La humanidad siempre ha sido el foco de atención entre todas las especies. Tan únicos y al mismo tiempo, tan iguales, que es imposible terminar de entenderlos.
Mirando con fríos ojos indiferentes, Rafaell miraba el vaivén de las personas alrededor desde aquel ventanal en la iglesia. Risas de niños, parejas tomadas de las manos, ancianos, mujeres y hombres; todo aquel conjunto de pensamientos dispares, dejaba entrever que la humanidad no merecía ser salvada ni siquiera por aquellos cuantos que realmente podrían ser considerados como buenas personas.
– ¿Que tanto mira mi señor? – cuestionaba Missandei admirando la belleza del arcángel.
Rafaell, sin dejar de mirar al tumulto de humanos que caminaban y aquí y allá, sonrió.
– Aquel anciano esta temeroso de morir pronto, en e
