Virginia miraba como su servidumbre intentaba forzar el viejo candado de aquellas puertas que guardaban mil secretos. Con cada golpe que daban para tumbarlo y abrir, sentía sobre ella misma algún tipo de sentimiento desconocido. Apartándose, camino apretando el grimorio contra su pecho, hacia los viejos y sucios ventanales para apreciar el acantilado que se hallaba junto a su propiedad; recordaba que, siendo una niña, solía jugar en esa área de la enorme mansión mientras su padre estaba en la biblioteca y lo mucho que le gustaba mirar hacia el vacío que había hacia el fondo. Un sentimiento la sobrecogió repentinamente, sin embargo, no se permitió sentirlo a plenitud, y es que, así era ella, durante toda su vida no se permitía a si misma sentir mas de lo debido, mas aun cuando quedo huérfan
