– Mamá, ¿A dónde vamos? – La figura de su madre le pedía guardar silencio mientras recorrían aquel oscuro pasillo tras la chimenea de su alcoba. Asustada, una pequeña niña de cabellos rojos, miraba a las ratas escabullirse ante su inoportuna irrupción en aquel sitio que apestaba a viejo y a humedad. – Mamá, tengo miedo, no quiero estar aquí – comenzaba aquella niña pelirroja a sollozar nuevamente, asustada de lo que pudiese haber mas adelante, pero, una vez más, la madre, con aquella tranquila sonrisa en sus labios iluminada a la media luz de la lampara de aceite que sostenía, le indicaba a su hija a guardar silencio. – Tranquila Virginia, no tengas miedo, aquí nadie te hará daño alguno, pero te necesito para despertar a los demonios que viven en estos muros, debes hacer lo que te di