– Devorar un alma es el mayor acto de intimidad que existe. Es una unión eterna entre cazador y presa, una que nadie nunca debería romper… – Un fuerte bostezo escapo de sus labios mientras caminaba hacia la cocina esa mañana. Eran las diez y consideraba, se había levantado demasiado tarde a pesar de ser domingo. Mefisto se hallaba el gran salón en donde aquella antigua chimenea se encontraba y, aunque no entendía por qué, se sentía con ganas de encender el fuego en ella y admirarlo durante un rato. Sin embargo, tenia que salir a pesar de ser un día de descanso, había asuntos que atender y tan solo tomaría un desayuno ligero para salir a toda prisa. Había sido repentinamente llamada por una vieja conocida de su madre. Según en sus propias palabras, tenia algo que entregarle que ha