Las lágrimas se derramaban como una cascada desde aquellos ojos verdes, aunque estas, no eran cálidas ni salinas como la brisa del mar. Los cabellos rojos se arremolinaban en el aire, flotando sobre su nuca como si estuviese sumergida bajo el agua sin estarlo realmente. El vestido blanco, una vez prístino siglos atrás, lucia corroído y amarillento, como si este intentara emular el dolor que corrompía a aquella alma. Las aguas del lago se agitaron con violencia, así como tambien el viento a su alrededor se volvía pesado, viciado por el sufrimiento y el rencor que comenzaba a formarse en ella. La una vez dama Virgine, la máxima bruja de su siglo, había terminado como un alma dolorosa, penando y sufriendo sin siquiera saberlo. Sin embargo, su nombre había sido borrado de aquel grimorio, liber