, te tengo noticias, Virginia a aparecido por fin en las oficinas para enfrentar a los socios, pero, no lo ha hecho sola, junto a ella llego un hombre muy apuesto diciendo ser viejo colega del señor Adatto, además, es socio accionista, ninguno teníamos conocimiento de la existencia de este hombre, sin mencionar que en verdad parecía demasiado apegado a ella, tanto así que podría jurar que hay algo entre esos dos, su nombre es Eros Blackburn y dios, es en verdad caliente – dijo una voz femenina al otro lado de la línea. El apuesto joven se incorporo de la toalla donde hallaba recostado, un tanto sorprendido de las palabras de su infiltrada. – Mantenme informado, averigua todo lo que puedas de este Eros – demando para luego terminar la llamada. Ángelo Hassan medito sobre aquella llamada, nunca, en verdad, nunca supo de ningún hombre con ese nombre que estuviese involucrado con los Adatto, mucho menos con Virginia, aquella hermosa mujer ni siquiera tenía demasiados amigos, conoció tambien al viejo Hassel y este nunca le hablo de nadie llamado Eros, además, el, como accionista en las empresas de la pelirroja, nunca supo de ningún socio llamado así, aquello, era demasiado extraño, tanto, que no dudo un momento en irse de la playa a buscar a su amante, quizás, era momento de regresar para terminar lo que había comenzado. En aquel rincón olvidado del viejo camposanto familiar, Belial observaba aquella lapida derruida y demasiado antigua, aquella, no tenia un nombre visible, pero el, sabia a quién pertenecían los vestigios olvidados que yacían allí. Mirando con dirección a la mansión, negó en silencio y comenzó a caminar hacia aquel lago que sabia demasiado bien, se hallaba hasta el fondo de aquellos territorios pertenecientes a los Adatto. El viento demasiado frio de aquella mañana, no le hacia daño alguno, era un demonio, y no uno cualquiera, si no, el príncipe de todos ellos. Había pasado demasiados siglos observando de cerca a la humanidad, aquellas criaturas le resultaban a ratos demasiado interesantes y siempre era de cierto modo divertido el ver, lo que eran capaces de hacer con tal de obtener sus deseos puramente egoístas, era como su circo personal, al menos, hasta que la conoció a ella. El lago cristalino ya no lucia abundante agua como hacia siglos atrás, aun así, aun había nidos de aves sobre los arboles y peces en el agua cristalina. – Veo que hoy estas demasiado nostálgico Belial, escuché a un pajarillo o dos por allí, que nuevo andas entre los hombres y quise comprobar por mi mismo si era verdad – Una voz ronca y profunda que provenía de todas partes, oscureció el panorama nebuloso aún más. – Parece que no tienes nada mejor que hacer, ¿Por qué no te sientas y tenemos una larga charla? Estoy aburrido – respondió Belial sin inmutarse en lo más mínimo por aquello, conocía demasiado bien a aquella presencia. – Tan infantil como siempre mi señor, ¿pero que puedo decir? Así es usted – dijo un hombre que se materializaba frente a Belial de extravagante apariencia y fieros ojos rojizos. – Cuanto tiempo desde que el mismísimo Mefistófeles se paseaba en las tierras de los hombres – dijo Belial con aburrimiento. Aquel poderoso demonio observo al otro con un deje de burla. – Bueno, en realidad no había mucho por hacer en estos lares, ya sabes, la humanidad de estos días se martiriza ella sola, pero escuche que recuperaste a tu pichón perdido y quise venir a verlo yo mismo, además, tambien vine a contarte algún lejano rumor que escuche entre los vientos – respondió aquel demonio extravagante que vestía un traje elegante y sombrero de copa. Belial se burlo se aquel demonio haciéndolo reír tambien. – Vamos, antes de comenzar cambia tu vestimenta, este es el siglo XXI, tu ridículo atuendo es de hace siglos – puntualizo sabiendo demasiado bien, la razón por la cual el poderoso demonio se había presentado frente a él. – Oh no, no usare esa ridícula ropa moderna, me gusta esta – respondió el demonio restándole importancia a las palabras de su príncipe. – Bien, ve al grano – demando Belial. Mefistófeles sonrió dejando ver afilados dientes rojizos. – No están demasiado contentos con tu salida a juguetear en la tierra de los hombres, temen, que causes otro desastre como la última vez – dijo el demonio con tono serio. – No es algo que me preocupe, estoy aburrido de todo y de todos, de vivir bajo el yugo opresor de las leyes divinas o demoniacas, hare lo quiera – respondió Belial mirando a una delicada ave rojiza revoloteando sobre el lago. – Lo sé, y personalmente me da igual lo que hagas, tambien quiero divertirme, así que, ¿Me recibirías en la casa de tu nuevo juguete? La vi esta mañana saliendo apresurada, extrañamente parecida a aquella ave perdida, supongo que una promesa que se hace por el fuego se cumple sin más, dime, ¿Crees que Rafaell lo sepa? – cuestiono el demonio con demasiado interés recordando lo ocurrido siglos humanos atrás. Belial dio unos cuantos pasos sobre el agua para alcanzar a aquella ave herida entre sus manos. – Si ese maldito vuelve a tocar algo que es mío, esta vez no me importara desatar el infierno en la tierra de los hombres – respondió. – Eso mi señor, seria algo interesante para ver en estos tiempos donde ya nadie teme a los que son como nosotros, esta nueva e in temerosa humanidad, ha estado en paz demasiado tiempo – dijo Mefisto caminando a la vieja mansión.   Belial no respondió, ¿Atormentar a la humanidad? No, eso no era algo que le interesara, pero provocar la ira de los cielos si que lo deseaba, aquellos que manipularon a los hombres se lo arrebataron todo una vez, no permitiría que volviese a pasar de nuevo. Mirando de nuevo a la mansión, pudo ver en una de las ventanas la hermosa y delicada figura de Virginia. “Sin importar los mares de tiempo que tenga que atravesar, nos volveremos a ver una vez más, así condene mi alma al infierno” Promesas viejas y casi olvidadas llegaron a sus memorias, Virginia no tenia idea de lo que su familia era, pero en algún momento, habría de recordarlo. Aquella maldición que pesaba sobre los Adatto, aquella que los condenaba a morir sin descendencia, estuvo a punto de cumplirse aquella noche en que ella se arrojo al vacío, pero el, no lo permitiría, todo lo que una vez fue suyo, volvería a sus manos sin importar los deseos de los “seres de luz”, aun cuando aquella condena exigiera hasta la ultima gota de sangre de los Adatto. 
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