La música lograba distraer sus pensamientos de manera leve, aunque, a ratos, nuevamente sentía la sensación de aquellos labios calientes rozando los de ella; había salido huyendo de Eros después de ese contacto y solamente escucho sus risas burlonas por ello. Sus mejillas nuevamente ardían, realmente, tener que estar a lado de ese demonio no estaba resultando tarea sencilla. Sus pasos avanzaban con premura hasta el pequeño lago al fondo de su propiedad. Los audífonos en sus oídos repetían aquellas pegajosas melodías que tarareaba alegremente para evitar pensar en cosas que no debía. Eros se había quedado junto a ese otro demonio enfrascado en una charla que ella no lograba comprender; cosas de demonios a final de cuentas. Una sonrisa de ironía se dibujo en sus labios, ¿En que momento fue q