El movimiento del pincel sobre el lienzo siempre era algo francamente hipnotizante; hacia vibrar cada uno de los poros de su piel desde que era una niña. Darle vida a un blanco, era algo revitalizante que la llenaba de un vigor indescriptible. Crear una obra desde la nada, era un privilegio del que pocos podrían gozar, la pintura, era una de las muchas formas que tenía el arte, copiar un paisaje o dejar que la imaginación volara, era una marea de sensaciones excitantes de la que Virginia Adatto disfrutaba a plenitud; después de todo, era su único pasatiempo genuino y lo que más la ayudaba a calmar las ansiedades que dirigir una empresa dejaba en ella. Cuando en sus manos sostenía un pincel y frente a ella se encontraba un lienzo prístino, no existía nada más; eran solamente ella y aquel blancuzco pedazo de tela para crear universos fuera de la realidad que todos los días experimentaba.
Belial observaba a la hermosa doncella que olía a pureza, danzar como una bella ninfa de un lado al otro en aquel rincón de arte que parecía ser exclusivamente de ella, cada palabra salida de sus labios en donde ella le explicaba cómo hacer los trazos, sonaba como música para sus oídos. Por supuesto, el no necesitaba tomar clases de arte, se consideraba a sí mismo como un talentoso artista, además, él había estado presente cuando los humanos dieron sus primeros vestigios en el mundo de la imaginación creando el arte, aquello era de las muy pocas cosas que la horrenda y despreciable humanidad había hecho bien, el tambien gustaba de pintar, preferiblemente obscenidades, aunque nunca con el don del calibre que tenía la hermosa Virginia Adatto. Sin embargo, era realmente una experiencia fascinante mirarla hablar con tanta fluidez, y mover aquel pincel sobre el lienzo como toda la experta que era, desde que era una niña disfrutaba de eso, recordaba las ocasiones en que se colaba a las habitaciones de la entonces infante para verla pintar, aquello, era algo que podría vivir apreciando por siempre.
La belleza de cabellos rojos, aun cuando hablaba para él y le explicaba con detenimiento cada cosa que hacía, estaba completamente absorta en su arte. Sumergida en su mundo de pinturas y colores imaginaba mil cosas a la vez, podía fácilmente saberlo al mirar aquello ojos que eran capaces de mirar universos invisibles para todos.
La explicación había terminado al fin, Virginia, acomodaba cada uno de sus instrumentos completamente absorta, sin embargo, no se había percatado de los ojos zafiro que la escudriñaban sin recato alguno. Levantándose de su asiento de estudiante, Belial camino hacia el lienzo inconcluso que la hermosa artista había comenzado para explicarle, mirándolo con atención, sonrió para sí mismo, un lobo de pelaje oscuro y ojos rojos, en medio de un bosque siniestro con la luna de sangre tras de su, este, tenía unos ojos molestos, completamente fríos y al mismo tiempo, apasionados. No era una obra fácil de descifrar, al contrario, el lobo en la pintura parecía ser un pensador demasiado complejo, como si fuese imposible adivinar lo que por su mente estaba cruzando.
– Me inspire en ti para hacer a este lobo, trate de plasmar tus ojos demasiado interesantes y misteriosos, aunque creo que no le he dado la suficiente justicia para merecer el mérito – dijo Virginia con una sonrisa mirando al apuesto demonio de ojos zafiro.
– Me vanaglorias demasiado tonta Virginia, soy la criatura menos interesante en este mundo, una existencia demasiado aburrida y tambien, demasiado larga ya, y un demonio empedernido en encontrar un porque hacia las cosas que a pesar de mi larga estancia por aquí no he logrado del todo entender, además, de los humanos solo me interesa copular cuando estoy demasiado aburrido, quizás, tu podrías ayudarme con esta última tarea ¿Te interesaría? – cuestiono Belial con una sonrisa encantadora.
Virginia enrojeció severamente ante aquella proposición inesperada, Belial, sonrió al notar el colorido rubor carmesí en las tersas mejillas de la chica, deseaba tomarla allí mismo, pero, sabia, no era tan simple como solo hacerlo.
– Es una broma señorita Virginia, primero, estoy convencido de que tu querrías conocerme mucho mejor primero, tener algunas citas románticas y averiguar si somos afines, y después de descubrir que estamos enamorados, desear formar un futuro juntos, aunque, la verdad sea dicha, ambos sabemos que solo estoy bromeando, ya lo intentaste una vez y eso no salió bien ¿No es así? Su supuesto amor por ti termino en el momento en que Ángelo puso sus ojos en tu supuesta amiga, y el tuyo, termino cuando te traiciono, cosa curiosa ya que ambos juraron amarse por siempre, pero, no me sorprende, puedo asegurar a todas luces que los humanos no tienen idea de cómo amar, para ustedes, son solo momentos, para los que son como yo, es toda una eternidad sufriendo – dijo Belial tomando la delicada barbilla de la talentosa pintora, para apreciar mejor sus hermosos ojos esmeralda, aquellos que nunca podría cansarse de mirar.
Los ojos de Virginia, se perdían en los profundos y misteriosos ojos zafiro de Eros, su rostro varonil era perfecto, realmente hermoso, un ser demasiado elegante y con una presencia temible, intimidante, pero, al mismo tiempo, llena de calidez y, extraña y contradictoriamente a lo que era, gentileza. Sus labios eran gruesos, perfectamente acordes a su rostro de trazos perfectos, una obre de arte de piel marmolada que caminaba en la tierra. Aun recordando aquella noche en que quiso morir y donde aquel apuesto y elegante demonio la había besado a la fuerza para sellar su pacto, sus mejillas de nuevo se encendían, Eros era irresistible, y ella, solo era una mortal con sangre en las venas que se quedaba atrapada y perdida en aquellos profundos ojos zafiro.
Soltando la barbilla de Virginia, Belial de nuevo miro aquella pintura que la joven artista, le había asegurado, había comenzado a hacer en un intento por plasmar la mirada que ella, aseguraba, el poseía.
– Cuando termines esta hermosa obra, espero que me complazcas ofreciéndomela, estoy dispuesto a pagar cualquier precio por una obra hecha por sus manos, en especial si esta obra me tiene a mi como protagonista – dijo Belial con una cálida y seductora sonrisa que logro derretir por un momento, el corazón de la tímida pelirroja.
– Claro que te la daré, será un obsequio para ti, un recuerdo para cuando muera y devores mi alma, es lo mínimo ya que te he usado como un modelo, es lo menos que puedo hacer – respondió Virginia con sus mejillas aun encendidas en carmesí.
– Eres de verdad demasiado noble señorita Virginia, pero creo, que el trabajo de un artista, siempre debe de ser bien apreciado, espero que me informes cuando esta hermosa obra este completa, y me permitas remunerarla adecuadamente por ello, soy una existencia de fuertes convicciones, estaré más que feliz de pagarle por esto, y también, aun mas honrado de que algún día, me considere para ser merecedor de sus afectos, no te importunare más el día de hoy, tenme como el más fiel de tus admiradores y también, como un indiscutible amigo para lo que sea que tu necesites, todo lo mío estará siempre a su entera disposición – dijo Belial besando la delicada mano de aquella hermosa artista, que se había quedado sin palabras ante lo dicho por él.
Virginia, miro marcharse a aquel elegante demonio de finísimos modales, aun cuando le había robado aquel beso, no se sentía demasiado mal recordar aquel evento, tocándose los labios, medito en lo que su cuerpo, mente y corazón, desearon justo en ese instante en que, momentos atrás, Eros había tomado su barbilla entre sus fuertes dedos para mirarle fijamente a los ojos, todo su ser entero, había deseado que, de nuevo, aquellos carnosos labios del apuesto demonio, le volviesen a robar un beso. Algo no demasiado dentro de ella, deseo que aquello se volviese a repetir, que la besara con aquel salvajismo con el cual, le había robado aquel beso en la noche en que deseo suicidarse, tambien, recorrió sus afiladas garras acariciar con lujuria y gentileza sus bordes femeninos. Por un instante, todo su cuerpo se encendió en deseo, y quiso saber lo que se sentiría ser tomada por ese ser tan varonil, poderoso y elegante, sin embargo, negando en silencio, intento retirar aquellos pensamientos y visiones morbosas de su mente, aunque el calor de su cuerpo, le decía que no lo había olvidado. Eros a veces la trataba con tanta delicadeza que no parecía ser el demonio que era, otras veces, decía cosas crueles que lograban de cierta manera insultarla, estar con el despertaba tantas sensaciones desconocidas que sentía, iba a enloquecer, aun así, no quería quitar sus ojos de lo que realmente deseaba: Venganza.
El demonio y la humana, deseos prohibidos y oscuros, el ser infernal, paria solitario que la deseaba tomar para sí mismo, haciéndole el amor una y otra vez por el resto de sus días, la rencorosa humana que lo deseaba, aquella que nunca antes había mostrado interés alguno en el sexo, y que comenzaba a experimentar calores que no había sentido jamás, una historia de amor y tragedia, Mefistófeles observaba a Belial salir de aquella sala donde Virginia Adatto se encontraba, una sonrisa se dibujaba en sus labios, sin duda, una nueva guerra se desataría y nada menos que por aquella alma que todos parecían querer tomar.